27 diciembre 2009

La fama tiene razones que el arte no conoce.

Hay una vieja discusión a propósito de qué es arte y qué no lo es; y si cualquier persona tiene la suficiente formación y la sensibilidad lo bastante desarrollada como para reconocerlo, o si, por el contrario, arte es simplemente lo que a ti te parece arte, lo que te mueve, impresiona o afecta.
No voy a entrar en ella sino sólo en los aspectos que rodean al arte sin serlo.
La verdad es que “hay gente pa’ tó’”. Existen, por increíble que pueda parecer, personas que consideran que Conchita Velasco, José Sacristán, e incluso Tom Cruise, son buenos actores.
Sí, sí. Conozco algunos a los que los puentes de Calatrava les parecen obras de arte; y que están convencidos de que Javier Marías, Paolo Coelho y Baricco son maestros de la literatura.
Todo es muy relativo: a José Echegaray le dieron el premio Nobel de Literatura hace mucho tiempo, cuando su apellido aún se podía escribir con “ch”. Y no sabemos si es bueno o no porque nadie lo ha leído.

Entre los que dicen “a mí esto me parece una mierda, pero, claro, es que yo no entiendo…”, y los que piensan que “si alguien es famoso será porque se lo merece”, entre los 2, ahí está el arte, pobre, un poquito oprimido.

Como dice el viejo chiste:
-“¿Qué es el arte? Morirte de frío” (=helarte).
Eso, un chiste, porque el artista pobre existe pero no lo conocemos; al que conocemos es al que tiene acceso a publicar, a veces por su calidad, otras, desgraciadamente para el arte (y por suerte para ellos), sólo por ser artistas hijos de su padre, amigos de alguien o afectos al régimen dominante…todos conocemos a artistas del Psoe o del PP. En el País Vasco si escribes una novela en euskera ganas con toda seguridad 2 ó 3 premios aunque sea más mala que un dolor de muelas, porque hay más premios que escritores por mucho que se subvencione.
Todos éstos se podrán morir por el aire acondicionado, porque desde luego de frío y de vergüenza, no.

Hay otra vieja polémica entre los que piensan que compramos lo que queremos y que lo compramos porque es bueno, ya que somos adultos inteligentes; y los que creen que lo que somos más bien es borregos consumistas y manipulados que compramos lo que nos venden, lo que quieren que compremos y lo que nos meten por los ojos y las orejas. De otra manera no se entiende que el disco más vendido sea una caquita tipo “Operación Triunfo”, o que la Coca-Cola sea una bebida importante y no esté al nivel de la horchata o de la zarzaparrilla.
Una temporada hacen que cuidemos un Tamagochi, o que leamos “Seda”. Otra, que llevemos el ombligo al aire y botas hasta los muslos.

Cuánto tardaría la industria en hacer que casi todos lleváramos “el paraguas-sombrero”, que, como su nombre indica, es un paraguas que se inserta en un gorro, se abre y nos permite no mojarnos y tener las manos libres? Creo que no existe aún este artilugio pero presentaría sin duda grandes ventajas debido a su cómodo manejo.
Primer paso: incluirlo en los telediarios de todo el mundo, en ese apartado publicitario que nos colocan como el de noticias curiosas, simpáticas u originales, “en la Feria de Tokio se ha presentado el paraguas sin manos”.
Ya está, ya lo conocemos y no es ridículo sino útil, y además distinto, “tendencia”.
Una buena campaña de publicidad, dirigida quizás en un principio al “osado público adolescente”.
Tercer paso: cuando entres a una tienda verás estos paraguas en sitio preferente, igual que la marca de espárragos que el supermercado quiere que compres y por eso coloca a la altura de tus ojos.
Cuarto paso: convertirlo en objeto imprescindible, crearle complementos, mp3, luces reflectantes para la noche (así cumple, de paso, las normas de la UE), variedad de modelos, colores, diseños y tamaños, posibilidad de insertarle publicidad…
No estaría de más insistir en la idea del ahorro, ya que, al llevarlo en la cabeza, este paraguas no se olvida en el bar o el autobús.
Si a todo ello le añadimos el toque ecológico “hacedme rico mientras salváis el planeta” fabricándolo con materias biodegradables, nos encontraremos con que dentro de 10 años nos reiremos de ese viejo arrastrándose con un paraguas clásico y una mano ocupada, como si de un casete o máquina de escribir se tratara.
Quedarán, eso sí, coleccionistas que irán a la “Feria del Paraguas” y pagarán fortunas no ya por el de Gene Kelly sino por el que usó Rajoy en la campaña electoral gallega.
Y puede que 10 años más tarde aún un gran diseñador heterosexual (sí, por qué no, puestos a imaginar..) lanzará, en un alarde de originalidad creativa, la moda retro, la vuelta al paraguas manual.

