11 diciembre 2006

Líbano y "la situación".

La gente está deprimida, sin energía, pesimista; será el otoño, la crisis económica, la falta de perspectivas, el hastío, o "la situación": los libaneses se refieren así a lo que está pasando, "la situación".
La situación es que el país está dividido en dos bandos a cual más surrealista. Y los que no creen en ninguno de los dos bandos se quedan en su casa.
"La situación" es un callejón sin salida.
Por un lado están los llamados "prosirios", los que han bloqueado el centro de la ciudad para presionar al gobierno y hacerlo caer. Los partidos en el gobierno los consideran una marioneta de Irán y Siria. Puede que sea verdad y puede que no.
En las manifestaciones no hay ninguna alusión ni a Siria ni a Irán, lo que sí hay es gente humilde que viene de los barrios de las afueras al opulento centro al que normalmente no tienen acceso.
Este bloque extraño está formado por "nuevos amigos": el Hizbullah chiíta, que controla la seguridad, y a su lado su ex-enemigo acérrimo, los también chiítas de Amal.
Y también los seguidores del general Aoun, cristiano maronita que hizo la guerra al ejército sirio y huyó de Líbano para que éste no lo matara. El gran "antisirio" convertido en "prosirio".
Y también los maronitas de Sleiman Frangié, tradicionalmente cercanos a Siria. Y los comunistas. Y los partidarios de la unión de Siria y Líbano...
Todos juntos durmiendo en tiendas de campaña, bailando dabké, paseando, escuchando los discursos de sus líderes.

Por el otro lado, el no menos surrealista bloque del "14 de marzo", los llamados "antisirios", aunque algunos de ellos fueran muy amigos del régimen sirio hasta hace bien poco tiempo. Se les llama también "pro-occidentales" y los otros los consideran una marioneta de Estados Unidos.
Aquí están el primer ministro Fouad Siniora y los ministros que quedan en el gobierno.
Y lo forman los sunitas del multimillonario Saad Hariri, que heredó el puesto de líder de su padre Rafic Hariri cuando éste último fue asesinado. Y junto a ellos, los drusos del neoantisirio, señor feudal y líder, no es broma, del Partido Socialista a pesar de vivir en un palacio, Walid Joumblat, famoso por sus continuos cambios de posición política. Y los cristianos maronitas de la ultraderecha, los falangistas, los seguidores del "Doctor" Geagea, recientemente salido de prisión y acusado de crímenes de guerra.
Los que vivieron la guerra civil cuentan que, aunque sólo Geagea fue condenado, rarísimo es el jefe político actual que no tiene las manos manchadas de sangre, en uno y otro bando.

Parece que los han barajado y a cada uno lo han puesto en uno de los dos bandos al azar.
Da la sensación de que los dos grupos están manejados, al menos influidos o presionados, por países extranjeros.
Lo que está claro es que se ha conseguido la división del país y que no se vislumbra una solución aceptable para todos.

Los primeros hicieron ayer una manifestación multitudinaria, pacífica y festiva y amenazan con endurecer las protestas hasta que el gobierno renuncie. Se han puesto en una situación en la que es difícil ya echarse atrás.
Los segundos lo consideran un intento de golpe de estado y reafirman cada día que no darán el brazo a torcer. Y tampoco pueden ya echarse atrás.

Y se están creando todas las condiciones para que estalle la violencia entre libaneses y para que haya choques interconfesionales.
Oriente Medio siempre ha sido un modelo de convivencia religiosa pero algunos países están empeñados en que no sea así.
El hecho es que poca solución se atisba ante esta situación.
Lo mejor sería cambiar de líderes, liberar al país de los clanes, abrir la democracia libanesa a todos los ciudadanos, impedir las manipulaciones de otros países...
Pero esto no parece muy realista porque las garrapatas locales están muy agarradas a la carne de Líbano y las garrapatas de Oriente y Occidente tienen demasiados intereses como para dejar en paz a Líbano.

Por eso quizás la única salida sería convocar unas elecciones anticipadas, como se hace en países democráticos cuando la solución no es sostenible, y elegir presidente, primer ministro y parlamento; y cambiar el sistema electoral para hacerlo más justo y representativo.
En resumen, dejar que los libaneses se expresen y digan quién quieren que los gobierne.
Si esto no pasa, si no se hace también un gobierno de unión nacional, parece que el futuro de Líbano se presenta bastante oscuro.

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