27 junio 2008

Otro ejemplo de manipulación informativa.

En los medios de comunicación europeos está prohibido criticar a Israel; qué será en los estadounidenses..
Los palestinos mueren cada día, la construcción de colonias israelíes en Palestina no ha parado en ningún momento ni con ningún gobierno israelí en toda su historia.
La prensa "libre" o bien esconde estas noticias de asesinatos y abusos cotidianos, o bien las presenta con un vocabulario "políticamente correcto" que debe dejar claras al público europeo las siguientes ideas-base:
-Israel sólo se defiende.
-Hamas es un movimiento fanático que tomó el control de Gaza violentamente y de manera ilegal.
-Si no hay paz en Palestina es por culpa de los palestinos, a pesar de todos los esfuerzos y de la buena voluntad israelíes.
-Todos los palestinos muertos eran "milicianos" y estaban a punto de cometer algún acto terrorista.
-La versión israelí de los hechos nunca se pone en duda.
-Israel no asesina, ni siquiera mata; son los palestinos los que resultan muertos "a consecuencia de".
-Todos los ataques israelíes son "operaciones" en respuesta a los lanzamientos de cohetes palestinos.
-La seguridad de Israel es lo primordial y cualquier medio está justificado por dicho fin.
-Los israelíes son personas como nosotros, con nombres y apellidos, familias, profesión y caras. Los palestinos son infraseres agresivos.

Tal sarta de mentiras resulta imposible de creer para cualquiera que sepa lo que está pasando realmente en Palestina.
Pero sirven, y eso es lo importante, para crear una versión oficial del llamado "conflicto israelo-palestino" entre la opinión pública europea.

Veamos un ejemplo escandaloso , uno más de los que podemos leer o escuchar a diario en medios de comunicación supuestamente objetivos, libres e independientes.
Ésta es la transcripción de una noticia aparecida hace unos días en el muy serio canal informativo "Euronews":
"La tregua en vigor con Israel desde hace apenas 5 días ha sido rota: 2 cohetes han sido tirados desde el sur de Gaza sin provocar víctimas.
El ataque ha sido reivindicado por la Yihad Islámica.
La Yihad Islámica ha explicado que el lanzamiento de cohetes se ha producido como represalia por el asesinato de uno de sus miembros.
En efecto, unas horas antes un jefe de la Yihad había resultado muerto en una operación de una unidad especial israelí."

Extraña exposición de los hechos, achacable sin duda, no a la torpeza del redactor, sino a la clara intención de invertir el orden de los hechos y la culpabilidad de sus autores.

Si resumimos esta noticia, diremos que los palestinos han roto la tregua atacando con morteros a Israel.

Pero si nos atuviéramos a los hechos y a su orden cronológico, diríamos que Israel rompió la tregua matando a un palestino y que la Yihad Islámica respondió lanzando 2 cohetes que no causaron ninguna víctima y escasos daños materiales.

Con qué facilidad y con qué poca ética tergiversan los hechos e inventan buenos y malos.
Lo peor es que nos creemos que estamos bien informados de lo que ocurre.

20 junio 2008

La Misión.

Aquel día iba a llover pero A. aún no lo sabía.
Apartó las mantas hechas un lío, miró al techo, se levantó.

La espuma del café giraba alrededor del líquido negro.
Una sensación indefinida.
Tengo que cambiar la música del móvil.
Pero no contestó.
Ni siquiera miró quién le llamaba a esas horas.
Esas horas eran las diez y media.
Las diez y media de un día soleado.
----
Se imaginó la misma escena de él andando por la calle, se imaginó la realidad, pero sin sonido. Le quitó los ruidos a la vida y se sintió en paz. Los coches pasaban en silencio, la gente movía la boca como peces en peceras [goooooo, goooooooo]
Oía claramente el silencio, el pitido del silencio, igual que si tuviera taponados los oídos.
----
Ya estaba dentro, en cualquier momento debería “encender” las orejas, quizás le estaban hablando a él
Piiiiiiiiiiiiiiiiiii…ferencia básica que hay entre las dos es que la primera trata de completar instrumentos…piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
Ah, no era a él.

Una caja de cartón, pequeña, donde decía Gitanes, y 2 trozos metálicos y circulares a cambio de un papel que él llevaba en el bolsillo.
En el rápido intercambio alcanzó a leer “Banque du…”
Quizás la otra persona había dicho “Gracias” así que él la miró y pensó “Gracias”. Por cortesía.

