05 febrero 2007

Un poco más de demagogia (mía).

¿Qué es peor, que tu presidente tenga una amante o que invada un país?
¿Que se ponga liguero y tacones en la intimidad o que tenga responsabilidad en la muerte de cientos o de miles o de cientos de miles de inocentes?
¿Que en su juventud copiara en los exámenes o que sea un corrupto hombre de estado?
¿Que robara una camisa en el Corte Inglés o que venda tu país?
¿Que le pusieran una multa por conducir borracho o que esconda violaciones de los derechos humanos?
¿Que sea homosexual o que haya sido un criminal de guerra?

Antes de responder "¡ Por favor, lo segundo es peor !", piénsatelo un poco porque no está claro, especialmente en países anglosajones y asimilados.

Por ejemplo, en Francia, por suerte, se considera que el hecho de que Mitterrand tuviese una hija secreta era un asunto de su esfera privada y que lo que había que juzgar era su labor como Presidente de la República y no sus apetencias sexuales o su fidelidad conyugal.

No es el caso de los Estados Unidos o de Inglaterra:
De Clinton no se recordará su política exterior (con la distancia y el ejemplo de Bush, hasta parece moderada). Lo que quedará en la historia, lo que le hizo caer en desgracia, fue que una becaria de la Casa Blanca se la chupó o se la chupaba.
Lo realmente escandaloso en esta historia fue, por un lado su hipocresía y lo que mintió, por otro su mal gusto estético.
El señor presidente primero dijo que no, que no era lo que parecía. Después tuvo que reconocer que, bueno, sí, una mamadita, pero que ¡ el sexo oral no era sexo !
Será amistad.
Hasta se puso de moda la felación entre los adolescentes de su extraño país:
"Tú sigue, tonta, que ha dicho el presidente que esto no es sexo".
Claro que este señor ya tenía antecedentes: le hicieron fotos al degenerao fumándose un puro en su despacho.
Y, el colmo, acabó reconociendo que en su adolescencia fumó un porro de marihuana, pero que, alabado sea Dios, no había tragado el humo.

Y el caso del ministro inglés que tuvo que reconocer su homosexualidad y dimitir, como si la orientación sexual lo hiciera peor ministro.
Y el "niño" de la familia real británica al que le pillaron en una fiesta de disfraces vestido de nazi, como si en esas fiestas no hubiera gente disfrazada de diablo, de Bin laden, de condón.

Y en Israel, el presidente Moshe Katzav dimite por acusaciones de violación, grave delito sin duda y grave hipocresía puesto que Ariel Sharon creo que no dimitió cuando fue acusado de crímenes de guerra. Ni Olmert va a dimitir a pesar de su supuesta implicación en un escándalo financiero en relación a la privatización de un banco.
Ni Berlusconi ha dimitido nunca, ni Blair, que tiene un escándalo diario y muchas mentiras y muchos muertos.

Pero mi escándalo favorito, también en Israel, es el de Haïm Ramón, ex-ministro de justicia del partido de Olmert, Kadima, que tuvo que dimitir el 20 de agosto de 2006, acusado de "acto indecente".
Veamos lo que hizo el elemento, según palabras textuales del juez: le dio a una soldado israelí "un beso en la boca con penetración de la lengua sin consentimiento, delito que provoca el asco y la repulsión".
Y, estoy de acuerdo, es un caso verdaderamente repulsivo y escandaloso, símbolo de inmoralidad y de falta de ética.
Sobre todo porque los hechos ocurrieron el 12 de julio de 2006, día en que Israel inició una invasión de Líbano que duró 33 días, bombardeó las infraestructuras del país, mató a mil civiles inocentes libaneses, entre ellos más de 300 niños, repito, 300 niños, y utilizó armas prohibidas como fósforo blanco y bombas de fragmentación; crímenes por los que nadie nunca va a ser juzgado y por los que nadie va a dimitir.

Yo quiero políticos que fumen porros, que se bañen desnudos en el mar, que sean homosexuales, fumadores, blasfemos, infieles, fetichistas.
Son mucho más interesantes que los ladrones, los corruptos, los hipócritas, los bienpensantes, los políticamente correctos, los mentirosos, los prepotentes, los criminales.

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