Tal vez te cueste creerlo pero de manera similar funciona el resto: cuando el 90% de la gente quiere comprar un libro para el verano o para regalar entra a la librería y se encuentra con las NOVEDADES y con los MÁS VENDIDOS.
Lo importante no es la calidad sino el marketing, no necesitas ser un genio sino tener una buena editorial que haga buenos acuerdos para que tu libro esté ahí, a la vista, entre los que compra ese 90% de la gente.
Fue el caso de “El Alquimista”, por ejemplo, aquella novelita fácil de buenrollismo, autoayuda y superación personal, sencilla para leer y aún para identificarse con lo que decía.
Es el caso de “Milenium”, una trilogía policiaca sueca que ha hecho que la mitad de la gente en el metro lleve un kilo de libro en la mano y que ahora se venda cualquier cosa con tal de que sea policiaca y sueca.
Será el caso de “Avatar”, la nueva película de James Cameron, director fabricante de superéxitos comerciales. Cada vez es más difícil distinguir los artículos periodísticos, las noticias, de la publicidad; y esta película nos la están vendiendo dese hace 2 años, desde antes de hacerla: primero con un supuesto misterio alrededor de su argumento (Dios mío, 2 años sin dormir, de qué tratará); después, anunciándola como “una auténtica revolución cinematográfica” cuando sabemos que es una peli yanqui más de ésas con mucho ruido y pocas nueces, de ésas que no dicen nada con grandes y maravillosos efectos especiales, con ese pesado ritmo que se pretende “trepidante” y que consiste en meter 7 millones de fotogramas por segundo y en cambiar de plano constantemente, para conseguir o bien que uno se crea que en eso consiste el ritmo o bien que uno se cague en la madre que parió al dinámico realizador. Sabemos igualmente que va a ser un gran éxito, como lo sería cualquier peliculilla con esa publicidad y estrenada en todos los cines palomiteros del mundo.

En la televisión tengo 2 canales musicales, bueno, uno de música y otro de publicidad musical.
En el primero, Mezzo, ponen por la noche conciertos de todo tipo de música, y yo me pregunto que cómo es posible que gente de tanta calidad sea apenas conocida.
En el otro, MTV, ponen videoclips de mierda de cantantes clónicos: es lo que se escucha en todo el mundo; son grandes éxitos de grandes figuras con grandes ventas. Música-basura de usar y tirar, aunque quizá sea mejor tirar sin usar. La moda son las canciones de musculosas estadounidenses, diosas de gimnasio, cuántas horas de aerobic. Es difícil distinguirlas por la poca calidad de sus canciones, pero, para el profano, podemos hacer 3 grupos: la negra de color afroamericana musculosa y sexi al sudoroso y basto estilo Serena Williams –todas bailan igual y cantan la misma canción cansinamente “americana”-; la blanca fibrosa al estilo Madonna –todas cantan igual y bailan igual y, lo más sorprendente, la canción es la misma que la de las negra musculosas-; y la latina sensual, al estilo Shakira –sí, la canción es la misma, el baile también, aunque con un ligero toque exótico, ya se sabe-; la principal diferencia de este grupo es la artificial y metálica voz tratada por ordenador.
Y yo me pregunto mientras cambio de canal si salen en MTV porque son super-ventas o si son super-ventas porque salen en MTV.
Pero es una pregunta retórica.

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