Salió.
En 10 pasos tengo que llegar a la siguiente farola.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco y alargaba cada vez más la zancada seis siete porque era muy importante, había hecho un acuerdo-apuesta consigo mismo: si llego significa que voy a tener suerte todo el día. Así que el nueve fue un paso forzado agachando el cuerpo y lanzando los brazos y la pierna derecha, pero intentando mantener la compostura, no fuera a ser que la gente se fijara en que andaba como Groucho Marx. Le sobró casi la mitad del 10. Sonrió.
----
Entró.
Buenas, ¿tienen aparatos de ésos para escurrir las lechugas?
No, caballero, eso en una tienda de “menaje”.
De menaje, qué curiosa palabra.
Estuvo a punto de comentárselo a la señorita pero desistió porque ella ya le había dado la espalda.
Entonces estuvo a punto de indignarse, usted no sabe quién soy yo. Pero desistió.
Entonces estuvo a punto de cambiar de táctica y usar la estrategia de la simpatía.
Ejem. Sonrisa. Por cierto, ¿cómo se llama ese aparato para las lechugas?
Pero desistió. Si tuviera tiempo se lo habría preguntado, aún a riesgo de escuchar: pregunte en la tienda de menaje.
Pero ya estaba en la calle. Estuvo a punto de volver, por orgullo. Pero desistió. La falta de tiempo.
¿Se llamaría “escurrelechugas”
¿Tendría un nombre americano? “Spanker”
¿Spanker?
Si tuviera tiempo escribiría a la Academia de la Lengua para preguntarlo.
Estuvo a punto de volver y encararse con la señorita. ¿Y spankers? ¿Tienen spankers?
Pero desistió, sí, desistió. Porque ni siquiera quería comprar ese aparato.
Había sido sólo un intento fallido de retrasar lo inevitable.
----
Una nube con forma de duendecillo.
Por encima de las nubes siempre hace sol. Vaya, vaya.

Entró. Un arco magnético. Piiiií.
El hombre de la puerta lo miró fijamente, con sospecha, como deben mirar los hombres de las puertas, pero no dijo nada.
Añoró aquel tiempo que ya parecía lejano en que lo trataban como a una persona, un cliente, al menos como a un dólar andante.

Buenos días. Buenos días.

De repente creyó ver a B.
Y se acordó de aquella frase tan bonita de las películas de piratas de los años 30 dobladas al español. Y se dijo a sí mismo: ¡Que me aspen si aquel no es B.!
Efectivamente era B. Pero no tenía ningún interés en hablar con B.
Lo único que le gustaba de aquella situación era haber podido utilizar esa frase tan bonita.
Y se dio media vuelta.
Fuera comenzaban a caer las primeras gotas. Pero A. aún no lo sabía.
----
Calor. Se sentía mareado. Ya no recordaba porqué había entrado allí.
Sintió el ruido del agua, el frescor en la frente… ése de ahí era él.
Puso la mano en el espejo como para tocarse un pómulo. No…
Puso la mano en el pómulo.
No podía pensar más que en lo asimétricas que son las partes simétricas del cuerpo…
Sí, había algo más…sí, él tenía algo, sí, tenía…una misión.
Una misión. ¿Qué significaba? Quería decir que había entrado allí por un motivo. No. Una misión.
Se miró a los ojos todo lo fijamente que pudo.
No quieres recordar. Pero sabes que tienes una misión.
Acéptalo, no te engañes, cúmplela.

El alivio, el olor ácido, el líquido oscuro, el remolino, el ruido de la cadena.
Salió.
Al pasar se miró de reojo de lejos de perfil.
Se cruzó con su propia mirada fugazmente y apartó los ojos.
Sabía que no podía mentir al del espejo.

Buenos días. Buenos días.
Tengo cita. Con… Pánico. Calor en las mejillas. Es que…
Una gotita de sudor se estaba formando en su frente, a un lado, justo donde empezaba el pelo.
Es que no es aquí. Confusión. Me he confundido.
Notaba aquello. En el bolsillo interior. Le parecía que pesaba kilos.
Bajó la mirada. La mujer no respondió. Él no lo sabía pero ella había olvidado la conversación un segundo después de haberse terminado.

