19 noviembre 2012

Estudio científico dedicado a los niños, los ancianos y los minusválidos libaneses.

Mucho dar la chapa americanoide con el tabaco...pero el verdadero problema es la contaminación atmosférica producida por los automóviles. Yo -junto a un grupo de ilustres científicos de prestigiosas universidades- vengo avisándolo desde hace lustros sin apenas eco; y ello debido, por un lado, a mi escasa popularidad en el facebook, y, por otro lado, a los intereses económicos imperantes en un mundo dependiente de los hidrocarburos; lo cual se une a la huevonería intrínseca al conductor que no es capaz de ir a pie ni a comprar el pan.
Mi último estudio científico, titulado "La influencia de la contaminación atmosférica sobre diversos trastornos somáticos, psicológicos y del comportamiento en los conductores libaneses", y publicado por el "Journal of Analitical Behavior", pone el dedo en la llaga en relación a la gravedad de la situación y hace una llamada a un urgente cambio en la actitud de la población y los gobiernos. Antes de que sea demasiado tarde.
El estudio, que resumo brevemente más abajo, analiza los efectos del tráfico en el peatón (enfermedades, estrés, contaminación acústica y atmosférica, agresividad, peligro de accidente, obstáculos y obligatoriedad de soportar a un imbécil motorizado cada 1'2 segundos -entre otras molestias-. Algo que ya había sido estudiado anteriormente.
Pero la novedad del estudio reside en el análisis pormenorizado de los efectos que produce sobre los propios conductores -libaneses, aunque las conclusiones son ampliables a otros países- la contaminación del aire que ellos mismos producen en sus continuos e importantes desplazamientos urbanos para tomar café.
Estos efectos son gravísimos y se dividen en 2 tipos:
A) Trastornos en la personalidad.
B) Trastornos físicos, que llegan a veces hasta la mutación genética.

A) Trastornos de la personalidad:
Trastornos espaciales:
1. El uso continuo del coche lleva al vicioso conductor a confundir los conceptos de "cerca y lejos". Este fenómeno yo ya lo había observado entre los jubilados madrileños, que califican de "una tiradilla" la cantidad exacta de 400 metros. En Líbano, sin embargo, el problema es mucho más grave: un conductor típico considera que "lejos" comienza a partir de 25 metros de distancia a pie.
Para este trastorno se recomienda ver los episodios de "Barrio Sésamo" donde se aclaran los conceptos de "dentro-fuera", "arriba-abajo" y "lejos-cerca".

2. Otro trastorno espacial relacionado con la percepción de la realidad lleva al conductor libanés a confundir los conceptos de "pequeño-grande"; las calles de Beirut son "pequeñas" y esta alteración psicológica sin embargo impulsa a comprarse un coche "grande" o, si es posible, "muy grande"; obsérvese la ecuación: coche muy grande en calle muy pequeña= no cabe.

3. Asimismo se da de manera preocupante el llamado "síndrome de la lateralidad" que, en su versión clásica obliga al conductor fenicio a aparcar su coche "grande" en triple fila y a una distancia que científicamente recibe el nombre de "en el puto medio de la calle"; y que en su versión más repelente consiste en aparcar el coche, la moto o el camión en la acera, pero bien cruzado y ocupando así el 100% de la dicha acera.
Sobre este trastorno ya nos habló Plauto en su obra "De imbecilitas rerum", donde exhorta al conductor de las carretas de bueyes de este modo: "¡Oh, cabrón! Si tu incivismo y tu falta de educación te conducen a aparcar tu carro sobre la parte de la calzada destinada al caminante, para entrar a una taberna a libar, ¿por qué no, al menos, pones el carro de forma y manera perpendicular para que el peatón pueda mediante contorsiones pasar por los escasos centímetros que dejas, evitando así al mismo tiempo que éste se cague y con razón en tu puta madre?".

4. Asimismo existe un trastorno espacial muy extendido que consiste en confundir los conceptos de "adelante-atrás". Los afectados por esta rara enfermedad mental huyen de los atascos por dirección prohibida y marcha atrás, consiguiendo de este modo que el atasco del que pretendían escapar sea aún mayor. Este problema fue bautizado como "Síndrome de la marcha atrás" por Edward D. Hooper en su obra "Behavior anormalities" (1956).

5. Otros trastornos menores -aún no estudiados en profundidad- consisten por ejemplo en hacer cambio de sentido continuamente y sin motivo aparente; o en acelerar bruscamente para tener que frenar 3 metros después.

6. Fenómeno curioso es el llamado "Síndrome del esquiador guasguas", que en Líbano alcanza cotas espectaculares. Consiste en hacer "slalom gigante" en la carretera y hasta en los atascos, pegándose al culo del conductor precedente y dando un volantazo 2 cms. antes de golpearle. Se trata de una alteración grave, que pone en peligro la vida  de los demás; como tratamiento terapéutico Johnson y Spider (1989) recomiendan que se apliquen al guasguas "un buen par de ostias".

