02 junio 2008

Cuento al estilo Monterroso, pero más largo.

Cuando el mono araña llegó, saltando de árbol en árbol, a aquel país, encontró que había una guerra allí.
Los mandriles estaban aliados a los chimpancés contra los macacos y los gorilas.
E incluso algunos mandriles estaban aliados a unos macacos contra otros mandriles que estaban aliados a otros macacos.
Preguntaba a quien veía en actitud pacífica por el motivo de aquellas extrañas alianzas.
Y unos le respondían que la culpa era de los orangutanes extranjeros, que habían sembrado la discordia entre las tribus.
Y otros le decían que era por patriotismo.
Y los enemigos de ésos también le decían que era por patriotismo.
Hasta que un día el monosabio le contó la verdad:
“Has de saber que los jefes mandriles así como los jefes macacos y lo mismo los jefes chimpancés quieren el poder y para mantenerlo se harían amigos de sus peores enemigos y matarían a sus amigos y cambiarían de opinión y de ideas y harían felaciones a los orangutanes extranjeros y venderían a sus hijas. Porque el poder es una droga muy adictiva y muy mala. Y es una droga legal”.
Y el mono araña respondió: “Ah”.
Entonces -pensó- no se ponían de acuerdo para repartirse el poder porque el poder es difícil de repartir y los drogadictos de él quieren más y más porque con él el cerebro crea sensaciones de placer, y además los poderosos reciben plátanos y frutas y dineros y copulan con las mejores hembras y son adulados y nada les gusta más a los imbéciles que ser adulados.
Aquello no tenía solución y los monos ciudadanos estaban tristes y miedosos y se sentían pobres y se quedaban en sus casas viendo documentales de simios ricos.
Y un día, de repente, los jefes gorilas decidieron que algo tenía que cambiar que como ellos tenían palos y hondas y piedras gordas, entonces les correspondía a ellos un trozo más grande de la droga del poder. Y salieron a las calles y golpearon y humillaron a los jefes mandriles y a los jefes chimpancés.
Y éstos –porque los simios son primitivos- entendieron el lenguaje del palo y pensaron –porque los simios no son tontos- que era mejor compartir la droga con los enemigos que perder el poder y la vida.
Y entonces se reunieron todos los contendientes con la presencia de jueces koalas mandados por los jefes orangutanes. Y en un día se pusieron de acuerdo y se repartieron la droga sin problemas y se abrazaron y se besaron en la boca y se despiojaron mutuamente como signo de buena voluntad. Y llamaron a un león y todos los jefes de todos los clanes lo eligieron presidente. Y gritaron: ¡Presideente, presideeente!
Y todos se fueron muy contentos aunque dentro de sus corazones hubiera odio y rencor.
Y se decretó primeramente que toda la gente fuera feliz e hiciera negocios y saliera a las calles a bailar y reír.
Regalaron frutas, banderas y fotos del presidente.
¡Qué bien!, se dijo el mono araña sin llegar a entender muy bien lo que pasaba.
Y lo más sorprendente de esta historia verídica era que, con el movimiento y las ondulaciones y los espasmos de los simios al bailar, la piel se les desprendía en pedacitos y caía al suelo, y el mono araña descubrió estupefacto que unos eran en realidad hienas y otros, la mayoría, borregos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido mono araña:
De árbol en árbol llegarás a muchos sitios, y en todos habrá gorilas o hienas o macacos o borregos o o o o o o.En todos habrá también monos arañas y puede que hasta fiestas que no sean de disfraces.
P.