04 febrero 2009

Basta de privilegios.

Son las 21’30 en la calle Gemmeyzè, la zona de ambiente nocturno de Beirut; antes era más canalla, informal y pijabohemia , pero, desgraciadamente, la zona pija a secas y bacalaera , la calle Monot, se pasó de moda porque todo pasa de moda muy rápido en Beirut. Y los bares y los pijos y el bacalao y los coches se han trasladado a Gemmeyzè.
Y con ellos, los atascos porque la principal distracción de un pijolete es llegar con su coche hasta la misma puerta del pub o restaurante y dejarlo en medio de la calle para que se lo aparquen; se creen que, como dicen los franceses, “ça fait chic”. Si para ello hay que estar una hora en el atasco pues mejor que sale más barato y a la vez se luce coche y música hortera.

De repente se oyen sirenas, apremiantes.
¿Una ambulancia? ¿Los bomberos?
No, una caravana de “todoterrenos” con cristales tintados y matrícula diplomática precedida por la policía libanesa, que les abre paso.
Reconozco las matrículas de la Comisión Europea; el estruendo es ensordecedor.
Primero me cago en tó y después me digo pa mis adentros que esta gente sólo “trabaja” por las mañanas, qué raro.
Al final consiguen pasar y desaparecen con su ruido. Mucho más ruido que nueces.

Sigo andando. 400 metros después los coches de la Comisión Europea están aparcados.
Mal aparcados. Delante de un restaurante argentino de moda.
Los funcionarios-privilegiados ya han subido. Junto a los coches quedan los matones con auriculares de matón, riendo. Supongo que comentan la hazaña: haber molestado a cientos de personas para que sus amos no esperen 10 minutos. Desde luego, se ganan el sueldo. Los que están cenando arriba, no.
Dicen que la carne de este restaurante viene directamente de Argentina, lo que, al parecer, justifica el precio.
Lo que nada justifica es que unos chupatintas con traje sean escoltados por la policía libanesa para ir a cenar.
Ni que el chófer de la Embajada de España lleve al cine por la noche a la señora del embajador.
Que tengamos que pasar arcos magnéticos y registros cuando el embajador de Francia va al cine.
Que utilicen los coches oficiales para sus asuntos privados, como si los pagaran ellos y no nosotros.
Que se corte el tráfico cuando un politiquillo pasa.
Que a la gente le parezca normal.
Ya es hora de que empecemos a considerar a esta gente como lo que es: funcionarios con sueldos exagerados y escasísima utilidad pública.
El panadero es mucho más importante. Y además se gana el sueldo. Y además espera en los atascos.

1 comentario:

david xavier dijo...

Dí que sí, chato.