24 marzo 2010

El pijo.

No tengo nada contra los pijos por el mero hecho de que lo sean; uno no elige donde nace.
Al contrario, me dan un poco de pena: debe de ser triste tener todo resuelto desde que naces y no poder estar orgulloso de haber conseguido nada por ti mismo. Aunque en cuestiones de autoengaño el ser humano tiene unas capacidades infinitas: recuerdo aún a un chupapollas que acababa de ser nombrado director y que aseguraba que el escandaloso enchufazo eran “méritos”.
Sí, debe de ser triste saber que todo lo que tienes te lo ha dado directa o indirectamente “papá”.
Triste pero cómodo. Porque un pijo, en dependiendo de sus inclinaciones, puede dedicarse a ser artista, oenegero humanitario, revolucionario de izquierdas, hippie, o lo que desee; al menos hasta que le llegue la hora de sentar la cabeza y volver al redil de sus obligaciones de cuna.
Cómodo es también no saber lo que es el paro o las apreturas económicas, poder estar en la India, por un suponer, limpiando los pies de tu maestro con humildad, o viendo la luz, o tocando el djembe, sin tener, oh dios mío, más que raíces para comer, sin saber siquiera si las tales raíces serán comestibles; rebelde y libre…pero en la parte de atrás del cerebro con la certidumbre de que, si no hay más remedio, habrá que llamar al imbécil de papá para que te saque de apuros.

¿Qué hiere menos la sensibilidad, el pijo-pijo o el pijo-bohemio?
Veamos: el pijo puro puede ser una persona agradable, abierta, razonable e interesante; nada pretenciosa. Y puede no serlo también, caso éste que se da en el 83’5% de los casos, según un estudio de la Universidad de Wisconsin.
Lo que molesta no es él en sí mismo sino su existencia, que recuerda la injusticia y desequilibrio del mundo. Y su actitud.
Con el pijo bohemio ocurre algo similar, con la diferencia de que a veces su actitud no es pija aunque él lo sea. Y se agradece.
No confundir este especimen con otro que va disfrazado también de lo mismo pero da repelús: el superpijo que se cree artista y se considera la persona más interesante y sensible del mundo. Como es pijo siempre hay un montón de gente dispuesta a seguirle el rollo.

En Líbano hay un 35% de pobres, al menos.
El 90% de los que viajan, estudian en la carísima universidad privada, aprenden lenguas extranjeras o salen de copas, son pijos. Pijos-pijos o pijos-bohemios o pijos disfrazados de hippies.
Para el que quiera conocer mejor un ejemplo de este último tipo, el pijolete-artista, recomiendo encarecidamente la lectura del libro “Beirut, I love you”, de Zena Khalil.
La chica es un caso que abunda en Líbano: vivieron la infancia en África, donde sus padres se dedicaban a vaya usted a saber qué negocios. Estudiantes en los mejores colegios yanquis, veían a la población a través del cristal cerrado del coche, para que no se escapara el aire acondicionado, que en esos países hace mucho calor y con los negros además nunca se sabe. Vuelven (o vienen) a Beirut a estudiar en la prestigiosa y elitista Universidad Americana. Son libres, originales, follan y tienen terribles problemas vitales. Y después se van a hacer el Máster a USA o a Londres. Son artistas, interesantes, y llaman a sus amigos con el último modelo de móvil para contarles qué horteras y superficiales son los otros ricos libaneses. Muchos acaban volviendo a Beirut al final porque en Nueva York cuesta más exponer o publicar; y en Beirut, como es un pueblo, resulta que sus familias conocen a todo el mundo y ya se sabe…
Son interesantes, de verdad, pero viven en un mundo de color y fantasía, de eterna adolescencia. No tienen la culpa de ser así y hasta los hay que se hacen de GreenPeace en lugar de traficantes de diamantes como alguno de sus papás. Está bien.
El problema es cuando se creen la ostia de artistas, de originales, de rebeldes y de guais.
Una persona normal sale a la calle y punto.
Pero Zena, por ejemplo, “decide” salir a la calle. Y “jura” que nadie le impedirá salir a la calle. Y no sale para comprar el pan sino para “demostrar” algo a la sociedad o para concienciar a la humanidad, o salvar a su país, o dar una lección de humanismo a los israelíes.
Cuando un pijo normal se va a vivir a Ashrafieh, lo hace porque hay centros comerciales o porque se siente más cómodo o porque las invasiones de Israel no suelen llegar a este barrio cristiano.
Ella no.
Ella lo hace para demostrar a los libaneses que deben vivir todos juntos como un solo pueblo.
Y además se está jugando la vida saliendo a la calle, aunque la guerra esté a 10 kms o a 20 años de distancia.

