27 octubre 2010

Las puertas del cielo.

Me han contado los que creen en ello, que para llegar al cielo no sólo hay que ser bueno.
También hay que pasar 3 puertas, aseguran; y lo dicen convencidos y les brillan los ojos.

En la primera hay que despojarse de las cruces y de todos los símbolos, pues siendo símbolos del cielo no pueden ser más terrenales; y, representando a los dioses, representan también a las jerarquías, inquisiciones, intolerancias, guerras y represión sexual.
A veces no consiguen pasar esta puerta los Papas, ni los políticos iluminados, ni los ricos creyentes. Luego hay una segunda puerta: aquí se quedan pegados los colores, las razas y todo lo que hace que unos hombres se crean mejores que otros.
Ante esta puerta se aglomeran los pueblos elegidos, las razas superiores, las personas importantes, los pretenciosos y pagados de sí mismos.
Y la sorpresa se hace horror cuando leeen que no hay nada peor que sentirse mejor.
Y no pueden pasar porque la puerta es estrecha y ellos están inflados de odio y vanidad.

Los que llegan a la tercera puerta suben la escalera.
Dicen los que estuvieron aquí y no pudieron pasar porque tenían miedo a volar, que los tiempos han cambiado, que las alas ya no se llevan, que los ángeles ya no existen y que el cinturón de seguridad es obligatorio.

Y al final de este viaje quizás esté Dios.
Pero eso ya es cuestión de fe.

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