01 febrero 2008

Vendedores de viento.

En Líbano estamos preocupados porque no hay presidente desde hace meses... bueno, es un decir, personalmente me importaría un huevo sino fuera porque es urgente una estabilidad política, sobre todo para ver si se consigue apaciguar la cada vez mayor división del país, de sus gentes, política, religiosa, mental...y socioeconómica.



Porque esto lo escribo a la luz de la vela: parece que ha habido una avería en la central eléctrica, será verdad o será mentira, en el fondo qué más da; antes la culpa de los cortes de luz era de Israel. Después fue de Siria porque Siria lo mismo vale para un roto que para un descosido y para culpable de todo, hasta del mal tiempo.

Lo que sí es seguro es que toda esa mierda de políticos (y perdonen la redundancia) que no se ponen de acuerdo y mientras no se ponen de acuerdo se alojan en un hotel de 5 estrellas, toda esta banda de ricos, capos con un pasado más negro que los cojones de un grillo, socialistas de palacio, millonarios populares, criminales con corbata, beatos del infierno, militares demócratas, milicianos y exmilicianos, hombres de negocios, cobardes que envían a otros a morir, negociantes capaces de vender su alma al diablo (eso sí, después de misa)... toda esta calaña, digo, no es capaz, ni lo ha sido nunca, de asegurar los servicios mínimos a la población.



Por eso el agua no es potable y la electricidad se corta constantemente.

Desde hace unos meses los cortes de luz duran exactamente 3 horas cada día en mi barrio.

Hay dos tipos de libaneses: los que se joden y los que tienen dinero para pagar por su cuenta lo que el Estado no les da.

Así que los pobres beben agua del grifo y los demás compramos agua mineral.

Así que los edificios buenos de los barrios buenos tienen un generador que paga cada vecino y que se enciende cada vez que se corta la electricidad.

Y los demás ponemos velas.

Así que los pudientes tienen, por 4 pesetas, una sirvienta de Sri Lanka o Filipinas que les limpia la mierda y acostumbra a los niños a la idea de que otras personas han nacido para servirles.

Y tienen un portero que les saca la basura al contenedor.

Y alguien les aparca el coche para que puedan bajarse en la puerta del restaurante.

Y la plaza de garaje privada, que en algunos barrios estrechos no hay quien aparque en la calle.

Y en los supermercados güenos uno nos llena las bolsas con los productos que hemos comprado y, con una propinilla, nos las lleva a casa...mejor dicho, hasta el coche, que andar por la calle es de pobres.

Y el que tiene dinero pasa de la Seguridad Social y se va a estupendos hospitales privados con habitaciones de 1ª, 2ª y 3ª, donde lo primero que hhay según se entra a mano derecha, es el cajero no autómatico, el cajero te-curo-previo-pago.



Lo normal es ir a las playas privadas, en parte por pijerío y no mezclarse con la plebe, y en parte porque las públicas no tienen ningún servicio, está llenas de basura y en muchos casos con desagües que desembocan en la misma playa. Por no hablar del desatre ecológico que provocó Israel con sus bombardeos de los depósitos de petróleo y no permitiendo que las playas se limpiaran. Cuando se empezó a hacerlo ya el petróleo se había hundido, impregnando los suelos marinos de la costa libanesa.



Una de las cosas que admiro de España es su sistema de seguridad social para todos.

Por lo demás, está claro que es estupendo tener electricidad siwempre.



Pero cada vez que voy a España siento quer hay otras cosas más importantes a la hora de considerar si un país va bien o no.



En Líbano todavía entras a un taxi y el taxista tiene la música puesta...y, lo que es más importante, a los clientes no les molesta.

Y en el autobús le pagas al conductor al entrar o al salir, como quieras, y nunca he visto a nadie aprovechar el descontrol para marcharse sin pagar.



La desorganización tiene sus defectos pero el exceso de organización también.

No sé qué es la felicidad pero sé que no es poder comprar muchas cosas.

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