26 mayo 2010

La que se sienta delante.

Tenemos una Academia Española de la Lengua caduca, somnolienta, sin influencia en el uso de la lengua y, lo que es aún peor, sin ningún criterio coherente ante los “ataques” que sufre el español, ya vengan éstos del inglés, de las nuevas tecnologías o de las clases políticas y periodísticas.
Son unos señores apoltronados y puestos a dedo cada vez con más dudoso mérito, sin capacidad de reacción y sin ganas de “fijar, limpiar y dar esplendor” a nada que no sea sus acomodados culos.
Que la Academia, opaca y con tan poca energía y autoridad, no sea escuchada por el pueblo llano es normal. Pero que las instituciones políticas y culturales destrocen la lengua a golpe de decreto y de tontería políticamente correcta, eso ya es más sorprendente:
Leo las bases de un “Concurso de Traslados de Profesores” del Instituto Cervantes, ente público encargado de difundir la lengua y la cultura española e hispanoamericana y donde unos cuantos se lucran sin ánimo…(o que no tiene ánimo de lucro, algo así, nunca me acuerdo de las palabras exactas), y encargado sobre todo de darle trabajillos inauguradores al príncipe Felipe; leo, digo, que la tal Convocatoria aparece firmada por “La Presidenta de la Comisión de Valoración”. Con 2 ovarios.
En mi humilde, discutible y viciada opinión “paridad” viene de “parida”. Creo que la “discriminación positiva” es un absurdo en su adjetivo porque no hay discriminaciones positivas; son discriminaciones para los demás, para los que no se ven beneficiados con un cargo por una circunstancia que nada tiene que ver ni con ese cargo ni con la capacidad del candidato. Que tenga que haber, porque sí, un 50% de ministras es tan ridículo como si un equipo de fútbol tuviera que tener la mitad de obesos, con el pretexto de que están discriminados en la vida social y deportiva, y para favorecer una falsa igualdad de oportunidades (con la dificultad añadida de que el 50% de 11 es cinco y medio).
En un equipo de fútbol profesional tienen que jugar los mejores. Y en la política debería ser así también, que no lo es. Y si los ministros son hombres o mujeres no es relevante, excepto para su vida privada.
Mejor sería que pensaran otra manera en que las mujeres pudieran medrar en el oscuro submundo de los partidos políticos y que llegaran así espontáneamente a ser ministras; evitándonos de paso el bochornoso espectáculo pseudo-igualitario.
No creo que se fomente la igualdad de esa manera; más bien lo contrario: se provoca que la gente piense cuando ve a una ministra que lo es, principalmente, por ser mujer. Y desde luego hay casos evidentes en el gobierno actual.
Si alguien confunde mis palabras con machismo “unga-unga”, del primitivo, pues será que no lo ha leído bien o que me he explicado mal. Lo que a mi me gustaría es que en España hubiera ministros honestos, capaces y merecedores de ese puesto, y el sexo de esa persona no debería ser un mérito. Pretender que así mejora la condición de la mujer es falso: enchufar a alguien por ser primo de, amigo de, o mujer, no crea más que rechazo y desconfianza entre la gente.

Pero volvamos a la “Presidenta”: los adjetivos –y las profesiones son adjetivos en origen aunque estén sustantivados- tienen en la lengua española unas normas claras en cuanto al género y al número. Los hay “-o masculino/-a femenino, como camarero y camarera.
Los hay que terminan en “-r”, como “traductor”, y el femenino también coge una “-a”, traductora.
Los que terminan en “-e”, y también en algunas consonantes como “-l, -d, -z”, etc, son iguales en masculino y femenino; dicho de otra manera, la terminación “-e” no es masculina sino masculina y femenina, y por lo tanto decimos el gerente y la gerente, y no hay “gerentas”, de momento. Por eso mismo mi hermana no está “trista” sino “triste”, igual que yo, cuando ve las barbaridades lingüísticas que se cometen en nombre de un feminismo burdo.
Yo pensaba que esto se estudiaba en la escuela.
Es cierto que ya desde hace muchísimos años (La Regenta) existe la tendencia a ponerle una “-a” incorrecta al femenino de ciertas profesiones: dependienta, oficiala, jueza, jefa, …
Se trata de vulgarismos.
“Presidenta” es otro vulgarismo, una incorrección, un mal uso de las normas de adjetivación del español, por mucho que lo digan altos cargos de una Institución que debería cuidar la lengua que difunde y no organizar, por ejemplo, cursos “on-line”, yeah, o producir “spots” publicitarios.
Y “presidenta” es un vulgarismo vulgar aunque el Psoe diga que no, confundiendo churras con merinas y política con lengua.
Y aunque la Academia no tenga nada que decir al respecto públicamente y entre siesta y siesta, lo único que hay, -en mi opinión, demasiados-, son “presidentes”, sean hombres o mujeres, con o sin paridad, y sean buenos o malos presidentes.

Por cierto, hay otras profesiones que terminan en “-ista” en ambos géneros, pero hasta ahora ningún machote se ha sentido discriminado por una terminación tan aparentemente femenina y ha decidido que él es un artisto y un futbolisto y un taxisto. Pero todo llegará, que en los ministerios hay mucho chupatintos y mucho soplapollos y mucho hipócrito. Aunque ahora que lo pienso sí que existe algún diseñador, homosexual, que se autodenomina “modisto”.

Y no sé por qué, me he acordado de este chiste:
-“Oiga, perdone, ¿es usted miembro o miembra de la Real Academia Española de la Lengua?
-“¿Yo?, hombre, no…pero como si lo seriese”.

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