04 febrero 2008

La Ashura.

En el siglo VII se daba en el joven Islam una lucha político-religiosa por la sucesión que acabó provocando la escisión y el nacimiento de las 2 grandes ramas musulmanas: los Sunníes y los Chiíes.
A grosso modo, se oponían los sunníes(que dieron lugar al Califato Omeya) a los seguidores de Ali (4º califa y yerno de Mahoma).
En esta guerra civil triunfaron los sunníes y murió Ali.
En el año 680, al morir el califa Moawiya en Damasco, se vuelve a plantear la lucha entre ambas ramas, representadas por un lado por el hijo de Moawiya, Yazid, y por el otro, por Hussein, hijo de Ali y de Fátima y nieto de Mahoma, que se rebela contra el poder establecido y apela a sus derechos como descendiente directo del Profeta.
Yazid, con 3.000 hombres, sorprende a Hussein y sus 72 guerreros en los alrededores de Kerbala (actualmente en Irak).
Tras dos días de desigual batalla, Hussein y unos pocos supervivientes de su grupo son torturados y asesinados.
Desde entonces, hace ya más de 1.300 años, los chiíes conmemoran el martirio y muerte de Hussein en la festividad llamada Ashura.
El décimo y último día de la Ashura se practica la ceremonia de la sangre, al menos en los lugares chiíes donde los gobiernos o los grupos religiosos no la han prohibido.
En Siria (donde hay un 10% de chiíes y sólo un 1% de chiíes “ortodoxos”) se hace en la Mezquita de Sayida Zeinab, a las afueras de Damasco, de forma semi-clandestina, ya que está oficialmente prohibida (aunque no perseguida).
En Irak, país de mayoría chií, se ha vuelto a celebrar desde la invasión estadounidense y la caída de Saddam Hussein.
En Líbano, los 2 grandes grupos político-religiosos o clanes chiíes lo conmemoran de diferente manera: mientras que el Hezbollah ha prohibido la sangre y realiza una manifestación político-religiosa en Beirut, Amal continúa haciendo la “fiesta” de la sangre en Nabatiyeh, en el sur de Líbano.

La Ashura en Nabatiyeh.

Nabatiyeh es una ciudad del sur interior de Líbano, a una hora de la capital.
El décimo día de la Ashura miles de personas se concentran en sus calles para practicar la ceremonia de la sangre.
El ejército libanés acordona la zona, un “circuito” que rodea el campo de fútbol y pasa por delante de la mezquita. Los antidisturbios observan desde fuera el acto pero nunca he visto que hayan tenido que intervenir.
Este año entre el público había también un servicio de “seguridad” de Hezbollah, que ha recuperado su influencia en la ciudad desde la guerra contra el ejército israelí en julio de 2006.
El cordón sanitario está perfectamente organizado con la Cruz Roja, la Media Luna Roja y otras organizaciones médico-sanitarias musulmanas. A cada grupo de penitentes le acompañan camilleros que recogen inmediatamente a los que caen. A lo largo del circuito están instalados al menos una decena de puestos de socorro. Varias ambulancias están preparadas en las cercanías.
Otros grupos de voluntarios reparten agua, zumos y dulces.
A media mañana se celebra en el campo de fútbol una representación con actores a caballo de la batalla de Kerbala y la muerte de Hussein.

Pero lo realmente impresionante está pasando en las calles desde las ocho o nueve de la mañana, el éxtasis de penitencia y sangre.
El acto consiste en hacerse cortes en la cabeza con una navaja de afeitar, algunos se hacen uno o dos, otros 14 ó 16, depende de cada uno, de su valor y autocontrol.
Los cortes son superficiales pero sangran mucho. A partir de ahí recorren las calles en grupos dándose golpes con la mano abierta o con la arte plana de un machete, espada o cuchillo. Esto provoca que la sangre brote de manera espectacular. Muchos llevan sábanas blancas a modo de túnica que acaban teñidas de rojo. A algunos al final no se les ve la cara entre tanta sangre. Bastantes, que no paran a tiempo, se desmayan por la pérdida de sangre.
Según pasa la mañana todo se acelera: al principio son niños y hombres mayores los que van recorriendo las calles, unos grupos lo dejan después de un rato, otros comienzan.
Al final, entre las doce y la una del mediodía, sólo quedan los grupos de jóvenes más exaltados, los que dan vueltas al recorrido en estado de trance golpeándose sin cesar al grito de “Haidar”, a veces acompañados por un bombo o una trompeta que les marca el ritmo de los golpes. Muchos de éstos no paran hasta caer desmayados.
En Nabatiyeh no se hacen flagelaciones al estilo de Irak.

Si cuento todo esto no es para describir una costumbre salvaje sino para todo lo contrario, para explicar el origen y los motivos de esta tradición milenaria.
Las fotos que acompañan pueden chocar por su crudeza y aparente violencia; por eso me gustaría hacer unas puntualizaciones que eviten una mala interpretación.
En España, es triste decirlo, estamos llenos de prejuicios sobre el mundo árabe-musulmán, prejuicios alimentados por la ignorancia y por la imagen sesgada y negativa que nos presentan constantemente los medios de comunicación.
La Ashura es una conmemoración muy sangrienta; puede gustar o no, pero no deja de ser una ceremonia de penitencia, exactamente igual en su filosofía que algunas de la Semana Santa católica en España y no digamos en Filipinas.
Pienso que a nadie se le ocurriría calificar de “bárbaros” a los “picaos” españoles o a las señoras que hacen el recorrido de rodillas en Fátima y en muchos lugares de España por penitencia o para pedir favores divinos, agradecer los recibidos o cumplir promesas.
Probablemente es una forma de religiosidad popular equivocada y, como ya he dicho, muchos gobiernos y grupos la han prohibido; pero no es ni más salvaje ni más fanática por ser musulmana.

