28 septiembre 2012

Un gobierno ilegítimo y mediocre.

Algunos miembros del actual gobierno español comparan las manifestaciones frente al Congreso de los Diputados con el golpe de estado encabezado por Tejero, el de "¡se sienten, coño!". Hay que carecer de vergüenza para hacer esa comparación, es decir, lo normal en ellos. Sin embargo la acusación no parece muy grave viniendo de gente tan poco creíble y tan poco preparada, gente que está en el gobierno de España, exclusivamente porque medraron en su partido y porque los españoles ya no aguantaban más a los seudo-socialistas; poco bagaje para tan ardua tarea de sacar a España de la crisis que nos regalaron los amigos de Ansar.
Puestos a hacer comparaciones odiosas, se podría tal vez decir que la política de recortes de esta pandilla la podría llevar a cabo un niño de 8 años que supiera sumar y, sobre todo, restar: te resto 5 y me llevo 4.
Que el ministro de economía (y lo escribo con las minúsculas que merece) está tan lejos del Premio Nobel de Economía como su sensibilidad de la del pueblo español, es decir, a años luz.
Llevarse el 20% de los premios de las loterías podría ser comparado con una "sustracción" al comprador del décimo, aunque la del gobierno se haga a mano armada de decretazo y ordenador a cuenta del dinero público, y a cara (dura) descubierta. Pensar que el gobierno va a emplear ese 20% en mejorar el empleo, la sanidad y la educación, es comparable a creer que Mariano Rajoy podría tener un espléndido futuro como humorista o bailarín sexi.
Comparar el derecho a la manifestación y a la expresión libre con un atentado al estado de derecho es como comparar la democracia con la dictadura. Decir que esas manifestaciones dan mala imagen de España recuerda al personaje del Lazarillo, aquel niño que se asustaba al ver a su padre porque era negro; y eso sucedía porque el pobre chaval no tenía espejo para ver su propio color.
Afirmar que un gobierno es legítimo solamente porque ha ganado unas elecciones, es confundir la cáscara con el huevo, porque un gobierno que gana las elecciones con un programa y unas promesas que no cumple, para lo único que está moralmente legitimado es para dimitir.