13 abril 2011

La poesía.

Los aeropuertos son lugares dados a la inspiración, a la inspiración por eliminación: estás solo en un lugar inhóspito, símbolo del control ciego y del antiterrorismo barato, así van los nuevos tiempos...

Y aún así hay un poco de poesía en la mezcla de gentes y en los nombres de las ciudades exóticas, y un bastante de melancolía de tránsito, de tránsito de vida, de lo que has dejado ahí de donde vienes; y un mucho de algo que no tiene palabra porque otras veces estuviste allí o en sitios así esperando a quien querías o despidiéndote de quien nunca te hubieras despedido.

Pero esta vez la poesía no me ha hecho escribir en el aeropuerto sino en EM, que es un bar donde se puede escribir. Y es un lujo tomar un café mientras suben del sótano las notas del jazz piripipí de Ryo Kawasaki, que está ensayando para el concierto de mañana, al que no iré porque en este lugar sólo me gustaría estar -como en otros muchos lugares- con alguien que no existe, que yo he inventado al parecer con cariño, dando mi corazón y mis abrazos y a mí mismo... he pedido demasiado, soy un psicópata, sí, porque quiero que me toque la cara y me diga, amigo te he echado de menos, te quiero un montón, aunque sólo fuera porque me quieres un montón, pero no es sólo por eso. Y fundirse en esa sensación de mutua nada feliz, todo.
Parece que he pedido demasiado a la vida.

Pero la poesía del mundo está en una niña de un año que se despierta feliz porque empieza un largo día más de descubrir tesoros, abrir puertas, gatear más de un kilómetro, reír y llorar.

Se levanta, te mira, te toca los ojos con una infinita delicadeza en su dedito y primero sonríe para adentro y después para afuera.

Dice Anatole France que si una niña de un año "es admirable por lo que sabe, es en lo que ignora donde está llena de poesía".

Y dice también "que transforma la naturaleza con un poder angelical, y que todo lo que ve, todo lo que toca, se impregna para ella de belleza".
Y que es capaz de señalar a una estrella con ese dedito; y de llamarla. Y de hablarle en su lengua: "Lo que ella decía no estaba compuesto de palabras, era un hablar oscuro y encantador, un canto extraño, algo de dulce y de profundamente misterioso, justo lo que hace falta para expresar el alma de un bebé cuando un astro se refleja en ella".
Yo he escuchado esa lengua y es la poesía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El que no inventa, no vive.
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