31 julio 2007

Microcuento de la paranoia.

- "Esa cara me suena. Lo conozco, seguro, pero no sé de qué".

Lo miraba fijamente, sin darse cuenta de su impudicia, concentrado en el esfuerzo de recordar.
¿Dónde lo había visto?
Las ojeras marcadas de no dormir bien, la mirada indirecta, la boca ligeramente torcida...todo le era familiar, pero...
Imposible.
Le pasaba algunas veces, nunca olvidaba una cara pero no se acordaba de porqué la conocía.

Hizo un esfuerzo de concentración para recordar al menos si el tipo de enfrente le gustaba o no...
Le venía al mirarlo una sensación entrañable, de cariño, como la que se siente frente a un viejo amigo al que ya no se tiene nada que decir...
Pero algo más dentro iba saliendo imperceptiblemente, algo como un odio, una ira contenida que manaba muy poco a poco e iba llenando su estómago, su esófago, hasta la garganta.
Se le crispaban los dedos según le venían las imágenes sueltas, inconexas, a la cabeza; se le cerraban los puños, tan fuerte que los dedos se ponían blancos.
No sabía porqué aún pero lo odiaba, le hubiera gustado hacerlo desaparecer...triturarle los huesos.

De reojo lo observaba, no quería mirarlo de frente, resignado ya a la evidencia de que esa persona era su peor enemigo...pero no podía evitar ya lo inevitable.
Mientras giraba lentamente la cabeza hacia él sentía cómo le temblaba todo el cuerpo, la tensión en el cuello, el odio asesino.

Se miraron fijamente, sin pestañear.
En los ojos del otro vio el mismo odio que en los suyos, la misma inmisericordia.
Ya no pensó nada más, cerró los ojos inyectados de venitas, una nube le cegaba el cerebro.
Lanzó el brazo con toda la fuerza de su cuerpo, de su odio, de su maldad.
E inmediatamente sintió punzadas agudas en su puño y el ruido de los cristales que caían al suelo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace mucho que no escribes P.