27 abril 2010

El Nacionalismo barato: 3. Catalán y Valenciano.




Como ejemplo del artículo anterior, me gustaría comparar 2 textos de 2 lenguas diferentes: uno está en lengua catalana y otro en lengua valenciana.
Son 2 lenguas distintas –ah, que esto ya lo he dicho- y por eso las administraciones públicas editan sus formularios en ambas, además de euskera, gallego y castellano.
Se trata, al azar, de la primera página de los impresos para solicitar la “jubilació”.
He marcado en ambas las diferencias: a simple vista hay 20, cantidad muy respetable tratándose de una simple hoja de datos personales…
Sólo que, de las 20 diferencias, 16 son falsas, se trata de sinónimos: “amb deteniment”-“detingudament” (con detenimiento=detenidamente).
Sus instruccciones=las instrucciones sobre cada uno; manera=forma; porque=ya que; la tramitación=el trámite; pensión=prestación; está usted=situación; 3ª persona=terceras personas; como=en calidad de; trabajo=faena; de otros=ajena; por su cuenta=por cuenta propia…
En fin, para qué seguir con la tontería.
Pasemos a ver si existe alguna diferencia real entre estas 2 lenguas, de vocabulario, gramatical, etc…
Pues sí, las hay: en una “viudo” se dice “viudo” y en la otra “vidu”; soltero, “solter” y “fadri” respectivamente. La preposición de lugar en un caso es “en” y en el otro “a”. Y por último, donde una dice “ha estat”, la otra, “ha sigut”.
No es broma, eso es todo: 2 palabras diferentes, aunque una mínimamente, 1 preposición, y un cambio “ser-estar”.
Es cierto que hay muchísima más diferencia entre el español de España y el de Méjico; o entre el español de Andalucía y el de Cataluña; o entre el español de Medina de Pomar y el del pueblo de al lado; o entre tu español y el mío; o entre tu español de esta mañana y el de esta noche cuando te hayas bebido 2 cervezas.
Pero inventar y mantener la falacia de que son 2 lenguas presenta grandes ventajas: asegura un nivel de vida excelente a toda una banda de asesores lingüísticos y políticos por partida doble; acrecienta nuestro paranoico deseo de ser cada día más diferentes; permite a un señor valenciano –y “valencianófono”- rellenar la solicitud de su jubilación en su lengua propia y ancestral, respetando sus derechos nacionales. Fomenta el empleo local puesto que elimina a indeseables sin título de lengua valenciana de la posibilidad de plazas reservadas así a “los nuestros”.
Y sobre todo, muestra al maravillado extranjero la riqueza y fertilidad de nuestro suelo, del que salen lenguas como hongos.
Hay que reconocer, sin embargo, que son lenguas muy “agradecidas” puesto que estudias una y aprendes dos.
Felicidades y un grito de ánimo: “¡Anda, iros a cascarla!”

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