29 septiembre 2008

¡Protestad, protestad, malditos!

El Protestón está leyendo el periódico en un bar. Una noticia atrae su atención; dice que la normativa europea sobre seguridad en los aeropuertos acaba de hacerse pública.
El Protestón siente una sensación agridulce encima del estómago y piensa que cómo es posible que las normas que regulaban los registros, las mercancias prohibidas, fueran secretas.
Es ilegal obligarnos a que nos quitemos el cinturón o las botas y "El País" nos aconseja que nos neguemos a hacerlo.
Unos días más tarde, en el aeropuerto de Barajas (Madrid), el Protestón y su acompañante con botas tienen un incidente: el Protestón recuerda a los guardias de seguridad la normativa y uno de ellos le dice que si va a enseñarle a hacer su trabajo y que botas fuera o no se pasa.
Mientras tanto el otro vigilante llama a la Guardia Civil para que se encargue del alborotador. Eso es todo. Las decenas de personas que esperan en la cola siguen levantando los brazos, quitándose el cinturón o pasando el arco magnético descalzos.

Aeropuerto de Roma. Más de 300 personas esperan para pasar un control de pasaportes completamente inutil puesto que a esas alturas todos hemos justificado nuestra identidad varias veces. El Protestón observa que la gente está nerviosa: con los retrasos muchos llegan justo al tránsito y a su nuevo avión. El Protestón cuenta hasta 12 cabinas de control de pasaportes y se sorprende de que sólo 2 estén en funcionamiento, y grita: "Abrid más cabinas, cojones".
La gente lo mira con curiosidad, como asintiendo en silencio.
Otra vez el Protestón: "Si protestáramos un poco igual no nos tratarían como borregos".
Nuevo silencio.
Y eso es todo. Seguimos en la cola. Y cada uno que consigue pasar el embudo se lanza a una carrera por los pasillos para no perder el avión.

Dublín. El Gran Hermano. Cámaras de vídeo-vigilancia en cada calle, en cada comercio, en cada pub. El Protestón está en la terraza de un pub destinada a que los fumadores no molesten a la gente de bien no fumadora que se emborracha dentro. En la puerta un matón impresionante selecciona a las personas con derecho a gastarse su dinero en ese establecimiento público.
Un hombre de cincuenta y tantos años, un poquito borracho, se acerca a la terraza y pide un cigarro al grupo de la mesa de al lado. No es extraño, puesto que un paquete de tabaco cuesta -que no vale- entre 7 y 8 euros que van directamente a las arcas de ese estado insaciable que a cambio consiente que lo consumamos en la calle. Una chica saca un cigarro para el hombre. El matón no lo permite: agarra al hombre, lo pone de espaldas a la calle y lo empuja brutalmente. El borracho fumador cae de espaldas, se golpea la cabeza y queda tendido, inmóvil, ¿muerto? Después el gorila saca su móvil tranquilamente y llama a la policía. En la terraza nadie se mueve, nadie dice nada; siguen sentados en silencio. Al Protestón se le revuelve el estómago, se levanta y se caga en los muertos del asesino legal, -en español, claro, que el Protestón tiene miedo de que le ocurra lo mismo que al borracho- y se va de esa mierda de lugar. Mira hacia atrás y ve al matón tranquilo -quizá pensando en lo poco que cobra para encargarse de tanta escoria-, a la gente sentada y al hombre inmóvil en el suelo, y piensa en la barbarie de un país "civilizado" en el que te pueden matar legalmente por pedir un cigarro. Sabe que es inútil quedarse y explicarle los hechos a la policía que en algún momento llegará. Sabe que en las sociedades enfermas el que tendrá problemas legales -si está vivo- será el borracho. El otro, el matón, es un buen tipo que se dedica a protegernos.

Pintadas en Granada.




Pintadas en Granada.





Pintadas en Granada.




Pintadas en Granada.





Pintadas en Granada.




26 septiembre 2008

Recapitulación en el segundo aniversario.

Un blog da muchas satisfacciones: alimenta el ego y la autoestima, te permite expresarte sin que nadie te interrumpa, y a veces hasta recibes comentarios elogiosos. Un paraíso.
Mantenerlo no es fácil, hace falta constancia, inspiración y tecnología.
Contentar a los lectores, -incluso si el blog es pequeño, sin demasiada ambición y ninguna publicidad-, es imposible.
R. me dice desde Irán que menos fotos hispánicas y más contar algo sobre lo que pasa en Líbano.
-"Es que en Líbano no pasa nada ahora, al menos en mi cabeza. Porque acabo de llegar."
A J. no le gustan mis ideas políticas; mi visión de Palestina, según él, es la misma que la de los independentistas vascos.
-"¡Qué culpa tengo yo si los nacionalistas no se han dado cuenta de que a quien se parecen es a Israel y que los pañuelos palestinos en sus cuellos son como una broma sin gracia."
El mismo J., y también N., me acusan de que sólo escribo de cosas tristes y negativas.
Esto debe de ser, como decía el poeta hortera, que cuando estás feliz te dedicas a vivir y no escribes.
Sin embargo P. y B. saben, dicen, mi estado de ánimo según lo que escribo y su frecuencia.
Según M. me quedo a medias, no "me lanzo" a fondo.
Sin embargo cuando C. entra en el blog se siente inquieto, piensa que la CIA lo sabe.
Al hermano de P. le gustan las fotos; a P., a M., a otros, los poemas, los microcuentos, las pequeñas historias costumbristas.
A. prefiere la crítica política.
Los libaneses emigrantes quieren ver imágenes visuales o escritas de su país, saber qué ambiente se respira y recordar.

L. me dice que no prometa lo que no voy a cumplir, así que sólo prometo intentar escribir para este tercer año cosas alegres y bonitas, informar, divertir, hacerme amigo de la CIA, criticar el mundo con tolerancia, hablar de Líbano, de Beirut, de la gente, lanzarme a fondo, escribir crónica, poesía, teatro, poner fotos bonitas bonitas que te cagas de bonitas, desenmascarar el "sionismo" de Arzallus, arreglar el mundo, responder a los comentarios, poner enlaces, escribir con regularidad, ser moderado y lo contrario, e incluso entonar el mea culpa escribiendo unas "Alabanzas a la corbata: esa prenda".
Hay que ver lo que uno es capaz de hacer por contentar a los amigos.

P.D.: Pero dejadme antes que termine de poner las fotos de este verano.
Y que os cuente un poco lo que pienso sobre las extrañas semejanzas semánticas entre los conceptos de "bárbaro" y "civilizado".
Y luego ya empiezo con lo otro, si eso.