25 abril 2011

El Club.

El 80% de los españoles rechaza la medida del gobierno de ampliar la edad de jubilación de 65 a 67 años, según el Centro de Investigaciones Sociológicas.

El gobierno no se ha molestado en preguntar a los españoles si estaban de acuerdo o no, porque no les importa, ya saben ellos lo que es bueno y lo que no. Se limitaron a ponerse de acuerdo con los empresarios -que eso sí les importa-, y con los sindicatos, que están tan apoltronados como los partidos políticos.
Yo me pregunto hasta qué punto una democracia está enferma cuando los gobiernos gobiernan contra los deseos y la opinión de la grandísima mayoría de los gobernados.
¿Cómo se atreven a hacerlo? ¿No tienen miedo de perder el poder y sus prebendas?
La respuesta está en lo que ocurre en el comercio: cuando una empresa tiene el monopolio de un producto, establece a su antojo los precios y las condiciones (sobre todo si el gobierno no se encarga de controlar el abuso, que no lo hace).
Cuando existe competencia entre empresas para quedarse con una mayor parte del mercado, entonces hay 2 opciones: o hacerlo mejor que las otras empresas, ofrecer más calidad, más garantías, mejor servicio y mejores precios... o establecer un acuerdo entre las empresas para repartirse el mercado y establecer unos precios y unas condiciones que quizás no sean buenas para el cliente (¿a quién le importa?) pero garantizan altos beneficios a todas las empresas a la vez que mantiene la ilusión de la libre competencia.

En la política pasa lo mismo: no estamos en nuestras putrefactas "democracias occidentales" en un sistema de monopolio (=dictadura); pero sí en el del quasimonopolio, en un sistema controlado por las élites-clanes-mafias (=partidos políticos) que se pelean entre ellas aparentemente pero que se reparten el poder sabiendo que a veces estarán en la cima y a veces en la media montaña, pero nunca abajo, en el barro. Sólo se juegan el gobierno o la oposición, diferencia grande, en efecto, pero no tanto si pensamos que en la oposición también les pagamos los viajes y los coches oficiales, y, sobre todo, que después de la oposición volverán al poder, cuando la gente esté cansada de los inútiles del PSOE y no tengan más opción que volver a los inútiles del PP o a los inútiles del PNV o CIU.
Porque no hay libre competencia.
Si la hubiera, ningún gobierno de mediocres se atrevería a tomar medidas que rechaza el 80% de los españoles.
Si la hubiera, las opciones serían 3:
a) el gobierno democrático y eficaz (que no el poder),
b) la oposición democrática y creativa,
y c) la puta calle.

Resulta que todos los políticos españoles de todos los partidos suspenden en la valoración que les dan los ciudadanos. Pero ahí siguen todos y todas, porque para ellos no existe la puta calle y entonces para nosotros no existe la democracia.

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