12 abril 2010

Verdades escondidas entre la mugre.

A los que creíais que el cine estadounidense de acción era una mierda y que tanto ruido broumbroum y tanto tiro no acallaban el vacío de creatividad y de ideas, tengo que deciros que estáis equivocados.
Ese cine sirve para muchas cosas: para poder dejar la mente en encefalograma plano los sábados sabadetes; para que los cines ganen fortunas con las palomitas; para que “ese gran país” nos coloque toda su peligrosa moralina de buenos y malos, redención y salvación y violencia extrema, con argumentos inverosímiles repetidos millones de veces, con historias que en el minuto 2 sabemos cómo van a terminar.

La función política del cine yanqui es incuestionable: desde niños sabemos que los japoneses son malos; y los alemanes, los rusos, los sioux y los árabes.
Sabemos que los latinos son traficantes y los extraterrestres invasores.
Y tenemos que salvar al mundo de tantas amenazas que no damos abasto; pero ellos se encargan. Porque es su misión y alguien tiene que hacerlo. Y son buenos y por eso triunfan.
Esto, por si no te has enterado pasa también en la vida real.
El último Oscar se lo han dado a una película destinada a hacernos ver que el ejército estadounidense está haciendo una labor humanitaria en Irak, salvando niños.
Para eso fueron.
El mecanismo mental es más simple que un discurso de Bush. Pero muy eficaz: si quieres convertir a alguien en bueno, humanízalo. Y lo contrario. Los malos son números y no nos importa que mueran. Los buenos tienen nombres, familias, funerales, edad, profesión, ilusiones e imágenes.
Es el método que utiliza “la prensa libre” en el “conflicto israelo-palestino”.
Y es el método que utiliza Hollywood.
Pero a veces, entre tanta bobada, maniqueísmo, hipocresía y moralina barata, se escapan inevitablemente destellos de la realidad.
Veamos 2 ejemplos: “Avatar” y “2012”.
La primera, espectacular, con encanto, creativa…hasta que se convierte en lo de siempre: previsible, violenta...hasta que sabemos lo que va a pasar. No pueden evitarlo, qué pena, siempre lo mismo.
La segunda, una caca que hemos visto siete mil veces desde el cine de catástrofes de los años 70, mucha maqueta, mucho ruido y muy pocas nueces. Previsible y sin verosimilitud desde que empieza.
Las 2 tienen un mensaje claro; digamos que un ciudadano medio estadounidense puede entenderlo sin grandes esfuerzos: estamos destruyendo el planeta y tenemos que rectificar antes de que sea demasiado tarde y llegue el Apocalipsis. Muy bien.
Salvo que principalmente son ellos los que están destruyendo el planeta: el principal contaminador mundial dando lecciones a través de la máquina hollywoodense. El mayor consumidor de energía, el más belicista, el que no firma el Protocolo de Kyoto, el del Obama de turismo en la Cumbre de Copenhague, ese modelo de país diciéndole al mundo que tiene que ser ecológico. Amén.

Pero lo más interesante de esas películas no es lo que cuentan sino lo que se deduce, lo que rezuma de ellas como una baba tóxica:
“2012” nos dice, muy a su pesar, que, cuando los que deciden destruyan el mundo, serán precisamente ellos los que se salvarán: los políticos, los ricos, los mafiosos de alto nivel.
Y “Avatar” nos explica muy claramente que cuando EEUU pone las patazas en un país (planeta) lo hace con un discurso de progreso, libertad y democracia pero en realidad lo que lleva es la muerte y la destrucción; que entra como un elefante y que no entiende ni quiere entender ni es capaz de entender que hay otras culturas tan respetables como la suya.
O más.

3 comentarios:

Paula dijo...

Absolut de acuerdo.
Ahora sólo me queda añadir que no todos los americanos son iguales, que también hay cine independiente y cabezas pensantes, como Chomsky...
Ah, que hablabas del cine de Holywood, absolut de acuerdo.

Anónimo dijo...

UN TRAGUITO DE ABSOLUT...VENGA

Anónimo dijo...

un traguito de absolut-true y otro de mugre para abrir los ojos.