25 septiembre 2006

Ramadán.

Ayer empezó el ramadán, si no me lo recuerdo se me olvida.
En otros países el ramadán marca las costumbres, los horarios, el ritmo de trabajo, impregna la vida social. No se fuma en la calle, ni se bebe, ni se come durante el día, por respeto al ambiente.

Beirut es una ciudad tolerante, hay gente muy diferente, y cada uno sigue sus costumbres, sin privarse pero sin molestar a los otros.

En Túnez me parecía a veces que tan importante como hacer el ramadán era parecer que se estaba haciéndolo. Había cafés escondidos con cortinas cerradas en las ventanas y en la puerta. Cuando entrabas veías a la gente apiñada entre nubes de humo, con un bocadillo en una mano, un cigarro en la otra, el café en la barra. Gente que salía del local con la cara de incomodidad y disimulo con la que otros salen de los sexshops de Madrid, dispuestos a mezclarse rápidamente con la multitud.

En Beirut escribo esto con un cigarro en la mano y un café al lado, en una terraza en la calle.
El ramadán es más individual, menos social.
Se te olvida que es ramadán, una pena para el ambiente, una suerte para el que no hace el ayuno y no tiene que guardar las apariencias ni sentir que está ofendiendo a los demás.
Siempre se dice que Beirut es diferente.
En esto también.

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