23 febrero 2010

El creador de cuentos.

Cuarenta años de microrrelatista. Una carrera brillante, llena de descubrimientos
("También fracasos e incomprensión. Qué importa ya").

Lenta, solemnemente, recorría los pasillos semioscuros, las filas de probetas polvorientas.
Estaba orgulloso de su colección.

Sentía a los lados las miradas: ojos tiernos de los microcuentos de amor; ojos inquietos, alucinados, de los de final sorprendente; ojos lascivos de los eróticos, tristes de los que acababan mal.
Él era el Padre, el Dios que los había engendrado.
Fetos de cuentos inéditos en formol.
Relatos publicados flotando dormidos en un líquido negruzco.
Tras la vitrina sucia, los campeones, removiéndose en el fluido, ¿amenazantes?, hinchados de pretensión.

Se paró ante su última creación.
Lo recibieron unos ojillos viciosos, desconfiados. Malignos.
Desenroscó la tapa, quería acariciar su criatura.
El ser viscoso trepó, se deslizó por su mano, cayó como cae una fruta podrida, y se escabulló reptando bajo las estanterías mugrientas dejando un rastro de baba verdosa pegada al polvo.

Horrorizado, miró el frasco vacío, la etiqueta en la que reconoció su propia letra: ¨El creador de cuentos¨ (Microrrelato).

No hay comentarios: