25 febrero 2009

Si eggque ya te digo, la experiencia es la madre de la ciencia.

Yo no tengo nada contra los estudios basados en encuestas: me parecen un género literario muy ameno.
Tampoco tengo nada contra los anglosajones, ni creo, como dicen algunos ufólogos con mala fe y sin pruebas concluyentes, que estén abducidos por criaturas de otros planetas que, al controlar sus mentes, dominan asimismo el mundo.
Por lo tanto, y dentro de la serie “Encuestas anglosajonas” (ver episodios anteriores), comentemos un par de sesudos estudios que sirven para tirar el dinero del contribuyente a la vez que entretienen al oficinista en sus largas horas de desidia ante el ordenador.

Pero antes quisiera dejar constancia de una tremenda decepción: yo, antes de conocer las encuestas anglosajonas, tenía una idea mitificada de los científicos; los imaginaba trabajando día y noche, apenas sin comer, con bata blanca, despeinados, desentendidos del mundo para centrarse en el estudio de los mitocondrios, por ejemplo. O de cosas aún más raras e invisibles.
Ahora sé que el término “científico” es tan engañoso como el de “artista”: todo depende de los gustos y del morro que se le eche.
Yo creí en mi ingenuidad que si “un equipo de investigadores” quería estudiar el concepto de felicidad en el ser humano analizaba las reacciones neurológicas y esas cosas inaccesibles al común mortal, en lugar de preguntar a “x” personas, “oiga, ¿usted es feliz?, hacer porcentajes de las respuestas y publicarlo en una revista científica, concluyendo, por cierto, que el 47% de los seres del universo “es feliz a ratos”, el 18% “sí, en general”, el 30% ni fu ni fa, y sólo un 2’31% “no, en absoluto” (Sí, ya sé que no suma 100, ¿y qué?).
Ahora, sin embargo, sospecho que hacer estudios es necesario para el currículum del estudioso con vistas a esa plaza que va a salir y que ya le han asegurado que será para él, pero bueno, en todo caso…Y que publicar en revistas cientificas (pronúnciese como está escrito: cientificas) mejora el prestigio y el ego en un submundo tan endogámico, feroz y autocomplaciente como es el universitario.

La primera joyita es un estudio de la Universidad de Newcastle, “al noroeste de Inglaterra”, por si quieren visitar ese templo del saber.
El impactante titular es: “Poner nombre a las vacas aumenta su producción de leche”.
¡Un momento, avaros! Antes de poner nombre a vuestras vacas para forraros vendiendo su leche en el mercado y con las ganancias comprar más vacas a las que poner nombre, esperad a saber más. Que no es tan fácil. También hay que tratar a las vacas “atentamente”, con un “tratamiento personalizado” (que viene de “persona”); porque así “las vacas están más contentas y más relajadas”, nos explica Catherine Douglas, que ha dirigido el estudio publicado en la revista “Anthrozoos”.
Esta Catherine es la leche.
Algunos aguafiestas dirán que para eso no hacía falta un estudio científico, que cualquiera sabe que siempre será mejor tratar bien a una vaca (y a un perro, planta o persona) que darle de palos.
Sí, bueno, es verdad, pero no está tan claro, que hay otros partidarios de que “la letra con sangre entra”, y en todo caso lo importante del estudio es que, lo que simplemente sospechábamos, ahora ha quedado “científicamente demostrado”.
Interesante, hum, digo yo, y me pongo la mano izquierda en la barbilla.
Yo pondría un solo “pero” (y 2 sin embargos) a este estudio admirable, y es que se ha hecho con “cuestionarios a 516 ganaderos del Reino Unido”.
¿Por qué no se ha preguntado a los propios sujetos del estudio, a las vacas? Si lo hiciéramos quizás lo resultados serían más fiables.
¿Quién le dice a usted que a la vaca “Estrella” o a la oveja “Dolly” les gusta su nombre?
¿O que les agrada que las traten personalizadamente cuando tal vez por timidez preferirían pasar desapercibidas?
Otra duda que planea sobre el estudio es si las conclusiones son ampliables a toda la humanidad vacuna, puesto que cabe la posibilidad (aunque yo no lo creo) de que las vacas británicas estén también abducidas por seres venidos de lejanas galaxias.