7. Algunos autores relacionan todo lo anterior con el clásico "Síndrome de Estocolmo" que conduce a acabar enamorándote de tu secuestrador. En este sentido se apunta a que el conductor libanés produce atascos continuamente porque en el fondo le encanta sentirse prisionero en esos atascos que él mismo provoca; se pasa el rato, sale más barato que tomar copas...
Interesante teoría que merece mayor estudio, puesto que las últimas estadísticas al respecto datan de 1920.

8. Por último debemos decir que la contaminación parece crear constantemente nuevos trastornos mentales; debemos pues estar atentos: ayer sin ir más lejos localicé un curioso especimen digno de análisis y que de momento denominaremos con el nombre científico de "Trastorno de así-cualquiera-es-ecologista-nos-ha-jodío-el-listo": se trataba de un Range Rover; para los profanos diré que el tamaño de estos todoterrenos equivale exactamente a 6'5 habitaciones de sirvientas. Bueno, pues el tío llevaba en lugar visible una pegatina que decía: "Use the Bike".

B) Trastornos físicos y Mutaciones Genéticas:
Trastornos físicos:
Hemos descubierto que los sentidos más afectados por la nube tóxica son -aparte del sentido común, el sentido de la orientación y el sentido cívico- el oído y la vista.

1. En efecto, la contaminación produce sordera; y así la ciudad está llena de macarrillas sordos que producen, cada uno de ellos, más ruido que un Concorde; el especimen más típico ya fue descrito por Johnny Khoury, investigador líbano-estadounidense de la Universidad de Güisconsin: "Se trata de un tipo disfrazado de italiano con un BMW turbo y trucado, que acelera cada 3 metros mientras suena por sus bafles gigantes y a volumen brutal a) tecno   b) música habibi   c) rap estadounidense  o   d) reggaeton. Al individuo en cuestión se le sienten las vibraciones a 2'3 kms de distancia, y los 1.700 decibelios que produce no parecen impedirle hablar por el móvil. Existe en versión moto y abunda asimismo este desgraciao en versión nocturna de despertar a todo el barrio a las 4 de la madrugada. Para su sordera, y ya que la policía no hace na', se recomienda "somanta de ostias".

2. Entre las enfermedades de la vista sobresale sobre todo el daltonismo, que afecta al 70% de los libaneses que, al confundir el rojo y el verde, se saltan todos esos elementos decorativos llamados semáforos.

3. Otro problema más específico es el de la fotofobia: afecta sólo a policías secretos y demás tipos de maderos y, no se sabe muy bien por qué, suele transmitirse a los miembros y miembras de la comunidad diplomática -también llamados "habitantes de Jauja"- destinados en Líbano. Los afectados por esta ultrasensibilidad a la luz solar deben llevar cristales tintados modelo "yo te veo pero tú a mí, no", modelo por cierto que en muchos países está prohibido y que recuerda en lo rancio a las mujeres que se tapan la cara.


Mutaciones genéticas:
1. La más común es el "derretimiento del cuerpo", que produce escenas horribles:
a) A veces va acompañada de una contracción de la columna que hace que el conductor tenga que conducir semitumbado , como si estuviera viendo la tele, y con una mano fuera de la ventanilla.

b) En muchos casos al derretimiento del cuerpo se le une una especie de licuefacción de la piel, que se ablanda y se pega al coche: por ejemplo la mano queda adherida al klaxon y entonces el enfermo no puede dejar de pitar ni un solo instante. O es la piel de las nalgas la que se pega al asiento y entonces el afectado no puede salir del coche en todo el día y se ve condenado a vagar por los atascos sin rumbo. En algunos restaurantes tienen un sistema novedoso que consigue despegar el culo del conductor del asiento a condición de aparcar el coche exactamente delante de la puerta del establecimiento y exactamente en el medio de la calle. Se dan casos muy extremos, como los de los que tienen que celebrar las victorias de Alemania en el Mundial en coche al no poder salir de él para expresar su alegría. O los que se ven obligados a manifestar sus preferencias políticas y sus protestas sin salir del coche al que están pegados por los glúteos. Al parecer las bodas, celebradas también en coche, exacerban la adherencia de la mano en el klaxon.

c) Al menos un 65% de la población conductora sufre degeneración y cambios genéticos en la punta de la mano libre, que se deforma con unas excrecencias que les salen en forma de iPhone o bocadillo de shawarma.

d) Pero el caso más extremo de mutación genética que conozco es el de los políticos que acuden a las sesiones parlamentarias. El Parlamento se encuentra en una de las poquísimas zonas peatonales de Beirut. Desgraciadamente sus excelencias han perdido, por falta de uso, la capacidad de andar y por ello se les conoce como "Los Sin Piernas". Como asimismo tienen fotofobia, deben llegar a la puerta del Parlamento guiados por escoltas y en cochazos con cristales tintados esquivando a niñitos que juegan alegremente con sus filipinitas.

Hago un llamamiento a las autoridades para que tomen medidas mientras aún se pueda.
El tiempo urge, las mutaciones se aceleran, y no es por ser alarmista pero ya pulula por Beirut una nueva raza de seres genéticamente modificados que se llaman "Los Aparcacoches": "Bajo su humana apariencia son seres agresivos y sin escrúpulos, capaces de aparcar un coche en el lugar más inverosímil; se han adueñado de las calles y matan por un espacio. Y además fuman". (D. Bennett, 2008).

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