22 septiembre 2009

La manía de la Obamamanía.


Al grito de ¡Kennedy, Che, San Barack, Luther King, nueva era, un antes y un después, hazme tuya, guapetón…! y otras lindezas, santificamos a Obama y parecemos considerarlo todos nuestro propio presidente.
Si no, no se entiende que en titulares, primeras planas y horas de máxima audiencia nos muestren asuntos tan anecdóticos como la foto de su hija detrás de un sofá –es que se parece a otra foto mítica del mítico Kennedy con su mítico hijo en su mítica mesa de su mítico despacho-, o sus paseíllos vacacionales, o aún cuestiones de orden tan interno como la reforma sanitaria en Estados Unidos.
No sabemos –ni falta que hace- lo que desayunan Rodríguez (Zapatero) y Mariano (Rajoy) pero estamos al tanto de las faldas que lleva la señora Obama o de si el entrañable Presidente juega al golf como pijo que es, que también hay pijos negros de color afroamericanos.
Estamos exagerando: Portugal se declara henchido de gozo y orgullo patrio porque Barack ha elegido un perro de raza autóctona portuguesa para que jueguen sus hijos y porque cualquier presidente yanqui que se precie debe aparecer en el jardín en informales ruedas de prensa (- “Sí, Jack, ¿qué querías preguntarme?”) con las mangas de la camisa arremangadas y un perrillo correteando que forma parte de la familia presidencial, you know?
Qué buenrollismo.

Hombre, no cabe duda de que estados Unidos huele menos mal desde que cambiaron al presidente y de que este hombre está lleno de buenas intenciones para su país y para el mundo.
En el interior ha chocado con 2 grandes obstáculos para llevar a cabo una reforma sanitaria que en principio consiste en algo tan básico como que el estado se encargue de la salud de sus ciudadanos como se encarga de las carreteras, y más cuando esos ciudadanos pagan constantemente impuestos directos e indirectos que deberían servir para que los pobres no se mueran en las puertas de los hospitales.
El primer obstáculo es la mafia millonaria de la sanidad privada y las compañías de seguros que arruinan cada año a millones de personas, obligadas a gastarse sus ahorros para ser operadas o recibir costosos tratamientos; el “lobby” que hace que 50 millones de estadounidenses carezcan de cualquier tipo de seguro médico y tengan que recurrir a una pseudosanidad pública abarrotada, primaria y de urgencias.
Sinceramente pienso que un estado democrático y civilizado no puede gastar el dinero público en nada mejor que en conseguir que todos tengan médico, educación y trabajo.
El segundo obstáculo es ni más ni menos que la mitad de la población es tan rancia que considera satánicamente socialista, intervencionista y contrario a sus ejemplares valores que un viejo reciba asistencia sanitaria correcta aunque no tenga dinero para pagarla.
En fin, suerte, san Obama.

En cuanto a la política exterior -que es la que interesa al mundo- Obama tiene el mérito de haber bajado la tensión insoportable que ponían los de la banda anterior, pero en la práctica y hasta ahora, buenas palabras, buenas intenciones, buenos deseos y… ya está.

Irak y Afganistán, los 2 países que “ocuparon” para llevarles la democracia, siguen igual: violentos, corruptos, invadidos, podridos hasta la médula. En Afganistán –al contrario que en Irán, ¿por qué?-, hemos bendecido al cacique corrupto y marioneta Karzai y aceptado sin rechistar unas elecciones manipuladas que no han cumplido ni las más mínimas condiciones para ser consideradas democráticas y justas.
Al parecer seguimos creyendo que unas elecciones de apariencia democrática y con candidatos “complacientes” elegidos por “Occidente” entre la flor y nata del hampa y el chaqueterismo, arreglan la violencia, la corrupción, la pobreza y todos los demás problemas de unos países que están muy lejos de ser democráticos, antes y después de las elecciones.

En Guantánamo: buenas palabras.
Obama prometió el primer día de su mandato que cerraría ese campo de concentración, ese horror indigno de un país que respete los derechos humanos.
Pero no lo hizo.
Escuchen el razonamiento sonrojante: es que es muy difícil desmantelarlo, no se puede hacer de la noche a la mañana; no se puede dejar libres a personas detenidas ilegalmente durante años, torturadas, sin cargos, sin juicio, sin abogado. Si los sueltan por las calles igual atentan contra la SEGURIDAD porque, claro, estarán un poco enfadados y con algo de rencor hacia el país que los ha torturado, humillado, y que ha destruido sus vidas. Tampoco se les puede enviar a sus países porque son dictaduras que no respetan los derechos humanos y no se aseguraría un trato justo a los presos (como argumento hipócrita es todo un hito). Así que hay que repartirlos entre los “países amigos”, entre ellos España.
Y en estas negociaciones y tejemanejes estamos desde hace meses y los presos siguen presos en lugar de haber sido puestos en libertad el primer día, como paso previo a cualquier otra cosa.
La ética dice que, cuando a alguien se le encarcela sin cargos, no sólo hay que liberarlo sino también pedirle disculpas, indemnizarlo, ayudarle, limpiar su nombre y juzgar al responsable del error o del abuso.
Todo eso es urgente, Obama, y no se sustituye por un discurso sobre los derechos humanos.

En Palestina: buenas palabras de Obama al principio, a pesar de que el nivel esté ahora tan bajo respecto a las reivindicaciones históricas palestinas, a la ética y a la justicia, que todo lo que pedía Obama era que, para poder crear las condiciones para negociar, se dejaran de construir asentamientos de colonos en Cisjordania, algo que han hecho sin pausa TODOS los gobiernos israelíes.
Pues bien, Netanyahu no sólo no ha paralizado las construcciones sino que ha empezado la edificación de miles de nuevas viviendas en Cisjordania y Jerusalén, ante el silencio cómplice de San Obama, que, si realmente está preocupado por el futuro de los palestinos, debería ser más exigente con un país, Israel, al que al fin y al cabo patrocina.
En realidad, el plan de dar a Palestina un estado reducido, dependiente y pobre, una “reserva” de jornaleros que trabajen la tierra israelí, ese plan, puede esperar.
Y cuanto más espere peor será para los palestinos y más acostumbrado estará el mundo a ese escándalo.

Obama da esperanza de un mundo más justo.
Pero hasta ahora es lo único que nos da.