El segundo estudio es también espectacular; comienza así: “Un equipo de investigadores de la Universidad de Pittsburg ha descubierto que las mujeres que son felices con sus maridos o parejas tienen menos problemas para dormir que las que están solteras”.
Y sigue así: “Nos dimos cuenta de que las mujeres felizmente casadas se quejan menos de alteraciones en el sueño […] comparado con las mujeres que no presumen de un matrimonio feliz”, explicó Wendy Troxel, una profesora asociada de psiquiatría al frente del estudio […] que informó sobre el descubrimiento en el diario “Behavioral Sleep Medicine” (que, por cierto, es un diario especializado donde los haya).
Estoy impresionado. Esto es una bomba.
Incluso el periodista se permite aplicar las conclusiones: “Un buen remedio para las mujeres que no pueden dormir es un matrimonio feliz”.
¿A qué estáis esperando, insomnes mujeres solteras?
Otro punto importante: “Las mujeres se suelen quejar más de dificultades para dormir que los hombres, pero gran parte de este estudio se ha centrado en cómo problemas masculinos como roncar o la apnea del sueño afectan a sus mujeres”.
El artículo no dice cómo pero yo sospecho que afecta “negativamente”.
Un detalle, el estudio tampoco parece explicar por qué las mujeres en general duermen peor que los hombres. Ni tampoco cómo se comprueba que la encuestada no miente cuando dice que su matrimonio es feliz, teniendo en cuenta que, según un estudio que he hecho, las mujeres tienden a asegurar en público que en su matrimonio no existe ni el más mínimo problema aunque sea evidente lo contrario y aunque les retuerzan un brazo.
Supongo que esto lo estudiarán posteriormente Wendy Troxel y su equipo…en cuanto lleguen los fondos necesarios.
Y ahora llega mi parte favorita de las encuestas anglosajonas: la metodología del estudio, que es la de siempre.
“Entrevistaron a 1938 mujeres con edades comprendidas entre los 42 y los 52 años, con diferente origen étnico en 7 grandes ciudades de EEUU”.
Más concretamente “en el estudio participaron mujeres afroamericanas de Boston, Chicago, Detroit y Pittsburg, chinas de Oakland y California, japonesas de Los Ángeles y latinas de Newark”.
Y aún hay más: “Las mujeres caucásicas y afroamericanas se mostraron más quejumbrosas que las japonesas, latinas y chinas, a la vez que las caucásicas y las japonesas fueron las que dijeron estar más felices en sus matrimonios”.
Joder, yo me voy a volver loco, entonces dormir bien depende de que tu padre fuera chino o de que vivas en Detroit.
Desde luego, no cabe duda de la validez universal de este estudio.
El artículo, una vez más, no nos informa de si Wendy Troxel y su equipo han sido sometidos a análisis para ver si consumen sustancias psicotrópicas.
Yo, modestamente, que no soy científico, también he sacado una conclusión de estos estudios: es mucho más fácil localizar a un científico que a Wally o que una aguja en un pajar. Porque el primero siempre va acompañado de su equipo de investigadores.

12 febrero 2009

Freedom always comes for free.


Los pañuelos palestinos teñidos de colores están de moda; la sociedad de consumo deshumaniza los símbolos y elimina las ideas, porque todo sirve para comerciar y la única idea es vender. Es de casi tan mal gusto como los anuncios de Benetton utilizando la imagen de un enfermo terminal de sida.

