28 octubre 2008

Sí, buana.

El despotismo ilustrado del "todo para el pueblo pero sin el pueblo" consiste primordialmente en considerar que los ciudadanos son gentecilla imbécil, sin cultura ni personalidad ni responsabilidad, a la que hay que obligar a hacer las cosas que el déspota (ilustrado, o iluminado por la luz del poder) considera que una sociedad "de bien" debe hacer. Somos seres gamma incapaces de distinguir lo bueno de lo malo, lo moral de lo inmoral, lo perjudicial de lo beneficioso. No hay problema, para eso están ellos, para decirnos lo que debemos comer y beber, dónde y a qué hora tirar la basura, que fumar es malo; para prohibirnos, controlarnos, higienizarnos, aseptizarnos. Idiotizarnos.

Los gobernantes están muy lejos, salvo honrosas excepciones, de ser unos ilustrados; y el despotismo ilustrado sin ilustrados no es más que despotismo. Despotismo higienista que huele a american way of life, sancionador de la letra con sangre entra, preventivo, securitario, abusivo, homogeneizador del borreguismo.

Pretenden quizás que identifiquemos lo moral con lo legal, lo digno con lo legal, lo bueno con lo legal. Si te gusta, bien; y, si no, a joderse.

Pero la pena de muerte es inmoral aunque sea legal, quitarse los zapatos en un aeropuerto es indigno, aunque fuera legal, que ni siquiera lo es.

En esa mentalidad del déspota que se cree ilustrado se aplica a veces la siguiente norma: si alguien quería hacer un atentado con un explosivo líquido (no se necesita ni que sea verdad, basta con que el déspota diga que alguien quería y nosotros lo creemos y si no lo creemos qué más da), entonces se prohiben todos los líquidos en los aviones; si un día dicen que uno llevaba un explosivo en un zapato pues a partir de entonces hay que quitarse los zapatos.

Tolerancia 0, seguridad 10, control 100, legalidad 1.000, uniformización 100.000... resistencia, protesta, democracia, dignidad...también 0.

El alcalde de Cádiz prohibe echar arroz en las bodas a la salida de la iglesia..tal vez para que las palomas (plaga terrible para los higienistas que acabaron con los gatos y los perros libres, perdón, vagabundos) se mueran de hambre; o será que en 1993 uno se resbaló en el arroz caído y se rompió la cadera. O será para evitar que en el 2013 uno se resbale en el arroz caído y se rompa la cadera.
A los autobuses se les quitaron las ventanillas aquellas tan frescas que se abrían y ahorraban aire acondicionado. Por seguridad y para que las personas viajeras no tengan ni la más mínima posibilidad de decidir nada, abrirla o cerrarla.
Ante la ley no hay discusión: si un bancomierda te pone una penalización y protestas, te hablan del Tratado de Viena que al parecer permite y legaliza el robo y punto.
Si otro pretende cobrarte una comisión abusiva, llámese usura, por pagarte un cheque de la misma entidad y lo discutes, te dicen: “Es que es así”. Y a callar.
Si otra de estas hienas te congela durante varios días el dinero que has ingresado, resulta también “que es que funciona así”.
El conductor de un autobús turístico de Granada deja la puerta de atrás abierta y cierra la de delante. Los turistas suben por detrás y el tipo no dice nada. A la hora fijada nos dice que salgamos, rodeemos el autobús y subamos por la puerta delantera. Pero bueno, ¿estamos tontos o qué? El conductor sentencia: “Son las normas”. Todos se bajan en silencio y lo hacen sin rechistar. Ni siquiera balan, “beeee”. Yo me voy a pie y me cago en ese tipo de normas imbéciles y en el robot que conduce el autobús.

En realidad, no hay tolerancia cero. En muchos casos se yerguen por encima de ella la hipocresía y el dinero.
Se prohiben algunas drogas y otras no.
Los bancos roban sin pudor con el beneplácito de los gobiernos.
La justicia depende de los partidos políticos.
Algunos países hacen lo que quieren, incluso prohibir a otros que hagan lo mismo.
En los autobuses está todo prohibido excepto hablar por teléfono y darle el coñazo al resto de los viajeros con tus interesantes intimidades.
Si un perro muerde a un niño se pone bozal a todos los perros. Pero si un petrolero contamina el mar ni se nos ocurre prohibir el transporte marítimo del petróleo.
Si el tabaco mata y molesta, se prohibe. Pero si los coches matan y molestan muchísimo más, da igual.
Y el ministro higienista, déspota iletrado, enchufao con cartera, llega en su Mercedes que no paga, con chófer y tubo de escape, y cortan el tráfico para que el señor pase y no tenga que esperar. Que tiene mucho trabajo. Que aún tiene mucho que prohibir.

23 octubre 2008

Niño de Bourg Hammoud.


Se aceptan fotos de otros en el blog, sobre todo si son tan bonitas como ésta.

16 octubre 2008

Souk al Ajad.

El "zoco de los domingos" es una mezcla de mercado árabe y rastro madrileño.
Hoy he mirado a los animales, en su mundo, con sus problemas.
Había un pez moribundo y los otros, al pasar, lo mordían: aún no había muerto y ya se había convertido en comida.
Un pavo real atado a una cuerda que no era consciente de la mala suerte de ser tan bonito.
Un águila con los ojos cerrados, como hastiada de la gente, que no quería ver a los que la miraban.
6 cachorritos, hermanos, en una jaula, intentando encontrar espacio suficiente para tumbarse y dormir.
2 monos que comían pipas de calabaza, concentrados en pelarlas con las manitas y la boca.
Ratones blancos corriendo sin parar en la noria, no sé si por juego o creyendo que iban a algún lado...
Extraños animales -para mí, no para ellos mismos-: gallinas con melena, peces chupadores, culebras de agua en botellas, pajaritos de colores tan pequeños que podían volar en la jaula, tan pequeños que la jaula era un mundo.
Y, no sé por qué, todo me ha recordado a los humanos, a nuestro mundo, nuestras miradas, nuestras jaulas.