01 agosto 2008

La Misión-2

1-El Plan:
Había preparado cada paso escrupulosamente.
Sobre todo no hacerlo a una hora ilegal.
También, elegir un momento con pocos transeúntes, nunca se sabe quién puede ser un delator.
Me puse una ropa idónea para pasar desapercibido, sin personalidad, insulsa. Durante los 6 días anteriores me aposté con disimulo a la salida del Batzoki para observar la vestimenta de la casta dominante. Finalmente elegí, entre lo que tenía a mi disposición, las prendas que creí más adecuadas: pantalones azul-bilbao de tergal con las rayas del planchado; un cinturón discreto con hebilla cuadrada, pequeña; camisa a rayas remangada hasta medio brazo, justo debajo del codo; jersey beige de entretiempo, por si refresca, alrededor del cuello y con las mangas entrelazadas en el pecho. Por último me ajusté la txapela ("un poco pequeña, mierda, qué cabezón" –me dije ante el espejo) y la ladeé ligeramente.
Previamente había seleccionado e introducido el material en 3 bolsas distintas de plástico de aspecto inicuo: nadie sospecharía nada.
Ante la puerta recé unos minutos, me santigüé, respiré 3 veces profundamente… "que sea lo que Dios quiera, ¡adelante!". Y salí a la calle.

2-La ejecución:
Miré a un lado y al otro. Intenté que mi nerviosismo no se entreviera en mis gestos, en mis actitudes.
Una mujer me miró un instante.
Primer error: la sonreí.
Ya era tarde para echarse atrás.
Continué andando con la mirada ya fija en el objetivo.
Lo tenía delante: 4 instalaciones metálicas de aspecto similar aunque de diversos colores.
Me puse delante de la primera y deposité la bolsa A en su interior. El ruido que produjo me sobresaltó. Mi corazón latía apresuradamente.
Segundo error: miré hacia un lado, un poco asustado, esperando quizás el final.
Fue sólo un segundo pero no debí hacerlo.
Ya era tarde.
Me puse frente a las otras instalaciones cibernéticas.
Y aquí cometí mi tercer error, éste sí, garrafal, imperdonable: dudé.
Dudé…
Todo sucedió en un microguano de segundo. Leí sucesivamente: "Envases ligeros". Y "bolsas bien cerradas". Y "papel-papera, cartón-kartoia" ("Perfecto bilingüismo").
Dudé, no supe qué hacer: porque yo tenía en las manos una bolsa con envases ligeros de cartón-kartoia, otra de envases que tal vez no podían considerarse ligeros. Y una tercera que de ninguna manera estaba bien cerrada…

Las sirenas se acercaban, cada vez más estrepitosas…
Lo último que vi fue la señora a la que había sonreído señalándome con el dedo a los agentes…

1 comentario:

Anónimo dijo...

M´encanta 17 millones de guans xlo-