14 mayo 2015

El Circo

-"¡Señoras, señores, y niñooos!¡Va a empezar la función!¡Con ustedeees...Los Beldiiniis!¡Un fuerte aplauso para los Beldinis!".

(Hace calor, cuesta respirar. Costaría aunque hiciera frío. Entre los rayos de luz que entran por la puerta flotan partículas de polvo y de universo. Y de angustia).

-"¿Os gustan los acróbatas, niños?"

(El "sí" es todo lo estruendoso que puede sonar cuando 16 niños y 9 adultos empiezan una función de circo. Es una carpa pequeña, tanto que se cruzan las miradas desvalidas de los padres. Enfrente, un hombre de unos 35 años, tatuado, delgado, perdido. Este fin de semana le toca la niña y ha decidido sin convicción que quizá el circo producirá una catarsis afectiva y mejorará la imagen que la cría tiene de él).

-"Con todos ustedes, el acróbata Leonard"

(Leves aplausos. El Acróbata Leonard es el presentador con otra ropa, y la presentadora ahora es su mujer, que sonríe y empieza a aplaudir; y todos aplaudimos sin ganas, los niños, el hombre perdido de las ojeras al que le toca este fin de semana la hija, la pareja que ha puesto al niño en medio porque ya no tienen nada que decirse, y yo. El circo cabe entero en el camión que hay aparcado fuera. El acróbata Leonard es un hombre fornido, maduro, un atleta al que empiezan a pesarle los años y la desilusión, y que ahí sigue porque no hay más remedio).

-"¡Un aplauso para el acróbata Leonard!".

(Después aparece el equilibrista, un muchacho tan rubio como su padre el acróbata Leonard y su madre, la señora que presenta con sonrisa triste y profesional. Son muchos años de matrimonio y de camión y de esperanzas truncadas).

-"Y ahora, señoras y señores, niños y niñas...¡la virtuosa del Hula Hoop!"

(La virtuosa es una niña, hija de Leonard y la mujer elegante de sonrisa triste, y también es hija del circo, y también es la niña que nos ha vendido las entradas en la puerta. Después viene lo bueno, todavía mejor, más difícil todavía; el mago Humbold cambia una paloma por un conejo, aunque no es capaz de hacer que no veamos que es el acróbata Leonard con una capa de mago).

-"Y ahora una pausa para que los artistas descansen".

(Pero los artistas no descansan: la mujer vende palomitas, la niña espadas luminosas, el chico confetti y globos de Dora Exploradora. Sólo el presentador Leonard Humbold descansa. Porque está vistiéndose de payaso Pepinillo. Mientras tanto pasan una cabra para que los niños la toquen. Y también el conejo que se transformó en paloma, o al revés...qué suave es. El payaso Pepinillo calienta aún más el ambiente, si cabe: toca la trompeta aunque esté prohibido y su mujer -que en este momento no es su mujer- aprovecha para golpearlo con una porra de plástico; a veces se le va la mano como para tratar de cumplir merecidas venganzas conyugales que sólo ellos conocen; tanto que a Pepinillo se le escapa un "¡Joder!", porque ese golpe tan fuerte no estaba previsto; los niños no se dan cuenta, el papá perdedor de la mirada perdida tampoco se da cuenta porque está muy agobiado, no sé si he dicho que está perdido, derrotado. Pero yo sí me doy cuenta y me alegro por ellos, por Pepinillo y su mujer de la triste sonrisa).

-"Voilà, c'est fini!¡Hasta la próxima!¡Gracias!¡El circo debe continuar!".

(Y nos vamos. Cada uno como puede. Ha sido muy bonito. El mejor circo del mundo. El más cutre y tierno. Y nos vamos. Por eso mismo. Porque nuestro circo también debe continuar).

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