21 agosto 2006

Uno, pequeño y libre.

Líbano es un país pequeño pero muy variado y lleno de contrastes. Y no me refiero sólo a los paisajes, las religiones, las ideas políticas o el desequilibrio económico y social, sino, especialmente, a la diversidad de mentalidades y estilos de vida.
Difícil equilibrio, entonces, entre gente tan diferente.
Pero lo que todos tienen en común es el compartir una tierra y un destino.
Recuerdo las manifestaciones que siguieron al asesinato de Hariri: las llamadas "antisirias" y las llamadas "prosirias", aunque las dos eran mucho más que eso.
En unas, cientos de miles de personas con banderas libanesas, gritos de Independencia y Libertad, y carteles que decían "100% libanés".
En las otras, cientos de miles de personas con banderas libanesas, gritos de Independencia y Libertad, y carteles que decían "100% libanés".
En las dos, cruces y medias lunas unidas.
Los jóvenes se sentían revolucionarios, estaban en plena efervescencia.
Después la "Revolución" del pueblo terminó y todo volvió a las manos de los de siempre: los políticos. Entre tanto, algunos de ellos habían cambiado de chaqueta: algunos "prosirios" por conveniencia se hicieron fervientes "antisirios", también por conveniencia. Pero todos se quedaron con el culo en el mismo sitio. Los mismos clanes, los mismos corruptos, los señores de la guerra, y de la preguerra, y de la postguerra. Los mismos, sin faltar ni uno.
Los políticos "neo-anti-sirios" gritaban indignados que todo en la política libanesa había estado controlado por los sirios, sin darse cuenta de que ese "todo" les incluía también a ellos.

Digo todo esto porque creo que uno de los mayores problemas de Líbano es esa banda de profesionales que controla la política del país, y que sigue los intereses de Siria en un caso, los de Israel y Estados Unidos en otro caso, y su propio interés en todos los casos.
La verdadera revolución de la juventud libanesa sería hacer desaparecer ese sistema anquilosado y mohoso, olvidarse de clanes, y presentar una nueva generación de políticos independientes, libres de influencias externas e interesados en un Líbano unido con todos sus contrastes y diferencias (que son, por cierto, su riqueza y su personalidad). Una clase política tolerante y optimista, purgada de "hijos de" y de "hermanos de" y de "primos de".
Rellenar el esqueleto democrático libanés con carne y músculos democráticos.
Porque libertad no significa cambiar de dueño, sino no tener dueño.

Mientras tanto, ojalá todos los libaneses tengan claro que sólo su unión puede hacer su fuerza.
Y que Israel estaría feliz si consiguiera que los libaneses empezaran de nuevo a pelearse entre ellos.
Y que lo va a intentar, sin duda.

Algunos libaneses echan la culpa al Hizbullah de todo lo que ha pasado. Seguramente tienen una parte, pero no la principal. Es una simplificación injusta el decir que son culpables por "haber provocado al gorila, que todos sabíamos que era peligroso y agresivo".
Se olvida la culpa del propio gorila.
Se olvida la culpa del propietario del gorila, del que le da de comer.
Y se olvida la culpa de los que vieron la agresión y no hicieron nada.

Suerte para el futuro. Espero estar allí para verlo y para olerlo.
Y espero que huela a arguile más que al petróleo de la playa y a libertad más que a McDonald's.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido amigo
Enhorabuena por tu blog sobr Líbano. Aporta una mirada diferente sobre Líbano: no sólo habla de barbudos islamistas ni de mujeres empañoladas, sino que aporta un lado más humano de alguien que conoce y, además, ama el país.
A mi me da la impresión que Israel, con su estudida destrucción del país del cedro, lo único que hace es ahondar la crisis en la que se encuentra inmerso desde hace quince años. Desde entonces ha venido esquivando la pregunta de qué hacer en la era post-sionista. En el caso de que se firmara la paz con los vecinos árabes, qué tipo de relación debería tener el Estado judío con su entorno.
Eso es espada de Damocles ha estado pendiendo sobre la cabeza de Israel en los últimos tres lustros y, por ahora, no ha habido nadie capaz de responder a esa pregunta.
Cuando Israel bombardea Gaza y Líbano y amenaza con hacer lo propio con Irán demuestra que no está preparada para cerrar la página del conflicto con los árabes. Es más: demuestra que está más cómoda en su posición de potencia militar capaz de aplastar en unas pocas horas a cualquiera de sus vecinos, que como Estado deseoso de alcanzar la paz con sus vecinos.
El hecho de que Israel repita en 2.006 los errores cometidos en 1.982 evidencia que, a pesar del paso del tiempo, pocas cosas han cambiado y poco se puede esperar de que sea Israel, de motu propio, el que tome la iniciativa para firmar una paz definitiva. Esto, a su vez, evidencia que debe ser la denominada comunidad internacional la que imponga una paz, si es necesario desplegando fuerzas internacionales en la Línea Verde e imponiendo sanciones a la potencia ocupante si se niega a avanzar es ese camino.