15 noviembre 2010

El hombre de la cabeza roja- Capítulo 2.

¡El hombre de la cabeza roja! El malvado facineroso y criminal. Muchos decían haberlo visto pero nadie había podido describirlo convincentemente: cabeza roja, hinchada, ojos inyectados, mirada perdida y colérica, baba, puños cerrados...Aparecía inesperadamente, golpeaba a los niños, a las mujeres, ancianos, a cualquiera que osara mirarle...y desaparecía.
La ciudad tenía miedo.
Sintió que la sangre se agolpaba en sus sienes.
Esta vez lo atraparía...si Dios quería.
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El contacto lo miró con extrañeza y Abu Ali sonrió para sus adentros interiores: no lo había reconocido, el disfraz de turista que había elegido para la misión funcionaba perfectamente: pantalones blancos, camisa de turista por fuera, gorra de turista y mochila de turista.
Era cierto que un turista en Trípoli llamaba más la atención pero eso era lo que buscaba precisamente: ¡atraer la atención del hombre de la cabeza roja! Abu Ali había urdido una trampa perfecta y el criminal sería su víctima, como las moscas en las telas de araña.


Llevaba la pistola dentro de la gorra; también era cierto que ello le producía un bulto llamativo, una forma de cabeza apepinada y chichonesca; la hubiera podido meter en la mochila vacía pero así estaba más a mano para desenfundar: con la izquierda un golpe a la gorra, zas, y, con la derecha, ziuuu, pistola en mano, apuntar entre los ojos, detente ajomañuke, ya te tengo.
Lo había ensayado muchas veces ante el espejo del cuarto de baño.
Y además, ¿acaso no había gentes por esos países con cabeza de calabacín?
Miró a los lados rápidamente y lanzó al contacto:-"Guerra a la vulgaridad".
Y éste le respondió: "Use the sea, hermano. Hay veces en la vida que es mejor no preguntarse".
Correcto. Positivo.
-"¿Tienes algo para mí?
-"Adivina en qué cafetera está tu café?
Un destello de cólera le pasó por la cabeza. Jueguecitos a mí. Respiró hondo, suspiró, contó hasta 6.
-"Éste".
-"Quizás, si has acertado mejor para ti".
¿Amenazas? Sonaba a amenaza. A que le doy un guantazo al zalame y así habla claro. A veces los métodos americanos modernos le sacaban de quicio. Uff. Respiró otra vez, estaba perdiendo la paciencia, le temblaba la venita. Contó hasta 8.
-"¿Qué más?"
-"El niño te dirá más".
Y salió corriendo dejando el puesto de café vacío y a Abu Ali anonadado, entre indignado y estupefacto, como el que quiere esto y lo otro a la vez.
Bebió el café de un sorbo y se fue a buscar al niño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quiero el tercer capítulo!!!!