- "[...]ambulancias, jeeps. Y cada vez, tragedias, escenas de lágrimas y de dolores. Había que socorrer a mujeres que acababan de parir, a niños desaparecidos en la confusión, a personas que habían perdido la cabeza o que se habían puesto enfermas durante interminables viajes bajo los asaltos del viento y del mar. Cuando esas gentes desembarcaban, el aire fresco del mar no conseguía dispersar el olor insoportable que llevaban pegado, que no era el hedor de humanos que no se han lavado, sino el del terror, de la angustia, del sufrimiento, de la desesperación llegados a ese límite más allá del cual ya no hay más esperanza que la muerte. Imposible quedarse indiferente [...]".
- "Sin embargo, se veían imágenes de cuerpos de ahogados, de brazos colgando, inertes, de cabezas caídas hacia atrás, de niños envueltos en mantas inútiles que no podían calentar la muerte, de caras trastornadas de socorristas, de carreras angustiadas hacia las ambulancias, de un cura arrodillado que rezaba. Conmovedor. Sí, pero ¿conmovedor para quién? A fuerza de verlas, esas imágenes tan diferentes y tan parecidas, lentamente, uno se acostumbraba. Uno las miraba, se decía "los pobres" y continuaba comiendo los espaguetis con almejas".
- "Podría intentar hacer una lista de los que alquilan casas...¡casas!...¿qué digo, casas? cuadras, sótanos, alcantarillas, a los clandestinos. ¡Los amontonan de diez en diez en trasteros sin ventanas! Lo hacen sin declararlo y cobran millones".
(Andrea Camilleri).
No hay comentarios:
Publicar un comentario