16 enero 2009

El retrato de Dorian Gray.

Quiero insistir en la idea de que un país no puede ser democrático de puertas adentro solamente.
La democracia no consiste en elegir cada 4 ó 6 años a un presidente.
Un país democrático es el que respeta unos valores éticos y los aplica a sus ciudadanos y al resto del mundo.
En un país democrático es imposible que exista Guantánamo puesto que la democracia considera que hasta los terroristas y los asesinos tienen derecho a un juicio justo y que todos somos inocentes hasta que no se demuestre lo contrario. Las leyes son para todos y la vida es sagrada.
Cuando un país que se autoproclama modelo de democracia y libertad tortura, invade y practica una doble moral, hay que decirle, aunque esté sordo de soberbia, que su democracia está enferma y que, al menos, agradeceríamos que dejara de dar lecciones -porque sólo son lecciones de hipocresía- y que se mirara al espejo sinceramente, si todavía recuerda lo que significa la sinceridad. Todos nos creemos buenos y guapos y más aún si nos lo dicen continuamente los demás, los pelotas, los bufones, los estómagos agradecidos, los falsos.

Israel se mira en un espejo "made in usa" y en otro deformante que se ha fabricado a sí mismo. Y se ve guapísimo. Ve a una víctima, a un resistente, a un ser superior que vale más que nadie.
Y oye a los aduladores y a los cobardes que le dicen que es un ejemplo, un orgullo para el mundo.
No acepta críticas porque para el pagado de sí mismo, para el pretencioso, los que le dicen que es muy feo sólo son envidiosos.
¿Envidiosos de qué?
Es una belleza rancia, artificial, operada mil veces; es un joven arrugado y con la cabeza vieja y llena de odio.
Y cuando mira alrededor ve ratas. Ratas palestinas. Ratas sucias que le molestan porque le recuerdan que vive en la basura, aunque la tenga escondida.
Y a las ratas hay que eliminarlas.
Es más fácil que quitarse el maquillaje y ver al monstruo.
Es más fácil que cambiar de espejo.

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