15 octubre 2010

"Bloody Morning" (=Peligro Inminente).

La mañana aparecía plácida y soleada; y el agente Connelly se preguntó qué diablos hacía allí.
Todo parecía en orden pero...algo no cuadraba en la escena; se lo decía su intuición. Y se fiaba de su intuición.
Alguien había estado escuchando gritos y golpes toda la noche. Un hombre de mediana edad había entrado en el Hospital Central a las 5'32 de la madrugada. Presentaba contusiones en todo el cuerpo y alguien con la suficiente fuerza para hacerlo le había hundido el cráneo en la región occipital del lado izquierdo. No habían podido interrogarlo, principalmente porque su estado de defunción lo había impedido. Pero las astillas de madera que se encontraron en la herida en medio de aquella masa sanguinolenta les ayudarían a esclarecer el asunto.

El agente Connelly se encontraba tenso, los párpados le pesaban. Llevaba 48 horas sin dormir. Había estado metido de lleno en el caso de la mujer con doble personalidad. Para nada: el fiscal había demostrado a un jurado crédulo que lo mismo le ocurría al 97% de las mujeres. No había pruebas suficientes. El caso estaba cerrado.
Y ahora esto.
Definitivamente necesitaba un descanso. Tal vez unos días pescando en un lago de Wisconsin le sentarían bien y le harían ver las cosas de otra manera.
Alejó los pensamientos de su mente y se puso los guantes de látex.
Ahuyentó a los curiosos: concretamente a un perro flaco y pulgoso que lo miraba con una mezcla de temor y de admiración.
-Claro, pensó Connelly, el chucho nunca había visto a un tipo del Departamento de Investigación Criminal de Kentucky (DICK) en acción.
Río para sus adentros, encantado por su chiste. Su ex-mujer, Sarah, nunca había apreciado su ingenio. Maldita sea, masculló, alejando de nuevo sus pensamientos y cambiando la cerilla de la comisura izquierda a la derecha.
Cogió una piedra gruesa que encontró junto al canalón y se la lanzó al perro, no sin antes comprobar que los pelos pegados a ella no correspondían a la víctima sino a una mujer de mediana edad y raza blanca, concretamente -según el ordenador conectado a la central- a Jessica Parker, enfermera de Los Ángeles y sin antecedentes penales. Comprobó asimismo -aplicando rayos beta y un algodón empapado en sulfuro de cobre- que en la piedra no hubiera restos de astillas ni de cráneos. No los había.
Así pues lanzó la piedra y se volvió hacia la casa.
El calor empezaba a ser insoportable y se maldijo por no tener en la oficina calzoncillos de repuesto. Sarah siempre se lo advertía. Sarah siempre le advertía todo.
¡Por todos los santos! No conseguía concentrarse en el trabajo... Y ese calor...
Sí, había algo que no encajaba en la escena, algo fuera de lugar.
¿Por qué había 2 canalones? No, no era eso.
¿Por qué una de las contraventanas era de otro color, como si alguien la hubiera colocado posteriormente y a propósito?
¡Maldita sea! La cabeza le daba vueltas y los datos, los indicios, las caras, se mezclaban sin orden.
En pocos minutos vendrían sus compañeros. Sí, es eso, mantén alejado al jodido perro y espera.
Se aflojó la corbata y miró alrededor.
No había un sitio para sentarse, descansar y aguardar tranquilamente los refuerzos.
Lástima que aquella silla estuviera rota.

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