29 abril 2011

Con la iglesia -catalana- hemos topado.

Estos meses está habiendo en Beirut manifestaciones a favor del laicismo; es gente harta de que el sistema político esté establecido en base a cuotas religiosas, gente que no quiere que se mezcle a Dios con el gobierno de los asuntos públicos, que pide que los sheijs y los curas hablen donde, cuando y de lo que tienen que hablar.
Es minoría todavía, 2 ó 3 mil personas, comunistas, lesbianas, jóvenes agnósticos, pacifistas, intelectuales y otros. Minoría porque la mayoría de los libaneses está cómoda con ese sistema de clanes guerrero-político-religiosos que los "protege", les da trabajo y mantiene "su identidad".

Se supone que en Europa se definió hace tiempo la separación entre la iglesia y el estado.
Pero sólo se supone: cuando vivía en Portugal leía en portada de los periódicos entrevistas con el obispo de Braga, por ejemplo, en la que éste hablaba de lo divino y de lo humano, nunca mejor dicho, y aclaraba a los fieles la tendencia política de la Iglesia Portuguesa.
En Italia el Tribunal Supremo ha mantenido los crucifijos en las escuelas públicas alegando unas "profundas raíces cristianas" del país. Si es por raíces, deberían también poner en las escuelas las estatuas de Baco, de Apolo y de Venus.
En el País Vasco español el 80% del clero se "confiesa" nacionalista, pecado que, en mi opinión, no se cura con 3 Avemarías y 1 Padrenuestro, sino que requiere mucha penitencia y varios azotes en sus blancas nalgas.

Los obispos catalanes reconocen "los rasgos nacionales propios de Cataluña", defienden "la especificidad catalana y el derecho a reivindicar lo que comporta".
El documento me llena de gozo, sana alegría, fe, esperanza y caridad, y un poquito de pecaminosa hilaridad, Benedicto me perdone.
Entre las perlas que iluminan a los creyentes de la doctrina del nacional-catolicismo destaquemos ésta: "Cataluña, su cultura y su identidad no se pueden entender sin la presencia de la fe cristiana, que ha sido verdaderamente fecunda, positiva, hasta el punto de haber contribuido decisivamente a la configuración de la identidad catalana".
¡Dios nos coja confesados! Como si en Castilla, Galicia o Andalucía hubiera sido distinto.
Como "ejemplo paradigmático de la fecundidad de las raíces cristianas en nuestra sociedad catalana" citan a Antonio Gaudí, "artista genial y cristiano ejemplar".
No se cortan ni un pelo púbico en recordar que Benedicto XVI "utilizó con normalidad nuestra lengua en su reciente visita a Barcelona" y que "la especificidad de Cataluña es su historia, su cultura y su lengua milenaria", en un discurso nacionalista-basurero que parece dictado más por la Generalitat que por el Espíritu Santo. Para acto seguido y haciendo encaje de bolillos, decir que, a la vez, "Cataluña es ya una sociedad multicultural y plurirreligiosa".
¡Olé sus santos cojones! Será a pesar de vosotros.

Y como ya debían estar animados con un vinillo del Penedés, humildemente recomiendan "el fortalecimiento de la democracia participativa" (es decir, votad hijos míos, a poder ser a Convergencia i Unió, que es el bueno), y proponen como receta frente a la crisis económica tan grave que sufrimos (obsérvese el plural solidario) "una vida virtuosa, es decir, basada en la justicia, la solidaridad y la austeridad". Sí, la austeridad, que como todo el mundo sabe es la virtud que caracteriza al Vaticano.
Y hacen, para más INRI, un "llamamiento a los esposos cristianos a una fecundidad mayor, ya que el futuro de un pueblo son sus hijos".
Con barretina y sin condón.

En el texto hablan mucho de la "doctrina social de la Iglesia".
Yo no sé lo que es la doctrina social de la iglesia; sé, sin embargo, que hace ya unos cuantos siglos esta iglesia católica sufrió una escisión, la Reforma Protestante, por parte de los que estaban escandalizados de ver cuánto la rica y ostentosa jerarquía católica se había alejado de las enseñanzas de Jesucristo, de su mensaje de paz, humildad y amor al prójimo.
Buscaban los reformistas una vuelta a las raíces cristianas, a la austeridad, a la religiosidad sencilla e interior sin necesidad de "representantes de Dios en la Tierra". Observaban que entre un Papa vestido de oro y Jesús cualquier parecido es pura coincidencia.
Desgraciadamente también esa reforma degeneró (como todo lo que toca el hombre y más el hombre "iluminado") y dio origen a ciertas sectas fanáticas tan en boga en Estados Unidos.
Pero eso no quita para que la Iglesia Católica se siga pareciendo más al templo de los Mercaderes de lo que a Jesucristo sin duda le hubiera gustado.
Y el buen mercader se acerca al poder porque conviene, y siempre cuida al cliente porque el cliente siempre tiene la razón.
Y si en Cataluña y el País Vasco la burguesía nacionalista en el poder es católica, la Iglesia entonces es nacionalista y amén.
Y al infierno el universalismo, el humanismo y el igualitarismo.

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