26 junio 2017

Chiquirriquitín.

Ya se sabe que el diminutivo en español sólo a veces significa "tamaño pequeño". De hecho en la mayoría de los casos su valor es afectivo -y en unos pocos incluso puede tener un sentido despectivo-.
No se piense que diminutivo no hay más que uno -como madre-; muy al contrario, existen al menos 14 terminaciones, más sus variantes, aunque algunas de ellas sean regionales y/o influidas por otras lenguas peninsulares.
A saber:
- La más común, -ito/-ita (poquito), y sus variantes -cito/-cita (cafecito) y -ecito/-ecita (lucecita).
-ico/-ica, como el "bonico" de Doña Rogelia, y su variante -cico/-cica (pobrecico).
-illo/-illa (mierdilla).
-ete/-eta (amiguete, cabroncete), por influencia del catalán y de su variante dialectal valenciana (ay, el caloret).
-ín/-ina, especialmente en Asturias y León, pero no sólo (un pelín, chiquitín), y su variante -ino/-ina (neblina).
-uco/-uca, específico casi de Cantabria (ventanuco).
-uelo/-uela (mozuela), y sus variantes -zuelo/-zuela y -ezuelo/-ezuela, a veces con matiz despectivo, como "reyezuelo" o "mujerzuela".
-iño/-iña, de influencia galaico-portuguesa (pobriño).
-izno/-izna (llovizna).
-ajo/-aja (migaja).
-ejo/-eja, regional (coseja), y su variante -ijo/-ija (lagartija).
-ujo/-uja e -icho/-icha e -iquio/-iquia, murcianas.
-ucho/-ucha, muchas veces con sentido despectivo (medicucho).

Así que tenemos una lengua muy afectiva.
Y cuando se une una lengua cariñosita con una persona cariñosita el resultado es explosivo: una constante detonación de diminutivos salpicados de metralla (maja, cariño, corazón, guapa, hija, guapetón,...).
En muchos casos no deja de ser un recurso comercial que utilizan ciertos mercaderes para dar sensación de cercanía y afectividad hacia el cliente: "¿Qué te pongo, maja?". "Toma, cariño".
Terrible.
En mi barrio hay un camarero de la secta extrema del diminutivo. Cómo será, que yo he dejado de ir a ese café por exceso de afectividad. Cuando paso por allí primero echo un vistazo discreto para ver si está él (pa' no entrar) o su compañero (pa' entrar). Además es que el cariñosón es un caballero de 150 kilos oficialmente heterosexual, y, sinceramente, no le pega nada llamarles "cariño" a señoras de 70 años que vienen del mercado y se paran un rato a tomar un descafeinado con sacarina. Sin embargo a ellas les gusta.
En mi caso lo más duro es escuchar cómo repite todas mis frases pero en diminutivo interrogativo, como una especie de espejo deformante y diminutivizante.
Que yo digo: "Un cortao", él responde: "¿Un cortadito".
-"Sí".
-¿La leche templadita?".
-"No, no, caliente".
-"¿Calentita?".
-"Sí".
-"¿Alguna otra cosita?".
-"No, ¿me cobras?".
-"Un eurito cuarenta".
Claro, sale uno de allí estresao, desquiciado, agresivo, con ansia de partirle las piernitas al próximo que diga un diminutivo.
No. Exagero. Salvo estos casos mercantiles y abusivos, me gusta escuchar diminutivos, son como volver a los cuentos infantiles de Caperucita y la casita de la abuelita.

Por suerte no es un recurso que los medios de comunicación utilicen mucho, al menos no es uno de sus principales métodos de manipulación.
Pero sí hay un caso en el que los diminutivos sirven para mitificar a ciertos personajillos (=diminutivo despectivo), crear una imagen positiva, cercana, campechana, tierna, amable, simpática...y lo que sea, que para eso les pagan a esos escritorzuelos y periodistuchos.
Por ejemplo, leo un artículo firmado por un tal Eddy Martin (supongo que es un pseudoperiodista británico; o quizá es un nombre falso porque a ver quién tiene güevos de firmar ese engendro con un nombre verdadero; o puede que sea un Eduardo Martín haciendo méritos para que se vea que él puede ser tan malo y tan hortera como cualquier periodista rosa. Quién sabe).
El artículo, apasionante, periodismo de investigación, se titula: "Kate Middleton ya luce unas tiernas arruguitas a sus 35 años".
El común de los mortales "tiene arrugas"; pero esta elementilla "luce arruguitas", que resulta además que al piojoso de Eddy le parecen tiernas, tal vez porque no se ha leído ese otro artículo de hace unos meses firmado por Borja Rama (?) y titulado: "Kate Middleton adicta al botox".
Concretamente, al Bio Botox Biotulín, que parece el nombre del malo de un cómic. Con el Biotulín resulta que "las pequeñas arrugas desaparecen".
Y si no desaparecen al menos se transforman en arruguitas tiernas.

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