Los “jóvenes independentistas vascos” siguen llevando los pañuelos palestinos clásicos, el rojo o el negro, porque, aunque parezca una broma, se sienten oprimidos y se identifican con los pueblos oprrimidos. Oprrrimidos porque el tendero no es capaz de comunicarse con ellos en nuestra lengua sagrada, ésa misma que el “joven abertzale” no domina. Oprrrrimidos porque el Atletic no gana la Liga. Y se sienten héroes de Intifada cuando queman un cajero o una bandera de España. Piensan que la policía autónoma del PNV, perdón, del País Vasco, es peor que el Tsahal, sin sospechar siquiera que la Ertzaintza tiene órdenes del partido de no molestar a los muchachos, descarriados pero, al fin y al cabo, de “los nuestros”…ay, si Sabino Arana levantara su obtusa cabeza comprobaría con agrado basko-katóliko que en su pueblo sigue siendo tan difícil follar como en su época; pero estaría horrorizado al ver cómo los jóvenes vascongados se identifican con negros cubanos y árabes de ésos infieles en lugar de con los sionistas, tan cercanos a su mentalidad.

Cuando veo las camisetas del Che Guevara a 15 euros, el negocio de las ONGs, de los productos “bio” a precio de oro, como si los cultivaran con agua mineral…oh, si Juan Valdés, -el que cogía grano a grano el café de Colombia, y eso que era el jefe de la empresa- levantara el sombrero…

Cuando veo que me han tocado 3 millones de libras esterlinas en la lotería del Reino Unido, sin ni siquiera haber jugado, qué suerte, o que un tío de un banco de Nigeria me ha elegido a mí para compartir 815.654.721 dólares…borro el mensaje, no vaya a ser que sea un virus mental.

Cuando veo en la televisión un anuncio en el que aparece una familia rubia y feliz corriendo por los trigales, o un abuelo con gafas en la punta de la nariz y olor a limpio y a no ser abuelo, sonriendo a su supuesto nieto perfecto de “casting”; cuando, al mismo tiempo, una voz en off, cálida y falsa de tan sincera que parece, nos cuenta que están comprometidos con el medio ambiente, con el futuro de nuestros hijos, con la igualdad o con el desarrollo sostenible de los recursos naturales del planeta y si te descuidas de otros planetas…entonces ya sé que se trata de publicidad de una multinacional del gas, de una compañía química o de un jodío banco.

Todo este eructo introductorio viene a cuento de que en varias zonas de Beirut han aparecido muros llenos de bonitos grafitis, pintadas coloristas, diseños estéticos.
¡Qué bien!, se dice uno, porque uno está a favor de que las pintadas llenen de color las ciudades, sin permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. A diferencia de algunos edificios, de algunas tiendas, de todos los coches, las pintadas a veces son auténticas obras de arte, de color, de revuelta y libertad de expresión.
Pero todo tiene dos caras, como los calendarios de bolsillo: por un lado la Virgencita del Pilar; por el otro, la publicidad de la taberna Los Julis.
Y sospeché algo cuando volví a España y vi en Granada o en Madrid maravillosos grafitis, zonas enteras decoradas.
Y me pareció que en la España aséptica de Zapatero, donde todo debe estar controlado por el estado y tener permiso, eso era muy raro. A ver si va a ser que –me dije- esto no son pintadas libertarias sino proyectos municipales de decoración urbana y promoción de jóvenes artistas, dotados con una subvención y un presupuesto de 95.200 euros?
Y así se aleja a los jóvenes de la droga y la delincuencia juvenil, que se empieza por una pintada ilegal y se acaba en la heroína.
O se mantiene al sobrino artista del alcalde, porque en la España modelna se subvencionan las tradiciones locales, que pa eso somos muchos pueblos muy distintos y de gran riqueza cultural, pero queda una tradición nacional sin peligro de extinción: el enchufismo.

De vuelta a Beirut hacía fotos de grafitis, algunos un poco estilo yanqui, como del metro de New York, pero bonitos, oiga, bonitos….
Y, de repente, me entero de que se trata de un “proyecto” de una ONG estadounidense.
¡Oh, hados infames! ¡Oh, desesperanza! ¡Oh, estrépito de las bóvedas celestes!
Beirut, ¿tú también, hijo mío?

