10 enero 2011

De políticos y otras inmundicias.

En mi opinión la de político es una profesión indigna: es lógico que así sea puesto que cuanto más se triunfa en ella más forma parte uno de algo elitista y privilegiado; es decir, por ley humana sentimos mucho nuestros propios dolores, algo menos los de la gente cercana, un poco los de los conocidos, un momento los de la gente que se nos pone delante y nada los de los otros. Y resulta que los encargados de resolver los problemas de una sociedad están instalados en la cúpula de esa sociedad, y cuanto más responsabilidad tienen más lejos están de esos problemas.

Es evidente que a ningún político español de ningún partido la ha afectado ni lo más mínimo la famosa crisis, ni han perdido poder adquisitivo ni han renunciado a ninguno de sus muchísimos privilegios.
Resulta indignante ver cómo siguen viajando, cómo siguen gastando el dinero público en cosas innecesarias, cómo se convierten más y más en una casta de casposos ricos con un discurso pomposo y vacío. No es posible creer en ellos así, no es posible confiar en su honestidad, porque en estos tiempos han tenido una buena ocasión de demostrarla y han preferido demostrar su falta de principios y su egoísmo.
También es ley humana que se acerquen a esta profesión precisamente los más ambiciosos y los más adictos al poder; y que triunfen en ese mundillo tan competitivo justo los trepadores, los que mejor pisan cabezas y los que, en definitiva, son capaces de llegar a lo más alto de la jerarquía política.
La profesión de político es más indigna aún en cuanto la élite nos cuenta con impudor que su motivación principal es "servir a los ciudadanos". Ya he dicho alguna vez que se trata del único caso en el que el sirviente está por encima del que recibe el servicio, supuesto servicio.

En estas circunstancias da un poquito de asco escuchar a una ministra con cara compungida que "todos tenemos que apretarnos el cinturón y estar juntos para salir de la crisis".
Debería darles vergüenza incluirse en el problema.
Pero es que no tienen vergüenza y el problema son ellos.
Un presidente rico dice que comprende lo mal que lo están pasando los pobres y siente uno náuseas de esos ojillos de besugo que no está fresco, esos hombros estrechos, esas manitas y esa voz grave de tono firme que parece que dice mucho y no dice nada.
Sale el rey en su palacio, con su sillón y su chimenea, y nos cuenta que "tenemos que ser solidarios para llegar a blablá y que todos juntos blablí y que en estos momentos difíciles quiero hacer llegar un mensaje de blablablí".
Y uno se pregunta de qué coño va esa gente.

El lendakari del País Vasco anuncia que en el 2011 va a hacer al menos 5 viajes oficiales, al Golfo, a Inglaterra, a EEUU, a Alemania. Yo pienso que estamos en crisis, ¿no?, y que debería hacer cero viajes a costa de nosotros y que en su mediocridad de presidente de una autonomía de un país mediano no es muy grave si los alemanes se quedan sin conocerlo. Deduzco asimismo que ha elegido los países del Golfo para que los empresarios vascos hagan negocios (pero sigo sin ver el motivo de su presencia allí, y no comprendo porque esos empresarios no se pagan su viaje); y que ha elegido los países anglosajones y germánicos porque le gustan y le apetece visitarlos de gratis y con condiciones que escandalizan al que las ve.
En ese mismo periódico (página 4) el Gobierno Vasco anuncia la reducción de las "ayudas de urgencia", precisamente las de los más necesitados (es la crisis), y en la página 5 la recepción de fin de año con más de 600 invitados a la comilona escandalosa (es la crisis moral).

Se dirá que así ha sido siempre, que los de arriba viven bien y que no hay solución, que si no votamos al PSOE nos quedan el PP y los nacionalistas, y que ya sabemos que harán lo mismo.
Y que no podemos hacer nada.
Algo importante falla entonces en esta democracia.
Es cierto que no es fácil cambiar este sistema podrido, pero al menos podríamos protestar, podríamos desenmascarar a la gentuza, podríamos hacerles ver que no nos creemos su farsa. Y sobre todo, podríamos no votar a ninguno por ver si el descontento y la protesta hacen que poco a poco aparezca una nueva casta política menos fétida, con sueldos normales y adecuados al nivel del país. Por ver si poco a poco vamos convirtiendo a los estómagos agradecidos en funcionarios y en servidores. Así sea.

Mientras tanto aprovecha el paso de alguna comitiva de estos bandidos para gritar "¡sinvergüenzas!".
¿No sirve de nada?
Pero te quedas mejor.

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