30 diciembre 2014
28 diciembre 2014
26 diciembre 2014
24 diciembre 2014
22 diciembre 2014
19 diciembre 2014
Un libro, una cita: "Estudio en Escarlata".
"No tiene importancia alguna lo que usted haga en este mundo -me respondió con amargura mi compañero-. La cuestión es qué puede usted hacer creer a los demás que usted ha realizado.
No importa".
Arthur Conan Doyle.
No importa".
Arthur Conan Doyle.
18 diciembre 2014
16 diciembre 2014
14 diciembre 2014
12 diciembre 2014
10 diciembre 2014
08 diciembre 2014
06 diciembre 2014
04 diciembre 2014
El mundo desde la furgoneta: Vuelta.
Lugar: Puto medio de lo que llaman "autopista".
Hora: Lo suficientemente tarde como para que la mitad de los coches lleven incívicamente puestas las luces largas creyendo compensar así la ausencia de alumbrado público.
Intento distinguir una fregoneta sin éxito: los faros me ciegan y los todoterrenos son tan grandes como las propias furgonetas...
De repente para una. Entro y la encuentro extraña: toda la gente está apelotonada en las 2 primeras filas. El resto del espacio está ocupado por ¡sacos de frutos secos! Sí, bolsones transparentes de pistachos, anacardos, cacahuetes,...que van desde el suelo hasta el techo y llenan todos los asientos desde la mitad hacia atrás.
Parece raro. Pero no, es simple: al tío le habrán encargado transportar los frutos secos y como le sobran unos asientos pues coge a gente por el camino.
Pero en un momento dado cambia de idea: ya no va a ir hasta el final del trayecto, así que tiene que desembarazarse de nosotros. Hace señas a otra furgoneta para que pare, y, ahí, en la carretera, procedemos al transbordo.
Las matemáticas no son lo que aparentan, sino algo menos serio y menos perfecto: la furgoneta del colega tiene 2 plazas libres y nosotros somos 5...parece que no coincide, pero sólo parece. En cada fila de 3 nos metemos 4, ponemos unas posturas extrañas e inverosímiles para encajar nuestros cuerpos, cerramos las puertas a presión. Y nos vamos.
Cuando voy a bajarme abro la puerta de espaldas con el dedo meñique y salgo propulsado hacia el exterior; como he visto Matrix me paro en el aire, me giro y desciendo suavemente hasta posar los pies en el suelo.
Los otros se estiran y yo me voy. Y ya está. Todo normal.
Hora: Lo suficientemente tarde como para que la mitad de los coches lleven incívicamente puestas las luces largas creyendo compensar así la ausencia de alumbrado público.
Intento distinguir una fregoneta sin éxito: los faros me ciegan y los todoterrenos son tan grandes como las propias furgonetas...
De repente para una. Entro y la encuentro extraña: toda la gente está apelotonada en las 2 primeras filas. El resto del espacio está ocupado por ¡sacos de frutos secos! Sí, bolsones transparentes de pistachos, anacardos, cacahuetes,...que van desde el suelo hasta el techo y llenan todos los asientos desde la mitad hacia atrás.
Parece raro. Pero no, es simple: al tío le habrán encargado transportar los frutos secos y como le sobran unos asientos pues coge a gente por el camino.
Pero en un momento dado cambia de idea: ya no va a ir hasta el final del trayecto, así que tiene que desembarazarse de nosotros. Hace señas a otra furgoneta para que pare, y, ahí, en la carretera, procedemos al transbordo.
Las matemáticas no son lo que aparentan, sino algo menos serio y menos perfecto: la furgoneta del colega tiene 2 plazas libres y nosotros somos 5...parece que no coincide, pero sólo parece. En cada fila de 3 nos metemos 4, ponemos unas posturas extrañas e inverosímiles para encajar nuestros cuerpos, cerramos las puertas a presión. Y nos vamos.
Cuando voy a bajarme abro la puerta de espaldas con el dedo meñique y salgo propulsado hacia el exterior; como he visto Matrix me paro en el aire, me giro y desciendo suavemente hasta posar los pies en el suelo.
Los otros se estiran y yo me voy. Y ya está. Todo normal.
02 diciembre 2014
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