05 mayo 2013

Un libro, una cita (7).

"¿No es ingrato el país que a los nobles, que así llaman a los banqueros y demás gente ociosa, o aduladora, les otorga placeres frívolos y sin necesidad, mientras contempla sin pestañear a los labradores, carboneros, peones, carreteros y artesanos, sin los cuales no habría ninguna república? Después de beneficiarse de su trabajo mientras se hallan en la flor de la vitalidad, cuando llega la vejez o una enfermedad les condena a una mísera invalidez, el Estado, olvidándose de los sudores sacrificados en su provecho, les recompensa con ingratitud, abandonándolos a la más desconsoladora de las muertes. Los ricos que recortan cada día un poco más el salario de los pobres, no sólo fraudulentamente, sino amparados por las leyes. De este modo, la injusticia que originaba el recompensar tan mal a los que eran más merecedores de la sociedad, se convierte, por obra de estos perversos, en justicia al ser refrendada por una ley. Así, cuando contemplo estas naciones que actualmente florecen por doquier, no veo en ellas, y Dios me salve, otra cosa que las malas artes de los ricos, que realizan sus negocios bajo pretexto y en nombre de la comunidad. Imaginan e inventan todas las trampas posibles, tanto para almacenar -sin temor a perderla- la mayor riqueza adquirida ilícitamente, como para obtener al menor precio posible las obras a costa de los sudores de los pobres, haciéndolos trabajar como bestias. Y estas perversas maquinaciones las promulgan los ricos como ley en nombre de la sociedad, y de los mismos pobres por lo tanto."

"Utopía", Tomás Moro, 1516.

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