Nosotros también tenemos en España una especie interesante y que no está en peligro de extinción: se trata del pijo-luchador.
En un artículo de Javier Marías, escritor pijo y sobrevalorado donde los haiga, trataba este hombre de convencernos de que bajarse música de internet era un crimen, o sea, el rollo cansino de la SGAE, ya saben.
Para el que no lo sepa, Marías es hijo de Marías, represaliado por la dictadura franquista a causa de sus ideas y de su humanismo.
Uno en su ingenuidad creía que el franquismo asesinaba, expulsaba y reducía a la más absoluta miseria a sus disidentes. Pero, como dice el filósofo, todo es cuestión de grados.
Y entonces, Javier Marías nos cuenta, para educarnos, como él en su adolescencia estaba en París y robó un disco y el comerciante lo pilló y tuvo que pagarlo. Y ahora él comprende que aquello estaba muy mal y que robar discos sin pagar a la SGAE o a los comerciantes de París es muy feo y que patatín y que blabla.
Y el muy pijolete sin nigún pudor nos suelta esta perla: “No era ésta una práctica que los jóvenes izquierdistas de mi generación viéramos como muy condenable. Educados en el antifranquismo, considerábamos justificado robarle a un sistema explotador e injusto, el capitalismo”.
Mira, luchador antifranquista, en los años 70 sólo los pijazos y las sirvientas iban a París; y tú no tienes pinta de haber sido nunca sirvienta.
Mi padre, como casi todos los españoles no era antifranquista; ni lo contrario; tenía suficiente lucha con trabajar en una fábrica y sacar adelante a su familia. París lo había visto en las películas. Ni siquiera tenía tocadiscos.
Y luego había una élite de ricos que iban a París a robar discos, ya fueran franquistas o antifranquistas.
Ésos eran los 2 bandos.
Así que tírate de la moto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Lamento tener que escribir como anónimo.
Soy un asiduo de tu blog, y he comentado otras veces, pero no me "atrevo" a escribir con mi nombre. Lo lamento.

Una vez dicho esto.

Los pijos son personas... bueno, ni siquiera estoy seguro de si son personas.
Por desgracia, todo mi entorno me clasifica como uno de ellos.
Mi familia tiene orígenes humildes, pero mis padres han tenido suerte en la vida, y les va muy bien. No somos ricos del todo, pero desde luego, no somos pobres.
Vivimos en una casa grande, tenemos un coche caro.
No llevo ropa de marca porque no me da la gana, pero todo lo que se me compra es de buena marca (no de las más pijas, porque me revelé a ponérmela, pero no llevo ropa que no tiene una marca).
He estado en un colegio privadísimo, adonde va la élite. Me he salido, me he puesto enfermo. (Hasta hace un tiempo estaba en otro colegio más normal.) Incluso aunque la gente en sí es maja... pero hay un abismo insuperable.
Y es que, aunque el mundo me considera uno de ellos, no soy ni quiero ser uno de ellos.
Quiero empezar mi vida yo solo, buscarme la vida, y quiero salir adelante con la menor ayuda posible. Sin embargo, se me ha dicho que eso no es bueno, y que debo aprovechar la oferta de tener todo solucionado.
Y no quiero, joder.
Sin embargo, es difícil, ya que fuera de eso, sigue siendo tu familia.

Añadiría otro tipo de pijo a tu lista: personas que no quieren serlo, y que no se consideran, pero que por circumstancias familiares no tienen otra alternativa, al menos por el momento. Y por ello se odian a sí mismos cada minuto de su vida hasta que se puedan librar de eso y vivir como una persona normal.
(Aunque lo parezca, no creo que esto forme parte del pijo-bohemio.)

Paula dijo...

Hola amigo de líbano y hola anónimo:
Los dos tenéis vuestras razones para sentiros como os sentís, y la verdad es que ante las emociones de poco sirve la ideología.Digo emociones porque al final es un poco para lo que estamos, para tenerlas propias. Luego los caminos son muy variados y en ellos acabamos por encontrarnos, para mirarnos de una forma o de otra según el día que tengamos,y el que nos caiga en suerte para el encuentro.
Yo en tu lugar, anónimo, no me preocuparía demasiado, y en el tuyo, amigo de líbano, tampoco.
La teoría de insistir en las diferencias tiene su efecto, la de insistir en las semejanzas también.Y creo que todos manejamos las dos según van viniendo.
Por cierto, en esta parte del mundo hace un día precioso. y así me va.
Besos a los dos

´´Saray´´ dijo...

Me identifico con bastante de lo que expresas en este texto.

Yo también siento pena por ésos que nacen en un entorno que no les permite el poder buscarse las lentejas por sí mismos, más que nada porque muchos no llegan a madurar mentalmente y su conversación aporta bien poco. Además de la falta de iniciativa, a menudo la de empatía y varias carencias más que tienen.

Y sobre Javier Marías ¡uf! ese tío es infumable :S Tanto él como lo que escribe.

Un saludo (me acabo de topar con tu blog).