Para empezar, a las ONGs les sobra la ene, y más a las estadounidenses; es difícil creer que un país que permite, apoya y santifica los bombardeos israelíes sobre Líbano tenga a la vez intereses solamente humanitarios y que sus ONGs actúen con libertad de pensamiento y acción.
Para seguir, en un país con más de 30% de la población por debajo del umbral de la pobreza o con más de medio millón de palestinos refugiados en condiciones lamentables, resulta cuando menos chocante dedicar el dinero de la cooperación y el desarrollo a que unos jóvenes, que sin duda no pertenecen a ese 30%, hagan pintadas en los muros.
Para terminar, no alcanzo a comprender a los participantes en el proyecto…o quizás es que prefiero no hacerlo. Para pintar paredes se necesita sólo un bote de pintura. Es verdad que las ONGs gastan el 90% de su presupuesto, que es dinero público, en su propio mantenimiento(sueldos, coches, casas, viajes, material informático, etc).
El patrocinio del grafitero va contra la misma filosofía de la pintada.
De alguna manera el artista se vende y renuncia a sus ideas y a su protesta.
Y en la pintura subvencionada se diluye su libertad…porque la libertad creativa siempre es gratis. Especialmente cuando se pinta sobre un muro lleno de balazos.

04 febrero 2009

Basta de privilegios.

Son las 21’30 en la calle Gemmeyzè, la zona de ambiente nocturno de Beirut; antes era más canalla, informal y pijabohemia , pero, desgraciadamente, la zona pija a secas y bacalaera , la calle Monot, se pasó de moda porque todo pasa de moda muy rápido en Beirut. Y los bares y los pijos y el bacalao y los coches se han trasladado a Gemmeyzè.
Y con ellos, los atascos porque la principal distracción de un pijolete es llegar con su coche hasta la misma puerta del pub o restaurante y dejarlo en medio de la calle para que se lo aparquen; se creen que, como dicen los franceses, “ça fait chic”. Si para ello hay que estar una hora en el atasco pues mejor que sale más barato y a la vez se luce coche y música hortera.

De repente se oyen sirenas, apremiantes.
¿Una ambulancia? ¿Los bomberos?
No, una caravana de “todoterrenos” con cristales tintados y matrícula diplomática precedida por la policía libanesa, que les abre paso.
Reconozco las matrículas de la Comisión Europea; el estruendo es ensordecedor.
Primero me cago en tó y después me digo pa mis adentros que esta gente sólo “trabaja” por las mañanas, qué raro.
Al final consiguen pasar y desaparecen con su ruido. Mucho más ruido que nueces.

Sigo andando. 400 metros después los coches de la Comisión Europea están aparcados.
Mal aparcados. Delante de un restaurante argentino de moda.
Los funcionarios-privilegiados ya han subido. Junto a los coches quedan los matones con auriculares de matón, riendo. Supongo que comentan la hazaña: haber molestado a cientos de personas para que sus amos no esperen 10 minutos. Desde luego, se ganan el sueldo. Los que están cenando arriba, no.
Dicen que la carne de este restaurante viene directamente de Argentina, lo que, al parecer, justifica el precio.
Lo que nada justifica es que unos chupatintas con traje sean escoltados por la policía libanesa para ir a cenar.
Ni que el chófer de la Embajada de España lleve al cine por la noche a la señora del embajador.
Que tengamos que pasar arcos magnéticos y registros cuando el embajador de Francia va al cine.
Que utilicen los coches oficiales para sus asuntos privados, como si los pagaran ellos y no nosotros.
Que se corte el tráfico cuando un politiquillo pasa.
Que a la gente le parezca normal.
Ya es hora de que empecemos a considerar a esta gente como lo que es: funcionarios con sueldos exagerados y escasísima utilidad pública.
El panadero es mucho más importante. Y además se gana el sueldo. Y además espera en los atascos.