09 noviembre 2009

El VVIP.







El árabe es ostentoso por naturaleza; si tiene dinero le gusta mostrarlo, en su coche, en su casa, sus muebles, ropa, complementos… Si no lo tiene, le gusta aparentar que lo tiene.

Cuántas veces en Beirut se ve a una persona bajarse de su BMW o de su todoterreno gigante para comprarse un falafel de 2.000 liras (1 €) y comerlo discretamente dentro del coche.
Lo contrario de los españoles, que contamos que esa camisa tan bonita que nos están alabando nos ha costado 10 € en las rebajas.
En España la gente tiene paranoia a que se reconozca el número de matrícula de su coche, mientras que en Líbano, el que puede y el que no, pagan mucho dinero para que su matrícula sea capicúa o tenga pocos números o sea fácil de recordar.
Cuando ordenamos los billetes normalmente ponemos los de más valor dentro, dejando fuera los pequeños. Curiosamente es lo contrario lo que se hace aquí: el billete grande envuelve a los pequeños. Quizás porque en los países de Oriente Medio apenas hay robos; quizás por ostentación; o tal vez por una psicológica sensación de protección del dinero por nuestra parte.

El caso es que en Líbano asistimos constantemente a ridículos alardes de “nuevo rico” y a una obsesión por la imagen de lo más llamativa.
En una ciudad de calles estrechas y en mal estado, con coches aparcados en triple fila y atascos constantes, el libanés no tiene otra idea que comprarse un todo terreno, un Mercedes o un Hammer. Cuanto más grande mejor, aunque no quepa. Ni siquiera los italianos hacen eso, hablando de pueblos obsesionados con la imagen.

En todos los países hay atracción por el lujo y el privilegio. Qué bonito entrar y salir el primero del avión y que nos vean con una copa en la mano que los otros no tendrán. Aunque según un estudio de la Universidad de Wisconsin el 95% de los viajeros en primera clase no ha pagado su billete, sino su empresa o institución, que el dinero público nos hace más generosos que el propio.

Así que en un país con la mentalidad de Líbano no basta con ser un VIP. Eso es vulgar.
Si a una discoteca “selecta” van muchos VIPs, se trata de ser el VVIP entre ellos, el very very, pero very que te cagas, important person.
Desgraciadamente los conciertos de bacalao también abundan en Beirut. Casi cada fin de semana viene un pinchadiscos europeo que siempre está entre los 10 mejores del mundo; he visto anunciados al menos 30.
En esas veladas de chundachunda se establecen 3 categorías de entradas: “Regular”, o sea, adolescentes pijos pero con paga del domingo; “VIP”, o sea, normal; y “VVIP”, o sea, lo más, los que tienen derecho a sentarse más cerca del “artista”.
¿Quién forma esta élite?
Pues, entre otros, horteras con mucho dinero, conseguido no hace mucho no se sabe muy bien cómo; hombres de negocios-políticos-empresarios-de las familias que controlan, todo en uno; traficantes de algo acompañados de 3 modelos con el doble de altura y la mitad de años que ellos; juventud dorada del Golfo, hijos del petróleo, el lujo y la contradicción, venidos a Beirut a hacer todo lo que no está permitido en su país (que es todo) en cuestión de sexo, drogas y rock’n’roll.
Yo no sé si la “i” del VVIP es de important o de impresentable, pero creo que si esto sigue así habrá que añadir otra “v”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola:
cada cosa a su tiempo, échale un vistazo a la bienal de arte de Istanbul, tve2alacarta, domingo pasado
besos mil