08 marzo 2012

Aparcar tu coche en la acera NO es simpático.

Hace 3 semanas apareció en L'Orient Le Jour un artículo firmado por Médéa Azouri Habib en el que, tras citar  las razones para irse de Líbano, nos contaba los 20 Motivos para amar a este país.
Después de varios años sufriendo y queriendo a Líbano, creo que puedo permitirme dar mi opinión sobre lo bueno y lo malo, opinión quizá más objetiva, por extranjera y desapegada, que la de la autora del artículo.
Estoy de acuerdo con algunos de los problemas que cita: la falta de civismo, la corrupción, la lentitud del internet (un robo), la carestía de la vida (sobre todo en relación a la calidad de los productos ofrecidos), la contaminación del mar, los atascos, los cortes de electricidad...
Añadiría algunos más, como la superficialidad y el gusto por la ostentación de cierta gente, el amor desmedido por el dinero de otros, la terrible desigualdad socio-económica, la primitiva jerarquización de la sociedad, en la que unos sirven y otros son servidos, los clanes, la hipocresía social, las patéticas prestaciones de servicios públicos por parte del Estado, la organización vial y arquitectónica, la mentalidad en relación con los inmigrantes y las "sirvientas" (o "trabajadoras domésticas", como eufemísticamente les gusta llamarlas a las ONGs), el trato poco humano y nada respetuoso que reciben (aunque sorprendentemente conozco a miles de personas  que se jactan, todas ellas, de pagarles generosamente más de la mierda normal y además tratarlas mejor y considerarlas "una más de la familia"; normal, porque los hijos de puta son siempre los otros; quizás porque mi madre tuvo que ser en su adolescencia sirvienta de un ricacho al que ella aún llama "señor", no soporto la idea de que una especie de esclavos limpien mi suciedad a cambio de unos dólares; ni creo que sea excesivamente bueno para la educación de un niño considerar que esa persona ha nacido para servirle; pero es sólo una opinión, claro).
Aún hay otras cosas negativas, como los que se cuelan en el banco, para coger un taxi, en una tienda; o la escasa productividad (muchas horas de trabajo mal pagado y poco rendimiento); o eso tan libanés de que hagan falta 2 meses y 6 citas fallidas para cambiar una bombilla que se podía haber puesto en 2 minutos. Etcétera.

Sin embargo me gusta este país, me gusta la gente (mientras no haya negocios por medio), me gusta el estilo de vida y me gustan muchas más cosas que hacen que siga viviendo aquí a pesar de todo lo anterior.
Por eso estoy también de acuerdo con algunas de las razones "para amar a Líbano" que aparecen en el artículo: el clima, claro, y más siendo yo del gris Bilbao, la noche de Beirut, la naturaleza (la que aún no han conseguido expoliar ni destrozar ni llenar de edificios horribles), la comida, los "taxis colectivos" (aunque sinceramente dudo que la autora del artículo haya cogido algún "service" en su vida; cómodos, baratos, cutres, friquis, a veces con coches que se caen a trozos, conductores de 80 años, taxistas mancos, iluminados religiosos, con música a todo volumen, donde es posible transportar una escalera..., así son, aunque los conductores privados, los que han robado la ciudad para ellos, piensen, con la desfachatez que les caracteriza, que el problema de tráfico se debe a los taxistas, ya te digo, qué cara).
Y hay otras cosas que me encantan: los restos de hospitalidad, la facilidad para las relaciones sociales y para el contacto humano.
Y existen aún otras razones que no aparecen en el artículo y que me hacen querer a este país: la simpatía de algunas personas, la belleza de las mujeres, la vida cultural, los festivales de cine, la increíble variedad en un país tan pequeño de mentalidades, costumbres y visiones del mundo, la parte que aún tiene Líbano de vanguardia del mundo árabe en libertad y tolerancia, la convivencia de religiones desde siempre, como en todo Oriente Medio  (a excepción de Israel) y que, a pesar de todos los problemas, me parece aún un ejemplo para el mundo.
Y el caos en su aspecto positivo (y más ahora que en Europa nos dicen los gobiernos que se autodenominan progresistas cómo tenemos que pensar, a qué hora tenemos que dormir o bajar la basura), es decir, la parte de libertad que da la desorganización de cosas que no tienen por qué ser organizadas.

Pero en lo que no puedo estar en absoluto de acuerdo con la escritora es en algo que para ella es uno de los encantos de Beirut y para mí una de sus principales lacras; concretamente dice, como si fuera algo simpático: "La anarquía [...] nos permite aparcar el coche encima de la acera, justo delante de nuestro peluquero".
Pero aparcar el coche en la acera NO es simpático, al contrario, denota una total falta de civismo y un desprecio por la gente que va a pie haciendo una carrera de obstáculos, tragándose los humos, el ruido, el estrés y poniendo en peligro su vida.
Indica asimismo una mentalidad muy triste según la cual un conductor no puede mover su culo más de 3 metros, sino que tiene que aparcar en la puerta (aunque sea en la acera) o, mejor aún, dejarle la llave a un aparcacoches para que se encargue él, y encima creer que eso es "chic".
Y además aparcar el coche en la acera mientras te vas tranquilamente a que tu peluquero te tiña y encontrarlo en el mismo lugar 3 horas después, significa que no hay una resistencia ciudadana para liberar las aceras de basura, y que la policía libanesa no hace nada, cosas ambas que ya sospechábamos.

Los que somos peatones sabemos que también en Europa el 70% del espacio de las calles está injustamente reservado a coches privados que nos contaminan y molestan sin aportar ningún beneficio público. Pero al menos allí va triunfando poco a poco la idea de que los centros de las ciudades deben ser para las personas y no para los coches; y que el transporte público tiene preferencia porque es un servicio social; y que la ciudad no tiene por qué ser una jungla peligrosa a causa de la gente que no anda.
En Líbano la ciudad es para los coches y el peatón sobrevive entre tanto energúmeno y tanta energúmena.

