12 febrero 2009

Freedom always comes for free.


Los pañuelos palestinos teñidos de colores están de moda; la sociedad de consumo deshumaniza los símbolos y elimina las ideas, porque todo sirve para comerciar y la única idea es vender. Es de casi tan mal gusto como los anuncios de Benetton utilizando la imagen de un enfermo terminal de sida.

Los “jóvenes independentistas vascos” siguen llevando los pañuelos palestinos clásicos, el rojo o el negro, porque, aunque parezca una broma, se sienten oprimidos y se identifican con los pueblos oprrimidos. Oprrrimidos porque el tendero no es capaz de comunicarse con ellos en nuestra lengua sagrada, ésa misma que el “joven abertzale” no domina. Oprrrrimidos porque el Atletic no gana la Liga. Y se sienten héroes de Intifada cuando queman un cajero o una bandera de España. Piensan que la policía autónoma del PNV, perdón, del País Vasco, es peor que el Tsahal, sin sospechar siquiera que la Ertzaintza tiene órdenes del partido de no molestar a los muchachos, descarriados pero, al fin y al cabo, de “los nuestros”…ay, si Sabino Arana levantara su obtusa cabeza comprobaría con agrado basko-katóliko que en su pueblo sigue siendo tan difícil follar como en su época; pero estaría horrorizado al ver cómo los jóvenes vascongados se identifican con negros cubanos y árabes de ésos infieles en lugar de con los sionistas, tan cercanos a su mentalidad.

Cuando veo las camisetas del Che Guevara a 15 euros, el negocio de las ONGs, de los productos “bio” a precio de oro, como si los cultivaran con agua mineral…oh, si Juan Valdés, -el que cogía grano a grano el café de Colombia, y eso que era el jefe de la empresa- levantara el sombrero…

Cuando veo que me han tocado 3 millones de libras esterlinas en la lotería del Reino Unido, sin ni siquiera haber jugado, qué suerte, o que un tío de un banco de Nigeria me ha elegido a mí para compartir 815.654.721 dólares…borro el mensaje, no vaya a ser que sea un virus mental.

Cuando veo en la televisión un anuncio en el que aparece una familia rubia y feliz corriendo por los trigales, o un abuelo con gafas en la punta de la nariz y olor a limpio y a no ser abuelo, sonriendo a su supuesto nieto perfecto de “casting”; cuando, al mismo tiempo, una voz en off, cálida y falsa de tan sincera que parece, nos cuenta que están comprometidos con el medio ambiente, con el futuro de nuestros hijos, con la igualdad o con el desarrollo sostenible de los recursos naturales del planeta y si te descuidas de otros planetas…entonces ya sé que se trata de publicidad de una multinacional del gas, de una compañía química o de un jodío banco.

Todo este eructo introductorio viene a cuento de que en varias zonas de Beirut han aparecido muros llenos de bonitos grafitis, pintadas coloristas, diseños estéticos.
¡Qué bien!, se dice uno, porque uno está a favor de que las pintadas llenen de color las ciudades, sin permiso de la autoridad y si el tiempo no lo impide. A diferencia de algunos edificios, de algunas tiendas, de todos los coches, las pintadas a veces son auténticas obras de arte, de color, de revuelta y libertad de expresión.
Pero todo tiene dos caras, como los calendarios de bolsillo: por un lado la Virgencita del Pilar; por el otro, la publicidad de la taberna Los Julis.
Y sospeché algo cuando volví a España y vi en Granada o en Madrid maravillosos grafitis, zonas enteras decoradas.
Y me pareció que en la España aséptica de Zapatero, donde todo debe estar controlado por el estado y tener permiso, eso era muy raro. A ver si va a ser que –me dije- esto no son pintadas libertarias sino proyectos municipales de decoración urbana y promoción de jóvenes artistas, dotados con una subvención y un presupuesto de 95.200 euros?
Y así se aleja a los jóvenes de la droga y la delincuencia juvenil, que se empieza por una pintada ilegal y se acaba en la heroína.
O se mantiene al sobrino artista del alcalde, porque en la España modelna se subvencionan las tradiciones locales, que pa eso somos muchos pueblos muy distintos y de gran riqueza cultural, pero queda una tradición nacional sin peligro de extinción: el enchufismo.

De vuelta a Beirut hacía fotos de grafitis, algunos un poco estilo yanqui, como del metro de New York, pero bonitos, oiga, bonitos….
Y, de repente, me entero de que se trata de un “proyecto” de una ONG estadounidense.
¡Oh, hados infames! ¡Oh, desesperanza! ¡Oh, estrépito de las bóvedas celestes!
Beirut, ¿tú también, hijo mío?

Para empezar, a las ONGs les sobra la ene, y más a las estadounidenses; es difícil creer que un país que permite, apoya y santifica los bombardeos israelíes sobre Líbano tenga a la vez intereses solamente humanitarios y que sus ONGs actúen con libertad de pensamiento y acción.
Para seguir, en un país con más de 30% de la población por debajo del umbral de la pobreza o con más de medio millón de palestinos refugiados en condiciones lamentables, resulta cuando menos chocante dedicar el dinero de la cooperación y el desarrollo a que unos jóvenes, que sin duda no pertenecen a ese 30%, hagan pintadas en los muros.
Para terminar, no alcanzo a comprender a los participantes en el proyecto…o quizás es que prefiero no hacerlo. Para pintar paredes se necesita sólo un bote de pintura. Es verdad que las ONGs gastan el 90% de su presupuesto, que es dinero público, en su propio mantenimiento(sueldos, coches, casas, viajes, material informático, etc).
El patrocinio del grafitero va contra la misma filosofía de la pintada.
De alguna manera el artista se vende y renuncia a sus ideas y a su protesta.
Y en la pintura subvencionada se diluye su libertad…porque la libertad creativa siempre es gratis. Especialmente cuando se pinta sobre un muro lleno de balazos.

4 comentarios:

david xavier dijo...

Olé, majo... ¡te estás superando!

Sergio Marin dijo...

Buen post.

Anónimo dijo...

SEX, EL NIÑO de Las PinTURAS es el responsable de muchas de nuestras fotos en Granada. He visto su página.. mírala, es interesante.

rakelbernal dijo...

contienen desaciertos tus escritos
pero son olvidables peque~eses
ante la memorable magnitud
de tus aciertos.