17 septiembre 2015

Denominación de origen.

En los patéticos, mediocres y lameculos medios de comunicación españoles hace ya un tiempo que vengo observando -ojalá fuera lo peor que hacen- el mal uso de la palabra "origen". Por ejemplo a Ara Malikian se le calificaba como "violinista de origen libanés". Pero Ara Malikian no es de origen libanés, es libanés. Si lo que querían decir es que, aunque es libanés, reside en España, digo yo que la forma más sencilla y correcta es precisamente ésta, decir que es un músico libanés que reside en España.
Evidentemente el error no es inocente: se trata de informar -mal- a veces, y de manipular, otras veces, cumpliendo estrictamente los estúpidos criterios anglosajones de corrección política, según los cuales, la nacionalidad, la religión de un personaje y/o su origen deben evitarse ya que pueden convertirse en factores de discriminación, de estereotipos y de amalgamas. Tiene esto su lógica, claro, cuando se trata de hechos delictivos; si la policía detiene a una persona, digamos que el periódico publica sus iniciales "para salvaguardar su anonimato" y al mismo tiempo añade que el presunto delincuente es gitano, rumano o árabe, lo que se consigue es reforzar la idea entre la maniquea opinión pública española de que los rumanos son ladrones, los gitanos traficantes, y los moros terroristas.
Al parecer al rancio periodismo patrio lo único que se le ha ocurrido a este respecto es añadir "de origen", que cumple la misma función pero que es como más suave, parece que uno es un poco menos argelino que si es argelino. Y así los sucesos están llenos de malvados de origen magrebí, de origen árabe, de origen sudamericano, de origen del Este de Europa y hasta de origen musulmán, que al sumiso periodista de origen español no parece preocuparle mucho ni la diferencia entre nacionalidad, pueblo, raza, religión u origen, ni la corrección lingüística y semántica.
Y una vez que se empieza ya no se para, y acaba sirviendo el término para terroristas y para violinistas.

Viene esto a cuento de la polémica por la anulación/no anulación del concierto de Matisyahu en el Festival Rototom Sunsplash de Benicàssim (Castellón). En la prensa escrita española y en las televisiones se define al artista como "cantante estadounidense de origen judío", "judío de origen estadounidense", "estadounidense-judío"...Pero ocurre que "judío" no es un origen sino una religión. Es más, el término "de origen" niega el adjetivo al que acompaña: si calificamos a una persona como "de origen polaco" lo que estamos diciendo es justo que esa persona NO es polaca, sino sus padres o sus abuelos. Por otro lado, si a veces los periódicos evitan incluir esos datos sobre un delincuente es -como se ha dicho- para evitar la estigmatización de toda una nacionalidad, un pueblo o una religión; y, sobre todo, porque si decimos que H.P., el asesino de su ex-pareja, es de origen ecuatoriano, deberemos también decir que C.C., otro asesino de su ex-pareja, es "de origen español" o "de origen riojano". Veremos así que la gran mayoría de los asesinos de ex-parejas en España son "de origen español", simple cuestión de porcentajes de población "de origen español" en España.
Matisyahu no es un estadounidense de origen judío, es un estadounidense judío, un estadounidense de religión judía, como hay estadounidenses protestantes, católicos, musulmanes, taoístas, y etcétera -que diría Sam Savage-. Definir de esta manera a otra persona sería simplemente ridículo: "¿Conoces a Carolina Marín? Es la campeona del mundo de badminton. Es española de origen católico, gracias a los reyes Isabel y Fernando, tanto monta, monta tanto. No, no, espera, es una católica de origen español, vamos, una española católica...de origen".
Pero en el caso de Matishayu el error de los periodistas tampoco es inocente. De hecho, la religión del artista es la clave para entender la polémica; y hacer equivaler esa religión a una nacionalidad o a una ideología es la clave para manipular esa noticia.

Los protagonistas:
-Matishayu es un cantante de música reggae (mezclada ahora con rap y sonidos electrónicos) estadounidense y judío (de hecho hasta hace pocos años judío ultra-ortodoxo perteneciente a la rama del judaísmo jasídico). Sin entrar en su calidad artística, es evidente que son su nacionalidad y su religión lo que le ha facilitado el éxito. Ser del país que controla la distribución mundial de la música, ayuda; ir vestido con traje, sombrero y tirabuzones de ultraortodoxo, también ayuda; y Matishayu es famoso por esto último.
-BDS (Boicot, Desinversiones, Sanciones) es un movimiento muy activo que busca el boicot al estado de Israel porque piensa que es la única manera de obligar a este país a cumplir con las resoluciones internacionales y los derechos humanos en lo que respecta a Palestina.
Que Israel esté protegido y amparado por Estados Unidos no hace que sus actos y sus valores éticos sean aceptables. Que se insista hasta la náusea en que Israel sea un país democrático no hace que sus valores lo sean. Se puede discutir si los métodos de BDS son idóneos y apropiados; por mi parte, no estoy de acuerdo en el sistemático intento de boicotear a cualquier artista que actúe en Israel, por 2 motivos: primero, porque habría que boicotear a los que actúan en todos los países que no respetan los derechos humanos, que son docenas (y no se hace); y, segundo, porque creo que cada cual tiene derecho a tener sus ideas -o a no tener ideas-, aunque desgraciadamente esas ideas signifiquen apoyar al régimen israelí.
Pero sí pienso que es lícito boicotear a Israel como único medio de cambiar su sangrienta política.
En el caso de Matisyahu, evidentemente, los papagayos empezaron a repetir: "¡Antisemitismo, antisemitismo, arggg!". Pero, por mucho que se empeñen en intentar vendernos la moto, a Matisyahu no se le anuló el concierto por ser judío; la cuestión era si apoyaba públicamente al régimen sionista o no. El antisemitismo no tiene absolutamente nada que ver. Si queremos hablar con propiedad, los árabes son semitas y muchísimos israelíes y muchísimos judíos no lo son. Lo que el lobby y sus empleados llaman antisemitismo -es decir, "me odian por ser judío"- es una ideología muy residual, seguida por grupúsculos neonazis y poco más.
Lo que sí hay es una gran movimiento popular internacional -a pesar de sus cobardes gobiernos- contrario al sionismo y a la política israelí.
En el caso de Matishayu nunca se aclaró si es sionista o no, pero, en todo caso, la historia tuvo un "final feliz": El lobby actuó, Estados Unidos actuó, al "aliado" gobierno español actuó, y la organización del festival volvió a invitar al artista y además fue condenada a emitir una patética nota en la que decían que la culpa era de BDS, que eran unos malones y que les habían presionado y agobiado, que ellos no querían, oiga, y que juraban que nada más lejos de su mentalidad que ser antisemitas, antisemiiiitas...
Matisyahu actuó y a BDS le pondrán una denuncia por antisemita y por acosador.