Una última cosa que puede sorprender: el ambiente en la Ashura de Nabatiyeh es acogedor, relajado, casi festivo. Los pocos extranjeros que vamos a verla estamos de acuerdo en que en ningún momento se palpa ni la más mínima agresividad ni se siente miedo entre tanta sangre y tanto cuchillo.
Los niños están orgullosos de haberse atrevido a hacerlo, de iniciarse en la tradición de sus padres. Las mujeres miran en silencio, pasean..
El que quiere lo hace y el que no quiere no lo hace, cada uno lo deja cuando lo considera apropiado…y así hasta el año que viene o hasta que la celebración sea prohibida.
No hay ninguna reivindicación política, sólo una autopenitencia religiosa, una tradición histórica y social.
Espero que en las fotos, detrás de la sangre, se pueda captar un poco de ese ambiente.

La Organización.




Los Cortes (1)



Los Cortes (2)



Los Grupos.




El Trance (1)



El Trance (2)




La Alegría.




01 febrero 2008

Vendedores de viento.

En Líbano estamos preocupados porque no hay presidente desde hace meses... bueno, es un decir, personalmente me importaría un huevo sino fuera porque es urgente una estabilidad política, sobre todo para ver si se consigue apaciguar la cada vez mayor división del país, de sus gentes, política, religiosa, mental...y socioeconómica.



Porque esto lo escribo a la luz de la vela: parece que ha habido una avería en la central eléctrica, será verdad o será mentira, en el fondo qué más da; antes la culpa de los cortes de luz era de Israel. Después fue de Siria porque Siria lo mismo vale para un roto que para un descosido y para culpable de todo, hasta del mal tiempo.

Lo que sí es seguro es que toda esa mierda de políticos (y perdonen la redundancia) que no se ponen de acuerdo y mientras no se ponen de acuerdo se alojan en un hotel de 5 estrellas, toda esta banda de ricos, capos con un pasado más negro que los cojones de un grillo, socialistas de palacio, millonarios populares, criminales con corbata, beatos del infierno, militares demócratas, milicianos y exmilicianos, hombres de negocios, cobardes que envían a otros a morir, negociantes capaces de vender su alma al diablo (eso sí, después de misa)... toda esta calaña, digo, no es capaz, ni lo ha sido nunca, de asegurar los servicios mínimos a la población.



Por eso el agua no es potable y la electricidad se corta constantemente.

Desde hace unos meses los cortes de luz duran exactamente 3 horas cada día en mi barrio.

Hay dos tipos de libaneses: los que se joden y los que tienen dinero para pagar por su cuenta lo que el Estado no les da.

Así que los pobres beben agua del grifo y los demás compramos agua mineral.

Así que los edificios buenos de los barrios buenos tienen un generador que paga cada vecino y que se enciende cada vez que se corta la electricidad.

Y los demás ponemos velas.

Así que los pudientes tienen, por 4 pesetas, una sirvienta de Sri Lanka o Filipinas que les limpia la mierda y acostumbra a los niños a la idea de que otras personas han nacido para servirles.

Y tienen un portero que les saca la basura al contenedor.

Y alguien les aparca el coche para que puedan bajarse en la puerta del restaurante.

Y la plaza de garaje privada, que en algunos barrios estrechos no hay quien aparque en la calle.

Y en los supermercados güenos uno nos llena las bolsas con los productos que hemos comprado y, con una propinilla, nos las lleva a casa...mejor dicho, hasta el coche, que andar por la calle es de pobres.

Y el que tiene dinero pasa de la Seguridad Social y se va a estupendos hospitales privados con habitaciones de 1ª, 2ª y 3ª, donde lo primero que hhay según se entra a mano derecha, es el cajero no autómatico, el cajero te-curo-previo-pago.



Lo normal es ir a las playas privadas, en parte por pijerío y no mezclarse con la plebe, y en parte porque las públicas no tienen ningún servicio, está llenas de basura y en muchos casos con desagües que desembocan en la misma playa. Por no hablar del desatre ecológico que provocó Israel con sus bombardeos de los depósitos de petróleo y no permitiendo que las playas se limpiaran. Cuando se empezó a hacerlo ya el petróleo se había hundido, impregnando los suelos marinos de la costa libanesa.



Una de las cosas que admiro de España es su sistema de seguridad social para todos.

Por lo demás, está claro que es estupendo tener electricidad siwempre.



Pero cada vez que voy a España siento quer hay otras cosas más importantes a la hora de considerar si un país va bien o no.



En Líbano todavía entras a un taxi y el taxista tiene la música puesta...y, lo que es más importante, a los clientes no les molesta.

Y en el autobús le pagas al conductor al entrar o al salir, como quieras, y nunca he visto a nadie aprovechar el descontrol para marcharse sin pagar.



La desorganización tiene sus defectos pero el exceso de organización también.

No sé qué es la felicidad pero sé que no es poder comprar muchas cosas.