24 febrero 2011

Liquidación de existencias -50%.

"Hubo compra, nuestro mal,
el pecado original.
Economía, la guerra".
(Jorge Guillén).


La Siria que conocí en los años 90 era una dictadura de modelo socialista ligero, aislada del mundo aunque estable, de mayoría musulmana pero con un poder laico surgido del ejército. Era un país bastante cerrado: no existía internet ni el móvil. Y no importaba.
Sobre todo era una sociedad tolerante, de gente humilde y con valores tan importantes como la hospitalidad. Gente sencilla, tranquila, agradecida porque un extranjero fuera capaz de decir 4 palabras en su lengua.
Tenían el islam más bonito que he conocido nunca, el más tolerante, el más relajado; podías entrar en las mezquitas (a diferencia del Magreb) y las religiones convivían en paz porque todos se sentían sirios, árabes y compatriotas.
La burocracia era terrible pero los transportes públicos excelentes; los pocos coches privados que había eran antiguallas de museo de los años 50, 60, 70, al estilo de la Habana, restos de épocas más abiertas comercialmente.
Si alguien cruzaba una calle corriendo es que era un turista.


La Siria actual sigue siendo una dictadura, pero capitalista, a la manera china, absolutamente obsesionada por el dinero y el consumismo. Una dictadura de las de "compra y no pienses ni hables".
Los precios se han duplicado, en ocasiones triplicado. Los coches han invadido la ciudad y tienen prioridad sobre los peatones, obligados éstos constantemente a cruzar puentes elevados y subir y bajar escaleras para no interrumpir el tráfico. Los taxistas son unos putos pesetas.

El consumismo es atractivo y más cuando es una novedad la ropa moderna, el último móvil, el BMW.
Pero también es una esclavitud y una paranoia.
Mis amigos sirios eran felices allí y ganaban de sobra para vivir bien...pero de repente empezaron a sentirse pobres por comparación con el vecino y a soñar con El Dorado y las riquezas. Hay que comprar y se necesita más y más dinero y es un círculo. Lo que tienes delante de tus narices se convierte en una necesidad cuando nunca lo había sido.
Antes había pobres pero más equilibrio. Ahora hay más ricos y los pobres siguen siendo pobres.

Qué pena que no haya otras opciones políticas, económicas, sociales.
Mi Damasco se está muriendo, es ley de vida y de globalización y de mercado. Mientras lo hace, conserva el encanto (aunque menos), la hospitalidad (aunque menos) y el discurrir árabe del tiempo (aunque menos).
Aún puede uno sentarse en la mezquita Omeya y ver jugar a los niños y rezar a los viejos, y nadie te pregunta cómo se llama tu Dios. Apoyar la espalda en una columna romana y pensar: "Dicen que los árabes son incompatibles con la democracia; los que afirman esa tontería deberían pensar en la España de los 60 y decir que los españoles eran incompatibles con la democracia. Será que los árabes no han conocido otra cosa que dictaduras (algunas "buenas", porque eran amigas de nosotros y otras "malas", porque nosotros decidimos lo que es bueno o no). Por eso espero que no confundan ahora la democracia con el I-Pod, Benetton, Mercedes".

Sí, es triste que no haya más opciones: o dictadura clásica o la dictadura del liberalismo, ésa a la que llaman democracia los analistas de mercado, ésa del tanto tienes tanto vales, ésa que cura las depresiones con un psicólogo, un chat y un Vero Moda.

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