¡Tranquilo! La gota de sudor acabó de formarse y con el movimiento del cuerpo cogió carrerilla y resbaló por la frente y se paró encima del ojo y se deshizo.
A. bajó las escaleras, se tocó la ceja mojada.
Tranquilo. No pasa nada. No lo estropees.
La misión.
Sentía que la gente miraba el bulto en su bolsillo.
Tranquilo. La gente no está mirando.
Cruzó la puerta.

Estaba lloviendo. A. lo supo en aquel momento preciso. Ruidos espaciados en el suelo, tap tap tap
Una gota, tap, al lado de donde había estado la de sudor.
La primera gota siempre le cae al más idiota.
No podía evitar pensar en esa frase siempre que empezaba a llover.


Frente al edificio.

Una vieja con gorro de lana mirando la lluvia caer desde una ventana estrecha.
Él no conocía esa verdadera, profunda soledad, la que envuelve y amortigua y con el tiempo se infiltra y extiende y alcanza el cerebro y la sangre y los huesos y los tuétanos de los huesos y el alma. Como un dolor viejo que ya es parte de ti y a veces pasa desapercibido aunque siga siempre siendo dolor. La soledad que se fusiona con la persona, la de no tener a nadie a quien decirle estoy mal estoy bien porque a nadie le importa si estás mal o bien o si no estás.
No, él no la conocía.

La lluvia golpeaba el suelo con fuerza. El cielo había desaparecido.
El agua le corría por la cara, entraba por el cuello de la camisa.
En su cabeza había goteras, unas por fuera, desde el pelo, desde la punta de la nariz, caían, cada vez más rápido, caían, caían, caían. Otras eran interiores.
Tuvo un escalofrío.
Y entonces vio todo claro. Su misión. Se tocó el pecho, sintió el bulto del bolsillo. Hazlo.

Le temblaba el cuerpo empapado. Tenía miedo pero sabía que tenía que hacerlo. Era obligatorio. No tenía otra opción si quería seguir viviendo.
Miraba con fijeza la entrada del edificio.
La misión.

Un hombre con un maletín.
A. cruzó la calle y se dirigió rápidamente hacia él, imaginó.
Sólo necesitaría un minuto.
Metió la mano en el bolsillo interior y siguió avanzando, la imagen era muy clara en su cabeza.
Buenas tardes Sr. C. Tengo algo para usted, imaginó.
Comenzó a sacarlo. Vio el miedo en los ojos del hombre…

A. veía la espalda del hombre del maletín cada vez más lejos. Paralizado, con la mirada fija y perdida, vacío.
Todavía alcanzó a imaginar, eh espere. Permaneció allí, inmóvil.
2 voces con pasos se acercaron, llegaron a su altura… "y lo violaron y se murió del disgusto"… pasaron, se alejaron.

La ropa mojada por el suelo. Las mantas revueltas.
Se sentó en la cama y sacó cuidadosamente del bolsillo interior de la chaqueta un sobre con las puntas mojadas donde decía
Currículum Vitae de A.
A la atención de C.
Lo dejó suavemente en la mesilla, se puso el amasijo de mantas por encima, miró al techo sin verlo y pensó mañana, sí, mañana…Mañana.

05 junio 2008

Semen retentibus venenum est.

Es mucho más fácil cambiar por fuera que por dentro. Los pantalones y los calzoncillos cambian al ritmo de las modas, pero la cerrazón y la intolerancia se transmiten de generación en generación, en muchos casos con la inestimable ayuda de los supuestos representantes de Dios en la tierra.

A veces veo turistas saudíes disfrazados de imbécil texano, con sus pantalones cortos, su gorrita de beisbol, su camiseta de la Universidad de Yale y su tripón de McDonald's, y a pesar de todo su dinero, no sé si me dan más pena por dentro o por fuera.

Hace dos semanas tuve la desgracia de conocer a un tipejo cobarde, violento, mentiroso y prepotente, por resumir, una mierda de persona, que se presentaba a sí mismo como "doctor", como si en su miseria mental confundiera los estudios con la ética.

Si Quevedo levantara la cabeza y viera a esos banqueros, políticos, "doctores" y demás escoria social, seguro que escribiría una "Oda a la corbata en el cuello de un cerdo".

Una vez le alquilé una casa a un tal Monsieur Affeiche, que era "monsieur" porque tenía edificios enteros. El elemento tenía unos 80 años y era devoto de misa diaria y adorador del dólar. Además de creyente y rico era un estafador que sudaba ante la visión de los billetes.
Lo más triste es que él se consideraba a sí mismo como una buena persona, seguro que de cada 300 dólares que robaba le daba uno a los pobres y a los curas.

