28 noviembre 2014

El mundo desde la furgoneta: Ida.

La furgoneta debe de datar de la época de la independencia libanesa: a los asientos se les sale la esponja y el conjunto no pasaría la Prueba del Algodón.
El conductor pertenece al sector -por suerte minoritario- de los que intentan sacarle como sea mil liras de más a cada viajero.
Un hombre se baja, paga el impuesto revolucionario y para mostrar su enfado cierra la puerta corredera con fuerza...y la puerta se cae al suelo, simplemente; se sale del carril y la parte delantera queda tocando el suelo. Nada raro, pienso yo, teniendo en cuenta que el resto de la furgoneta también se cae a cachos; pero los demás pasajeros se quedan sorprendidos, y el forzudo, inmóvil en la calle frente a nosotros, pone cara de pánico y de "ostia, qué he hecho".
El conductor tarda unos segundos en reaccionar y, cuando lo hace, salta como un resorte, quizá empujado por algún muelle escapado de su asiento, se planta frente al susodicho y, como no sabe muy bien qué hacer, le golpea el pecho con las 2 manos mientras grita que el mecánico le va a llevar 50 dólares, que es más de lo que va a mangonear a todos sus clientes de hoy. Golpe seco y duro, que el otro recibe sin inmutarse, sin apartarse, como aceptando que el conductor tiene derecho a un golpe, sólo uno...
Cinco o seis se bajan, recogen la puerta, la ponen en su línea y consiguen colocarla ayudados por los consejos teóricos de un chinojaponés que pasaba por allí.
El momento es aprovechado por un fulano, tendrá prisa el hombre, para largarse: le hace señas a otra furgoneta y, cuando ésta para unos metros más adelante, se mete ligerito y adiós.
Pero nuestro conductor se da cuenta y lo persigue al grito de "¡Ehhhhhh!" y cagándose en la puta madre de todos sus muertos por abandonar -cual rata- el barco que se hunde.
Pero no se hunde, esa furgoneta ha sobrevivido a accidentes, terremotos, baches, conductores locales, guerras, crisis del petróleo...¿y se va a acojonar ahora por una puerta caída de ná?
Cerramos la puerta con cuidadín y carretera y manta.
Lo único es que a partir de ese momento el conductor advierte a cada persona que sube de que trate a la puerta como a su propio hijo, que hay que abrir y cerrar suavecito.

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