La cabeza empezaba a girarle...el café, el hombre escapando a toda velocidad...lo habían envenenado...No. Desechó los pensamientos e hizo un esfuerzo de concentración tan grande que la venita se convirtió en venaza y amenazaba con explotar.
Un indicio. "Buscar un indicio", eso decían los papeles de la CIA que quedaron olvidados y amarillentos en aquella casa durante la guerra civil y que él encontró y guardó como un tesoro, porque de los americanos un policía siempre podía aprender algo.
Bueno, un indicio...quizá aquel hombre que lo estaba mirando...no...el sol escondiéndose, la orientación de la luz con respecto a...no, tampoco, piensa. Le giraba todo.
Pasó ante un café, siguió, se detuvo, volvió... ¡el indicio!
Aquel hombre sentado hacía girar su rosario despreocupadamente. Lo miró y el otro le devolvió la mirada. Sí, indícame dónde está el niño...su vena, se puso la mano en la sien y siguió hipnotizado el rosario: delante, detrás, vueltas, parada, delante, centro, quieto y... cayó de la mano al suelo. El hombre lo cogió despacio, lo miró y lo puso en la mesa.
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