En algunas sociedades y en muchas mentalidades se produce una extraña confusión:
se cree que una mujer que disfruta de su cuerpo y del sexo con libertad es una puta.
Piensan estos fariseos que el sexo sirve para la reproducción y, eso sí, sin luz y previa aprobación de un listo que dice que representa la moral e interpreta la divinidad.
No se dan cuenta de que puta es la mujer que vende su virginidad y su cuerpo, a través de un razonamiento práctico y una familia y unos religiosos, a un hombre al que no quiere ni mucho menos desea.
No se dan cuenta de que puta es la que se casa por conveniencia propia y/o familiar.
Son señoras respetables putas, casadas con señores respetables cerdos, que tienen hijos que perpetúan esa mentalidad de mierda y que piensan que son buenos porque son doctores o rezan después de robar, mentir o matar.
Que Dios les ayude, pobres hipócritas mal follados, que falta les hace, amén.

02 junio 2008

Cuento al estilo Monterroso, pero más largo.

Cuando el mono araña llegó, saltando de árbol en árbol, a aquel país, encontró que había una guerra allí.
Los mandriles estaban aliados a los chimpancés contra los macacos y los gorilas.
E incluso algunos mandriles estaban aliados a unos macacos contra otros mandriles que estaban aliados a otros macacos.
Preguntaba a quien veía en actitud pacífica por el motivo de aquellas extrañas alianzas.
Y unos le respondían que la culpa era de los orangutanes extranjeros, que habían sembrado la discordia entre las tribus.
Y otros le decían que era por patriotismo.
Y los enemigos de ésos también le decían que era por patriotismo.
Hasta que un día el monosabio le contó la verdad:
“Has de saber que los jefes mandriles así como los jefes macacos y lo mismo los jefes chimpancés quieren el poder y para mantenerlo se harían amigos de sus peores enemigos y matarían a sus amigos y cambiarían de opinión y de ideas y harían felaciones a los orangutanes extranjeros y venderían a sus hijas. Porque el poder es una droga muy adictiva y muy mala. Y es una droga legal”.
Y el mono araña respondió: “Ah”.
Entonces -pensó- no se ponían de acuerdo para repartirse el poder porque el poder es difícil de repartir y los drogadictos de él quieren más y más porque con él el cerebro crea sensaciones de placer, y además los poderosos reciben plátanos y frutas y dineros y copulan con las mejores hembras y son adulados y nada les gusta más a los imbéciles que ser adulados.
Aquello no tenía solución y los monos ciudadanos estaban tristes y miedosos y se sentían pobres y se quedaban en sus casas viendo documentales de simios ricos.
Y un día, de repente, los jefes gorilas decidieron que algo tenía que cambiar que como ellos tenían palos y hondas y piedras gordas, entonces les correspondía a ellos un trozo más grande de la droga del poder. Y salieron a las calles y golpearon y humillaron a los jefes mandriles y a los jefes chimpancés.
Y éstos –porque los simios son primitivos- entendieron el lenguaje del palo y pensaron –porque los simios no son tontos- que era mejor compartir la droga con los enemigos que perder el poder y la vida.
Y entonces se reunieron todos los contendientes con la presencia de jueces koalas mandados por los jefes orangutanes. Y en un día se pusieron de acuerdo y se repartieron la droga sin problemas y se abrazaron y se besaron en la boca y se despiojaron mutuamente como signo de buena voluntad. Y llamaron a un león y todos los jefes de todos los clanes lo eligieron presidente. Y gritaron: ¡Presideente, presideeente!
Y todos se fueron muy contentos aunque dentro de sus corazones hubiera odio y rencor.
Y se decretó primeramente que toda la gente fuera feliz e hiciera negocios y saliera a las calles a bailar y reír.
Regalaron frutas, banderas y fotos del presidente.
¡Qué bien!, se dijo el mono araña sin llegar a entender muy bien lo que pasaba.
Y lo más sorprendente de esta historia verídica era que, con el movimiento y las ondulaciones y los espasmos de los simios al bailar, la piel se les desprendía en pedacitos y caía al suelo, y el mono araña descubrió estupefacto que unos eran en realidad hienas y otros, la mayoría, borregos.