14 diciembre 2011

Sobresaliente Cum Laude, aunque sea Honoris Causa.

Hay instituciones que son "prestigiosas" porque tienen poder y dinero -poderoso caballero- y sobre todo porque autoproclaman ese prestigio, tanto, que hasta parece ya natural y fuera de toda crítica o discusión. Ocurre esto con la clase política, los empresarios, banqueros, diplomáticos, sindicalistas y un largo etcétera.
Ocurre asimismo con los intelectuales: recuerdo cómo se decía que Polansky quizás había violado a alguien, bueno, pero que era un gran director de cine. O cómo se minimizaba el pasado nazi de Gunther Grass aludiendo a sus méritos literarios. Al mismo estilo patético del mundo árabe, donde la gente se presenta como "Doctor", dándole al título universitario un carácter ético y trascendente: ¡Atención, que soy doctor, ergo una persona con honor!". Y resulta que igual es un hijo de la gran puta.
Y ocurre también en una institución que sigue creyéndose prestigiosa: la Universidad. El supuesto "templo del saber" es un templo cerrado y polvoriento donde huele a rancio, a endogamia y a pretenciosidad. Sólo la salvan los estudiantes, gente joven con ganas de aprender, de estudiar y de razonar críticamente; y que por ello mismo queda obligatoriamente decepcionada de tanto doctorcillo con ínfulas de haber inventado la manteca.
El último día que fui a mi universidad fue el día en que terminé mis estudios; pero todavía recuerdo a aquel poeta mediocre, Villar, que nos vendía sus libros -lectura obligatoria-, al que le hacíamos su trabajo de reseña y además pensaba que éramos imbéciles. A aquel otro curilla que se sonrojaba con la poesía erótica.
A la enchufada del Gobierno Vasco, una inútil que sabía poquito de su asignatura y que ni siquiera tenía tiempo para leer nuestros exámenes, y que los calificaba al azar, eso sí, avisando de que quizá se había equivocado en la calificación. Al Doctor Hernán Urrutia, que también nos vendía su libro hecho de recorte y pegue, enamorado de sí mismo, y al que, por suerte, apenas veíamos porque siempre estaba asistiendo a "prestigiosos congresos de lingüística".
Había uno, sólo uno, admirable a pesar de su clasicismo; Segura Munguía, un hombre sabio y ameno -y sin embargo humilde- que había dedicado la vida a sus estudios, el único que se asemejaba a lo que debía ser un profesor universitario y no a un cantamañanas chulito.
Sé que desde entonces nada ha cambiado, ni en España ni en Francia ni en Líbano ni en Estados Unidos, porque tengo amigos universitarios que le hacen las fotocopias y hasta le preparan las clases al superdoctor que no es capaz ni de buscar una página de un libro solito. Tienen que pasar por ello mis amigos porque ésa es la única manera de llegar un día a ser profesor universitario "prestigioso" y tener sus propios ayudantes y eternizar la endogamia. También tengo amigos profesores universitarios, que ya pasaron por lo anterior y que me cuentan que todo sigue igual: continúa habiendo clanes y jerarquías, enchufe y favoritismo, las plazas salen ya dadas de antemano, siguen impartiendo un número ridículo de horas semanales y en periodos muy cortos, siguen repitiendo año tras año lo mismo sin cambiar una coma, siguen viajando a congresitos y siguen creyéndose la élite intelectual.
Por supuesto que hay excepciones, muchas, gente brillante y con ideas que por fuerza está también decepcionada por la institución y por el olorcillo que desprende.
La única esperanza de que algo cambie está de nuevo en los estudiantes y no, seguro, en los apoltronados profesores ni en la propia universidad.
Por eso es una buena noticia que los estudiantes de la "prestigiosa" y pija Universidad de Harvard (EEUU) se hayan retirado en bloque de la clase de Introducción a la Economía del superprofesor Gregory Mankiw, conocido economista, autor de uno de los manuales de macroeconomía más utilizados en el mundo (elaborado sin duda con el esfuerzo de sus ayudantes) y ex-asesor de Bush; vamos, todo un figura el doctor.
El motivo del plante es que la asignatura en cuestión presenta un modelo económico único, sin aproximaciones económicas alternativas, sin discusión de la teoría económica básica, sin estudio crítico.
O sea, que el doctor, en las escasísimas ocasiones en las que sus prestigiosas obligaciones le permiten dar clase, suelta el mismo rollete y esto es lo que hay y punto. Y además estará sorprendido de la actitud de sus gusanos-alumnos.
Y esto pasa en la universidad más "prestigiosa" del mundo.
Los estudiantes asimismo rechazan "el vacío intelectual y la corrupción moral y económica de gran parte del mundo académico, cómplices por acción u omisión en la actual crisis económica"; y apoyan a "un movimiento que está cambiando el discurso estadounidense sobre la injusticia económica, Occupy Wall Street".
Se da la curiosa circunstancia de que estos muchachos "pertenecen a la élite económica, social y política de los Estados Unidos, que se forma en la Universidad de Harvard para dirigir las corporaciones empresariales globales y/o asesorar a los gobiernos en materia de políticas económicas y financieras".
En eso tampoco ha cambiado nada, la juventud es rebelde, y está bien.
Dentro de unos años serán ellos los que dirijan los imperios económicos de sus papás, la economía de su país y del mundo, serán los responsables de toda esta mierda y hasta asesorarán también al Presidente; pero ahora tienen inquietudes morales e intelectuales y "apoyan a la clase trabajadora estadounidense", de la que sin duda han oído hablar, y se preocupan por la injusticia en el mundo.
Y hasta seguro que algunos fuman porros.
Quizás no sean los más autorizados para criticar el sistema del que son cachorros privilegiados, pero, no sé, a ver si al menos les cambian de profe.

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