En Líbano, a los absurdos usos tradicionales de las aceras -terrazas, señales de tráfico, postes de la luz, publicidad, cabinas de teléfono, kioskos, etc- se añaden muchos más, algunos sorprendentes: la acera sirve para que el peluquero de Médéa cuelgue las toallas a secar; para exhibir las flores o vender naranjas; para que los porteros se sienten en sillas de plástico a masajearse los testículos; para que los aparcacoches de los ricos pongan una marquesina; para que las tiendas coloquen aparatos de aire acondicionado a la venta y mil objetos más; para que los escasos árboles puedan admirar a los Ferraris...; sirve asimismo para dejar los restos de las obras, bolsas de basura, latas de Pepsi-Cola vacías, piedras y restos de señales de tráfico cortadas a la altura de los tobillos; y para que las obras se pillen la mitad y pongan una valla; la acera es el lugar que los habitantes de un edificio convierten en su parking privado por el careto; es donde aparcan las motos, a poder ser cruzadas, que así molesta más; es por donde van los mensajeros de los restaurantes en sus motos para evitar los atascos, donde aparcan los camiones de descarga de mercancias, etc y etc...Sin embargo, qué curioso, los mendigos y los vendedores ambulantes van por la carretera, que es donde viven los pudientes.

 Los peatones vamos esquivando obstáculos, pero acabamos andando por la carretera al lado de los coches, sobre todo cuando delante de nosotros un descerebrado ha aparcado su flamante Range Rover de 7 metros por el que sería capaz de matar en medio de la cutre acera para irse a comer un falafel de 2.750 liras y una Pepsi con pajita.
Esto no pasa una o dos veces: las aceras de Beirut están plagadas, invadidas de coches aparcados cual cucarachas gigantes, porque en este país no caben 1.300.000 coches; y las carreteras están llenas de coches que pitan, dan marcha atrás en medio de un atasco, van en dirección contraria, cortan el tráfico para pasar ellos (que llegan tarde al ABC), aparcan en triple fila para comprar una tarjeta de móvil de última generación, de móvil inteligente, más que el dueño, o para tomar un café.
Y les importa un huevo todo lo demás y todos los demás.


 ¿Y por qué pasa esto? Por un lado por la falta de educación cívica y respeto hacia los semejantes; y por otro, muy importante, porque en Líbano el coche es un símbolo social y la gente que no tiene coche apenas llega a la categoría de persona; en Líbano sólo andan por las calles las criadas, los obreros sirios, los pobres y algún guiri despistao con mochila; o sea, gentuza a la que no se debe ningún respeto, se puede incluso acelerar en temporada de lluvias al pasar sobre un charco a la altura de un peatón.

¿Que solución hay? Sólo 2: que cambie la mentalidad, lo cual parece difícil; o que la policía retire y multe a los cabrones que nos roban las aceras. Y creo que también va a ser difícil, porque en los cochazos van los "señores" y "señoras" y andando va la escoria; no vamos a multar a un "señor" mal aparcado, que vaya usted a saber de quién es hijo o primo, para que pase un pobre.

Así que, aunque no tenga mucha esperanza de arreglar nada, a veces le digo a algún gañán con coche y acera privados que el coche va por la carretera y las personas por la acera; y me mira el tarugo con cara de no entender nada; de hecho, no entiende nada. Y a veces les levanto los limpiaparabrisas y les muevo los espejos retrovisores para que al volver al menos tengan que salir del coche a ponerlos bien.
Y estaría bien que los peatones lucharan un poco por las aceras y por los semáforos en verde, ya que el Estado no lo hace (Es que el Estado aquí va en Range Rover también, aparca en la acera y se pasa los semáforos en rojo).
Y sin gran esperanza también, les digo a las pijas que mientras el peluquero Rudolph les corta el pelo y las pone "ideales", los viejos y los minusválidos están encerrados en sus casas y los niños van en el coche de sus padres, porque en Beirut no hay apenas parques para jugar o sentarse, sólo aparcamientos de pago, y porque por la calle no  se puede andar por culpa de los coches aparcados delante de todas las peluquerías.

P.D.: En Beirut no hay apenas industria, la contaminación del aire proviene casi exclusivamente de los coches. Y "la tasa de partículas en suspensión en el aire de Beirut sobrepasa entre 175% y 275% las normas fijadas por la Organización Mundial de la Salud".
En este estúpido círculo vicioso muchos conductores estarán convencidos de que la culpa es de los taxis y de los fumadores y verán en este dato otra razón para ir en coche a todas partes, que la calle está muy contaminada para ir a pie.

3 comentarios:

Ferran dijo...

Nadie como tú conoce las aceras y a las beirutíes buenorras que leen a Paolo Coello, o como se escriba ese friki

Niño Barullo. dijo...

Sigo tu blog desde hace un par de años y es que es para mí un placer hacerlo. Creo que retratas la realidad de Líbano tal cual es, de manera objetiva y eso es digno de admirar.
Estoy contigo en que eso es un problema muy grave para Líbano y más concretamente para Beirut y es que no se puede pasear tranquilamente. Ha habido una frase tuya que es la que más me ha impactado:
"les digo a las pijas que mientras el peluquero Rudolph les corta el pelo y las pone "ideales", los viejos y los minusválidos están encerrados en sus casas".
Y es que un país lleno de minusválidos por tantos años de guerra no puede permitir que eso suceda.
Por cierto, ¿tienes Twitter?
Saludos desde España.

amigo_de_libano dijo...

No tengo Twitter...gracias por todo Niño.