12 septiembre 2006

El Viaje.

Viajo el 11 de septiembre, día de muchos homenajes para las miles de víctimas inocentes de las Torres Gemelas; es un buen día, ¿por qué no?, para acordarse también de las miles y miles de víctimas inocentes en Afganistán, Irak, Palestina y Líbano, porque ellos van a tener menos homenajes.

Tengo tiempo hasta que salga el avión. ¿Qué hago?
Puedo ir a uno de los múltiples cafés o restaurantes y tomar 20 tazas de la droga adictiva llamada café; o beberme 2 botellas de la droga dura que destroza entre otras cosas el hígado y que se llama whisky.
También puedo comer 6 hamburguesas para aumentar mi colesterol y el riesgo de enfermededades cardiovasculares (aunque curiosamente no avisan de esos riesgos al comprarlas); o devorar pasteles para pasar el rato, a pesar de que esto me pueda llevar a la obesidad y sus peligros (por cierto, en los pasteles no aparece el papelito de "Comer Pasteles Puede Matar").
También podría comprar estas drogas para mis amigos en el Duty Free: alcohol, chocolate, puros.
Otra opción es dar gusto a las tendencias consumistas adictivas que todos llevamos dentro: en el aeropuerto hay cientos de tiendas de ropa, perfumes caros, música, jabones, joyas, recuerdos, relojes,...
Pero lo que más me tienta es llamar a mis amigos con mi móvil y explicarles a gritos dónde estoy, para que toda la gente alrededor conozca mi vida y no pueda leer, hablar o dormitar.

Pero, no, lo que yo quiero es fumar un cigarro.
¡Herejía! Eso está prohibido. Bueno, casi: andando durante 20 minutos y preguntando varias veces, porque no está señalado, se llega a una esquina donde se hacinan masas de antisociales, apiñados y con cara de culpabilidad. El lugar es tétrico, está cerrado y rodeado de ventanales también cerrados. Recuerda extrañamente a las "peceras" que hay en los palacios de justicia italianos para meter a los capos de la mafia mientras los juzgan. O un zoo donde la gente que pasa mira a través de los cristales a los animales peligrosos y en vías de extinción.
Cientos de sillas alrededor pero ninguna aquí.
Al entrar, digo indignado y esperando la solidaridad de mis compañeros de celda:
"Esto es una vergüenza, parecemos delincuentes".
Silencio. Sólo una chica sonríe triste y resignadamente.
¡Viva la desobediencia civil y la protesta!

Este será el último cigarro que fume en todo el día porque después tendré que pasar horas en colas y controles y no tendré tiempo de buscar otras vergonzantes peceras en otros aeropuertos civilizados.
Muchas gracias por preocuparse de mi salud.

Al llegar a Beirut me entero de que ese mismo día ha llegado Blair.
No sé quién le habrá invitado, no sé cómo tiene tan poca vergüenza de venir, no sé si en su avión privado se podrá fumar.
Lo que sí sé es que no habrá pasado ningún control de seguridad, que nadie le habrá obligado a llevar sus cosas en una bolsa de plástico transparente, ni a probar previamente el biberón de su hijo, ni a vaciarse los bolsillos y levantar los brazos.


Después llegué a Beirut.
Hacía mucho calor húmedo y ya era de noche.
Todo parecía igual que hace dos meses, como si hubiera sido ayer.
El de la tienda de la esquina también me saludó como si me hubiera visto ayer.

Hace dos meses pero parece ayer.
Los ruidos de la calle son los mismos, es el mismo sol, es la misma gente.
Casi.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bienvenido Fran en tu pais adoptivo..

Anónimo dijo...

beirut me acuerda el olor de viejo amante, cargada de recuerdos agre-dulces...dejate llevar mientras puedes por fin fumar tu cigarillo en paz :)

Anónimo dijo...

Hola amigos, hace un rato quise saber más de tu blogg e introduje en el google el nombre de tu página. Increíble, sólo figuraba una. Probé con una búsqueda avanzada ( "frase exacta"), y más de lo mismo. “No sé, pero me da que tiene que haber bastantes más”. - En estas andaba yo, incapaz de desentrañar el nudo gordiano que me separaba de la posibilidad de saber más, sobre tu página ("Beirut resiste"), cuando recordé, de mis años mozos, allá por el siglo pasado (se dice pronto...), a aquellos jóvenes vascos, españoles y europeos, entre los que me encontraba, que incapaces de aceptar, por las buenas, su inefable paso a la adultez ( tan bien caracterizada por nuestro amigo, cuando nos recuerda su “amor” por occidente, y lo que para el representa), y con la mochila por montera, se fueron a presenciar, en vivo y en directo, una de los últimos grandes conflictos de esta, nuestra Europa, ahí, tan cerca de allí, como lejos de aquí.

Sic transit gloria mundi, querido Blair.

Sarajevo resistió, Beirut resistirá. (resistiría, me dicen mis gramos de optimista voluntario) Ellos, con su dios por montera, o su lengua, o su ...( ¿prosaico materialismo?), crean monstruos, naciones, guerras, nosotros, allá donde estemos, con esa pizca de idealismo y amor por lo único tangible, que es el hombre y la mujer, nos comemos a los monstruos, las unimos, las naciones, resistimos, a las guerras, y en las guerras.


UN ABRAZO

Anónimo dijo...

Me alegre que hayas vuelto !
besos
Sophie de Paris