21 diciembre 2007

Notas de la Semana Santa en Jerusalem (4 y final)

Sábado Santo:
Me despierto otra vez a las 7’30. Mejor para aprovechar el día.
Voy a la Iglesia del Santo Sepulcro pero, claro, cruzando el pueblo etíope (allí siempre hay algo simpático): hoy están repartiendo ramitas de palmera, que algunos se ponen alrededor de la frente. Dentro, la iglesia está casi vacía. Sólo un cura lee unas oraciones en la capilla de abajo y ya se oye el ruido del patio del Santo Sepulcro. Esta tomado literalmente por decenas de policías israelíes. Incluso dentro de la iglesia hay montones, armados. ¡No puedo creerlo! Fuera también hay cientos, controlando el recorrido de la procesión que tendrá lugar después.
Evito la misa (cuando termina veo al, supongo, arzobispo, bendiciendo a diestro y siniestro, y los seminaristas emocionados como si hubieran conseguido un autógrafo de Ronaldo).

Aprovechando que toda la gente está en la misa, veo casi solo la capilla de la Reina Helena y la gruta donde supuestamente encontró la cruz y los clavos de Cristo. Es una capilla medieval preciosa y simple, llena de cruces grabadas en los muros por los cruzados. Muy emotivo: son “pintadas” que tienen setecientos años;
También impresiona la capilla sirio-jacobita del siglo I, muy descuidada.
No me dejan entrar al Santo Sepulcro: veo una esquina por un agujero circular del muro. Lo intentaré después.

Hoy es el cumpleaños de mi madre; como regalo, le enciendo una vela al lado del Sepulcro y otra al lado del Calvario, donde he subido al principio y no he conseguido imaginarme, sentir, que allí clavaron a Cristo. Pero a ella le hará ilusión el regalo.
Como el mundo es tan pequeño, me encuentro en los zocos con V. y F., una pareja (español-francés) que conozco de Beirut. Hablamos un rato y nos vamos cada cual por su lado.
En el barrio armenio encuentro una procesión de ¡gaiteros! (Palestina estuvo bajo dominio británico y ésta es una de sus herencias; hay otras peores).
Busco el Convento del Olivo para volver a hacer la foto que no salió de la casa de Anás (quiero dársela a mi amigo J. porque, de adolescentes, hicimos la ópera-rock “Jesucristo Superstar” y él hacía de Anás y yo de Caifás, su suegro y sumo sacerdote).
El convento está cerrado pero disfruto de la calma, de la paz y el silencio del pueblecito armenio (casas y conventos en un mismo recinto).
Sale de su casa una mujer vieja que se llama María y que se parece mucho a mi madre. Otro misterio en el día de su cumpleaños. Se ofrece a enseñarme el lugar y me pregunta si soy cristiano. Le digo que sí, sonríe y se siente más a gusto. Me enseña el olivo donde fue azotado Jesús y me explica con detalles cómo era el látigo. Es el primer lugar donde cayó la sangre de Cristo. El olivo tiene un tronco viejísimo, muerto, del que han salido muchas ramitas formando un nuevo olivo. La mujer atribuye las ramas y la “resurrección” del olivo a la sangre de Cristo. Me dice que en este mismo olivo se ahorcó Anás, comido por los remordimientos. Detrás está la prisión de Cristo, cerrada. Estoy solo con ella pero me dice que antes de la Intifada había procesiones de peregrinos a este lugar.
Los armenios no parecen tener mala relación con los judíos. En la procesión de gaiteros hablan y ríen con los policías.

Salgo de la ciudad antigua por la Puerta Nueva; quiero ver la parte moderna. Cojo una avenida residencial en la parte judía. Mucho calor y nada que ver. Giro hacia la parte musulmana, recorro la zona comercial pero tampoco tiene mucho interés. Entro en la ciudad vieja por la Puerta de Herodes y salgo por la de los Leones. La gente sale de rezar en la Mezquita de al-Aqsa y de la Roca y cogen “services” y autobuses para volver a sus barrios o pueblos.
Otra vez en Getsemaní, cojo tierra y hojas de olivo para K. y para mí y para regalar, y disfruto de la tranquilidad y los cantos de los pajaritos sentado al pie de un olivo y con las murallas enfrente. Veo toda la ciudad antigua desde aquí.

Hoy he estado también en una iglesia greco-ortodoxa (moderna) cerca de la Puerta Nueva: había un mapa de los cristianos en Oriente Medio y Africa, con todos sus tipos y ritos…

Vuelta al Santo Sepulcro: para entrar a la sala del sepulcro hay una cola grande de gente apretándose y empujándose, porque sólo se entra a la minúscula sala de 4 en 4. Cuando quiero darme la vuelta me encuentro aprisionado en la marabunta y tengo que seguir allí esperando el turno. El paso lo da un cura calvo y con coleta que grita, empuja y golpea a la gente que se cuela; muy duro como guardián del Santo Sepulcro pero parece que las circunstancias lo exigen. Y ver la supuesta tumba de Jesucristo bien vale una bofetada de un cura coletudo, ¿no?

Tengo más de cinco carretes hechos en 4 días pero en ninguna foto aparezco yo. Decido que me hagan una y qué mejor sitio que en el pueblo etíope. Me hace dos un chico palestino. Me pongo con un cura etíope que casi no habla inglés (y árabe bastante mal, como yo). Me dice que quiere la foto, el pobre. Le explico mi situación y le digo que si vuelvo se la traeré.
Paseo por los zocos ya sin rumbo, cansado y como despidiéndome de esta ciudad. Compro, para cenar en el hotel, un pan, “zaatar” y un falafel.
Un último té en mi café de cada tarde, “The Gate’s Café”, al lado de la puerta de Damasco, en una terraza discreta con pocos clientes, la mitad lugareños y la mitad turistas (el precio es para turistas). Ya me conocen los dueños: un matrimonio. La mujer, aún guapa, me enseña a su hijo y a su nieto (y a la mujer de su hijo, que no es la madre del niño). El niño es rubio y nadie diría que es palestino por su aspecto.
Al hotel. Mañana me voy y tardaré muchas horas de taxis, visados, fronteras en esta tierra que nunca las tuvo, para llegar a casa, en Beirut.

Jerusalem-Al Qods es una ciudad única: se respira por todas partes, si no a Dios, si no a los dioses, sí el deseo de dioses de los hombres. Se respira historia. Y se respira opresión. Parece que un Dios les prometió esta tierra a unos, al menos eso dicen ellos. Pero creo que ningún Dios tiene derecho a hacer eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha encantado tu narración del viaje, hace 3 años, tambien desde Beirut, en las navidades de 2004 realicé un periplo similar y recuerdo que tuve sensaciones muy parecidas a las que tu nos cuentas...si vuelves merece la pensa visitar Belén, San juan de Acre, Nazaret, el mar de Galilea...pero en sensaciones nada parecido a la vieja jerusalem.
Hamdulillah!!

Abrazo. Vicente