En el mundo de la moda -como en el mundo del cine estadounidense- parece que está todo inventado desde finales de los años 80. Simplemente se modifica un poco, se vuelve a lo mismo cíclicamente, se mezclan conceptos, y ya está.
Pero hay un grupo social que se resiste a los cambios, a las tendencias, a las vueltas, en definitiva, al cambio, y que no ha variado de estilo vestimentario desde hace al menos 40 años.
Quizá sea una manera de diferenciarse de los otros, de intentar mantener su elitismo...Pero en vano, puesto que la industria textil se ha democratizado según se achinaba -qué paradoja- y actualmente cualquier ciudadano de medio pelo puede adquirir prendas similares, si no de calidad, al menos sí de aspecto.
Efectivamente, lo habéis adivinado, me estaba refiriendo desde el principio a los pijos; de hecho ya avancé en el capítulo anterior la sorprendente caracterísitica: ¡Los pijos -de raza o postizos- se visten siempre igual!. Y especialmente el caballero.
El caballero porta con supuesta elegancia un abrigo verde oscuro ligeramente acolchado elegido por su esposa.
En el "trabajo", el uniforme o disfraz llamado "traje".
En el entretiempo lo apropiado es el pantalón clásico, la camisa a rayas -estas últimas veinticinco temporadas se llevan los tonos pastel, rosa y pistacho. No olvidemos el jersey fino de colores crudos anudado al cuello, por si refresca.
En las vacaciones oficiales la apariencia es altamente informal: pantalones cortos hasta justo por encima de la rodilla, con bolsillos y con tonos verdes, blancos o beiges. la camisa es la misma que en invierno. O bien un polito. En el sector pepero, mayoritario entre estos individuos, abunda el polo con los colores patrios en el cuello y las mangas. Al conjunto no puede faltarle el mocasín sin calcetines.
El pelo se resalta con una raya a un lado y mucha gomina.
Esta pinta se puede empezar a lucir a partir de los 6 años y hasta los 60; a partir de esa edad el pantalón corto se sustituye por uno largo. Voilà!
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