22 octubre 2010

La primera fase.

En otoño.
Creo que fue en otoño cuando supe que en invierno se iría.
No me lo dijo ella, porque ella, aunque lo sabía, aún no lo sabía.
Pero entonces aún era otoño, creo.
Me hubiera gustado poder quererla, a pesar de que ya la quería. Hubiera sido un amor de transferencia ("sólo caben 2 soluciones: o las circunstancias de ambos les permiten contraer una unión legítima y definitiva, cosa poco frecuente, o, lo que es más probable, tienen que separarse y abandonar la labor terapéutica comenzada. Existe, desde luego, una tercera solución, que parece además compatible con la continuación de la cura: la iniciación de unas relaciones ilegítimas y pasajeras; pero tanto la moral burguesa como la dignidad profesional del médico la hacen imposible").
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Y. se concentró hasta llegar a los pensamientos de T.
Su mente recorrió la ciudad montada en el viento, esquivó las casas, entró por los callejones...
T. estaba pensando en las 4 fases del amor:

La del juego, cuando le puedes pintar árboles en las paredes al otro, y bañarse desnudos en las playas desiertas cuando cae el sol. Esto es el amor. Cuando las historias terminan aquí son una droga y queda el síndrome de abstinencia, terrible.
Y después fluir hasta el compartir, beber café en una cama, porque ahora ya te gusta el café, pasar aún las noches pegados. Esto también es amor. Y cuando acaba todo aquí sólo queda el vacío. Pero si no, llegar a ser chimeneas que miran en la misma dirección pero no se miran, que están cerca siempre pero no se tocan. Torres estables pero inmóviles y silenciosas. Y también es amor aunque no le acompañen ya la pasión ni la mirada. Y de aquí no se sale más que llegando al final: el adios, que ya no es amor pero duele porque un día lo fue.Y. rehizo su camino mental a la inversa.
Y todavía había brisa...

Durante aquel periodo del otoño Y. siguió pintándole árboles en las paredes y proponiéndole baños desnudos de mar de atardecer. Siguió tocándola porque tenía ganas de tocarla. Y ella le pintaba árboles de amigo, pero árboles, en otra pared, pero pared. Y venía a los baños desnudos de mar aunque no se desnudase. Y no lo tocaba aunque quisiera tocarlo, pero era una manera de tocar.

("Indudablemente, el amor sexual es uno de los contenidos principales de la vida, y la reunión de la satisfacción anímica y física en el placer amoroso constituye, desde luego, uno de los puntos culminantes de la misma").

Creo que todo esto sucedió allá por el otoño.
Pero no consigo recordar cómo terminó, si se amaron sin pensar en muchas camas y una playa. Y contra una pared pintada. O si sólo soñé que esto pasaba y soñé que había pasado y soñé que ella también soñaba.
No lo recuerdo. Habría que preguntarle a T.

(Fotos: Quqi San / Notas: Sigmund Freud / Texto: Alicatillo).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno, mariconazo. Yo siempre he pensado que el verdadero amor es el de la primera vez, el primer roce, la primera copa en un bar no frecuentado, la primera noche. Lo otro son mandangas, adquisiciones del intelecto en busca de una felicidad que no estaba en el contrato. Hasta Casanova tenía que estar enamorado para acostarse con las 3.000 mujeres que dice que conoció. Claro que también está el magistral verso de AGC, que de nuevo nos lleva al precario redil sentimental: "Amor maduro, amor maestro, que es poseer por fin lo que ya es nuestro"...

"HAPPINESS IS AN ADQUISITION"
(Wallace Stevens)

[SHAKAWY]